El refrán originalmente asegura 15 minutos de fama, pero con las nuevas tendencias tecnológicas, los vídeos virales y nuestra aparente corta memoria, ese intervalo se reduce un poco más. Con tantas opciones disponibles, cualquier persona en el mundo puede convertirse en la nueva estrella mediática. Incluso, cualquier cosa.
La expresión de los minutos de fama se le atribuye comúnmente al artista Andy Warhol, luego de que formara parte de una de sus exhibiciones en Suecia en el 1968. En ese entonces, decía: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”.
Marilyn Manson también alude a la expresión, como parte de su tema I Don’t Like the Drugs (But the Drugs Like Me), donde dice “we’re rehabbed and we’re ready for our fifteen minutes of shame”. Aquí, el cantante lo asocia al uso de sustancias controladas a la misma vez que destaca la necesidad de hacer el ridículo para conseguir atención.
El pasado 27 de septiembre, en la web solo se comentaba sobre un suceso ocurrido en Nueva York: una rata arrastraba un pedazo de pizza por las escaleras del metro en Manhattan. El acto fue grabado en vídeo, para un total de 14 segundos, y compartido a través de las redes sociales. En poco tiempo la rata era famosa, contaba con su propio hashtag y medios noticiosos hablaban de ella. Desde entonces la bautizaron como #PizzaRat y tiene más de cinco millones de visitas en Youtube, aparece en todas las redes sociales y ya se ha convertido en un disfraz para la noche de brujas por el precio de $89.95 dólares.
Como la rata hay otros ejemplos: el traje de la discordia, la dona de Ariana Grande y esta señora que probablemente no volverá a pintar. Estas cosas fueron llevadas a la fama de manera instantánea y nadie sabe las razones. Pasan un corto tiempo en nuestras redes y después son reemplazados por algún otro suceso “meritorio” de nuestro tiempo y dinero. ¿Por qué los hacemos famosos? Más importante aún, ¿por qué estas cosas son noticia? Las dos preguntas pueden contestarse mutuamente, los sucesos son noticia, en parte, porque la gente los lee pero, entonces ¿por qué vemos y compartimos un contenido tan vacío?
Tal vez esa es la dinámica de las redes sociales, proponer un tema de conversación y que otros lo sigan en cadena. Lo alarmante del caso es que no solo historias insólitas reciben atención desmedida por los usuarios y los medios, también personas comunes son lanzadas a la fama sin necesariamente contar con el talento para hacerlo.
Hace casi un año, una adolescente compartió una foto de un empleado de la compañía Target en su cuenta de Twitter. Con la imagen luego añadieron un hashtag, #AlexFromTarget y para eso del medio día, ya el joven era famoso. Su cara recorrió todo Twitter, Facebook, Instagram y cualquier otra red que pueda imaginar en cuestión de minutos. Él se encontraba trabajando mientras las redes lo convertían en una celebridad. La fila para pagar en su caja se hacía más larga, todos querían una foto con él. Días después recibió llamadas de ABC, CNN y otros medios para ser entrevistado. Apareció en The Ellen Show y al New York Times le comentó que tenía miedo de salir de su casa por el acoso que recibiría de sus “fanáticas”.
El joven no cuenta con ningún talento especial, simplemente es considerado físicamente atractivo y “sabe empacar la compra bien”, según contestó en la entrevista con Ellen Degeneres. No obstante, vende camisetas con el logotipo de la compañía y su nombre, hace apariciones en eventos sociales y aparenta haber dejado atrás su miedo a la fama.
Como él hay otros, algunos han logrado darse a notar mediante la plataforma Vine, otros por Youtube o Instagram. Resulta que ahora un vídeo de seis segundos—gracioso para algunos y otros no—sobre una situación cotidiana o una fotografía de la naturaleza, editada mediante diversas aplicaciones, podría ser tu boleto a la fama digital.
Personajes como Aless Gibaja también sirven de ejemplo. Gibaja, de origen español, se dedica a dar consejos positivos a través de sus cuentas en las redes sociales, algo así como un Bonifacio o Coelho contemporáneo pero ataviado de ropa color rosa. Hace una semana estuvo en la isla para el Vlog-In Fest y cuenta con una amplia fanaticada. Ahora, Gibaja, busca erradicar el bullying.
La buena noticia es que todos son fugaces. Reciben atención por unos días y luego desaparecen entre la vorágine de la web. Solo unos pocos logran recordar y, en el caso de los sujetos convertidos a la fama, no todos aprovechan el corto tiempo como centro de atención. La mala noticia es que estos sucesos se multiplican. Ya hay otra rata acaparando las redes y, así como Alex y Gibaja, hay otros que buscan ser reconocidos. No pasarán muchos días en lo que encontramos un nuevo sujeto para lanzar a la fama.
¿Este fenómeno tendrá fin? En una serie de televisión repiten constantemente que toda magia tiene su precio. Asumo que una dona lamida y una rata neoyorquina son parte del precio que tenemos que pagar por la magia que es la Internet.