Cuando Andrés Mojica describe cómo sus dedos flotan sobre las teclas del órgano, su rostro se ilumina y se le suaviza la voz. Una emoción le brota de la piel y un brillo adorna sus negras pupilas. Y es que para el organista la fascinante sensación que le evoca crear música con estas teclas, es sinónimo de una conexión profunda con el instrumento.
A los 10 años Andrés conoció este instrumento musical. Su papá, quien era técnico electrónico, a cambio de reparar 12 órganos electrónicos recibió uno como obsequio. Una variedad de organistas que tocaban en diferentes hoteles de Puerto Rico visitaban su casa constantemente en busca de solucionar algún desperfecto en sus instrumentos musicales. Andrés, que para ese entonces era un niño, se encargaba de observar detenidamente cómo cada músico que llegaba a su hogar tocaba su instrumento, y luego se sentaba en el órgano que adornaba la sala de su casa e imitaba cada movimiento aprendido. Su padre al observar la destreza natural que su hijo poseía para el órgano, decidió inscribirlo en clases de piano. Ahora reconoce que “para poder tocar el órgano es básico tener el piano”.
A los 18 años, el organista dejó de estudiar piano por “cosas que a uno le dan en la adolescencia” dice. Sin embargo, asegura con sonrisa amplia en el rostro, que ese otro instrumento nunca dejó de ser parte de su esencia desde niño, incluso aunque se negó a aceptarlo en varias ocasiones. Hoy es profesor de Órgano de la Universidad De Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y relata que el órgano siempre fue su pasión. “Papi me decía: eso es lo que tú vas a estudiar y yo le decía: no, yo voy a estudiar otra cosa”, recuerda.
Cuando entró a la universidad su deseo fue estudiar arquitectura, pero terminó estudiando humanidades durante un año en el Colegio Regional de Bayamón en donde tomó varios cursos de música. Gracias a un amigo organista de su papá, Andrés visitó la capilla de la Universidad Interamericana de San Germán en donde único se ofrecía en Puerto Rico el curso de Órgano hasta ese entonces.
En la capilla, volvió a tener contacto con el instrumento, pero en esta ocasión de tubo. “Cuando yo probé ese órgano, sentí los tubos por primera vez, la pureza del instrumento fue como un encuentro entre músico e instrumento”. En ese momento Andrés comenzó una aventura en donde la música era su inspiración y el órgano de tubo el protagonista de su vida.
El organista se trasladó a San Germán en donde comenzó estudios de música en la Universidad Interamericana. En sus años como universitario cambió las salidas a la playa y las visitas a su casa por tocar el órgano de tubo durante 8 horas, los siete días de la semana en la capilla de la universidad.
“Era una oportunidad que se me estaba dando, y yo estaba viendo los frutos de la práctica”, relata.
Más adelante, continuó sus estudios de órgano en el Conservatorio de Música de Oberlin, en Ohio, lugar que describe como maravilloso. Luego obtuvo su maestría en Interpretación y Literatura de Órgano en Eastman School of Music, en Nueva York.
El órgano parte de su vida
Entre carcajadas, Andrés cuenta que “en un momento de mi vida hubo personas cercanas a mi que me dijeron que ese [el órgano] era mi novia”.
No obstante, aclara que aunque en ese aspecto no lo ve de esa manera, el instrumento forma parte importante de su vida y un medio de expresión a través de los sonidos.
Cuando regresó a Puerto Rico, hace 9 años, pensó que todo había acabado, la necesidad de estar cerca de su familia fue mucho más fuerte que su amor por el instrumento. Se resignó a dejar atrás el órgano de tubo y los recitales que presentaba. Inició una nueva vida como maestro de música en un colegio privado durante 5 años. Sin embargo, lo que el profesor no esperaba es que la vida conspiraría para hacer realidad su deseo de volver a tocar órgano de tubos en recitales.
“De repente, cuando menos me lo esperé en mi mano se puso el asuntito completo”, comenta. Y es que, Andrés comenzó a ejercer como profesor de Órgano en el 2009 en la UPR en Río Piedras y actualmente lleva a cabo una serie de recitales mensuales en el Teatro de la Universidad, recibiendo el apoyo de estudiantes, profesores y la comunidad en general.
Según el músico a través del talento que ha desarrollado siente la responsabilidad de mantener viva la tradición del órgano en Puerto Rico. En la actualidad, ocupa el único puesto que existe de organista universitario en la Isla, por lo que confiesa sentir una obligación mucho más grande con el país y con la audiencia que va a sus recitales mensuales.
“Hay una pasión que no se va a morir, pero también una responsabilidad de dar a conocer el mundo del órgano en Puerto Rico”, detalla.
Cuando la Isla pertenecía a España habían aproximadamente de 20 a 22 órganos de tubos en diferentes iglesias y catedrales, y según el profesor, en el cambio de soberanía que tuvo Puerto Rico en el siglo XIX, la iglesia dejó de recibir los fondos necesarios para el mantenimiento de estos órganos. No obstante, Andrés no pierde la esperanza de que cada iglesia tenga un organista a tiempo completo y que coros y orquestas acompañen al instrumento.
La magia del órgano de tubos
A diferencia del órgano tradicional, el órgano de tubos crea un sonido más puro. Está compuesto por tubos que no funcionan sin la participación del viento almacenado en las cámaras en contraste con un órgano electrónico, donde el sonido es computadorizado y es necesaria la electricidad.
El órgano Casavant del Teatro de la Universidad De Puerto Rico, fue creado y diseñado por la casa Casavant Freres e instalado en el 2009 en la última etapa de la remodelación del Teatro. Finalmente, el 31 de enero de 2009, el profesor Andrés Mojica tocó por primera vez el órgano de la UPR-RP, en una demostración privada a las personas que contribuyeron monetariamente a la construcción del instrumento.
Notas de amor
2,391 notas de amor, el concierto que ofrecerá esta noche lleva ese título no porque el organista haya contado la cantidad de notas musicales que interpretará, sino porque el órgano Casavant se compone de 2,391 tubos que, según Andrés, llevarán a la audiencia un mensaje de amor.
El concierto contará con una variedad de piezas musicales de compositores como Juan Sebastian Bach, Gabriel Fauré y algunas melodías románticas como el poema “Un sueño” de Edvard Grieg. Además de música clásica, el repertorio incluye música popular latinoamericana enfocada en el amor. Algunas de las canciones más conocidas son “El día que me quieras”, “Preciosa” y “Capullito de Alelí”. Aparte de las melodías en el órgano, Andrés contará con la participación de la flautista Ana María Hernández y Carlos Ávila en la percusión. También colaborarán en varias piezas musicales la soprano Laura Rey y el tenor Carlos Aponte.
El concierto comenzará a las 8:00 p.m. en el Teatro de la Universidad De Puerto Rico en Río Piedras.