El pasado 1 de septiembre, se cumplieron 100 años de la muerte de Marta. Marta fue el último espécimen que quedaba de la Paloma Migratoria (Ectopistes migratorius). El ave murió a la edad de 29 años en el Zoológico de Cincinnati. Su piel fue cuidadosamente montada por un taxidermista y hoy se encuentra en el Museo Smithsoniano.
Pero la muerte o la extinción de esta paloma, no es lo más llamativo de su historia. El asunto es que esta ave se llegó a considerar la más abundante de las Américas, con un estimado de entre tres y cinco billones de individuos. Se congregaba en enormes bandadas, al extremo que a veces a un grupo le tomaba horas, pasar por un punto y la “nube” era tan densa y amplia que tapaban la luz del sol y parecía que era de noche. La pregunta obligada es, como es posible que un animal con una población tan abundante haya desaparecido?
Todo parece indicar que fue una combinación de factores. En primer lugar, hay que mencionar la destrucción de su hábitat. Durante el siglo 19, en Estados Unidos se destruyeron grandes extensiones de bosque, particularmente para la agricultura. Era en estas áreas donde estas aves se alimentaban y se reproducían.
En segundo lugar, la cacería tuvo un efecto nefasto para la Paloma Migratoria. Como las colonias de anidamiento eran formadas por millones de individuos, cuando los cazadores profesionales encontraban una colonia, virtualmente acababan con ella. Los pichones grandes eran tomados de los nidos y los adultos eran cazados a tiros o capturados con trampas y redes.
Estos animales cazados eran salados, como se hace con el bacalao, y colocados en barriles, para venderlos en los mercados de las grandes ciudades. El asunto no era fácil, porque cuando los cazadores se metían en una colonia y las aves dentro de los nidos salían a vuelo, se levantaba con estas una nube de particulado fecal, que muchas veces casi asfixiaban a los cazadores.
El tercer factor que contribuyo a la extinción de la Paloma migratoria fue la tecnología. El descubrimiento y uso del telégrafo permitió, que los cazadores se pudieran comunicar rápida y eficientemente para informar sobre la presencia de una colonia en un bosque determinado.
Otra tecnología de la época fue el tren, que facilitó que los cazadores llegaran con mayor facilidad y rapidez a los lugares en donde estaban las palomas, y con los materiales y equipo necesario para atraparlas. Finalmente, la tecnología de almacenaje de hielo y los vagones con refrigeración permitieron que se pudieran llevar miles de palomas frescas a las grandes ciudades para ofrecerlas como comida gourmet en los restaurantes más afamados.
La ciencia sufrió una terrible derrota, pues se fracasó en tratar de propagar al ave en cautiverio en el Zoológico de Cincinnati. Marta fue la última del grupo que murió en dicha institución.
La muerte de Marta, la última Paloma Migratoria, no es sólo un evento histórico sin relevancia en el presente. La historia de Marta guarda paralelos innegables con nuestra Paloma Sabanera: difícil de propagar en cautiverio; pérdida de hábitat (bosques costaneros); tiende a congregarse en grupos; ponen un huevo por temporada; fácil de cazar (a la sabanera de Cuba la llaman “bobona”, porque cuando se congregan en un árbol y un cazador les disparaba, éstas regresaban poco después a posarse en el mismo árbol).
Afortunadamente, la Paloma Sabanera, aunque seriamente amenazada, aún sobrevive en la parte central de nuestra Isla. El momento de protegerla es ahora, antes de que pase a la historia como Marta.
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El autor es Catedrático de Biología en la Universidad de Puerto Rico en Humacao, y miembro de Ciencia Puerto Rico (www.cienciapr.org).