Un romance entre una ingenua joven y una mujer casada no tiende a ser algo con lo que todos nos relacionamos, pero Carol, un drama en todo el sentido de la palabra, nos presenta este romance prohibido de una forma universal. Esta cinta de “coming of age” trata el primer amor —y el descubrimiento sexual que lo acompaña— de una forma sensitiva y pensativa.
Carol es una adaptación de la novela The Price of Salt (1952), de la elusiva escritora Patricia Highsmith. La película narra el romance entre Therese Belivet (Rooney Mara), una joven vendedora de una tienda por departamentos, y Carol Aird (Cate Blanchett), una pudiente ama de casa. Therese es muy joven e inexperimentada, algo que contrasta grandemente con Carol, ya adulta y con relaciones previas. Gracias al libreto y la actuación de Mara, llena de miradas pensativas y pocas palabras, el nerviosismo de Therese es evidente para el espectador. Carol, en cambio, es más atrevida. Blanchett la presenta muy intensa en cada momento, ya sea seduciendo a Therese o sufriendo por su bagaje emocional. Ambas realizan actuaciones simples mas sin embargo, profundas y fervorosas.
El romance entre ambas está lleno de obstáculos. Por un lado, Carol está divorciándose de su esposo, Harge Aird (Kyle Chandler), y la custodia de su hija de cuatro años está en riesgo por su “moralidad”. Harge busca obtener la custodia de su hija por una cláusula de moralidad, utilizando como argumento sus pasadas relaciones sexuales con mujeres, algo que resiente y no comprende. Chandler, mejor conocido por su rol del aplacible Coach Eric Taylor en la serie televisiva Friday Night Lights (2006-2011), es el antagonista del largometraje, e interpreta a este de una manera realista y libre de exageraciones. Por el otro, el novio de Therese no la satisface, y su relación es más que nada platónica.
El conservadurismo del 1950 es evidente. La relación de Carol y Therese es tan inesperada por sus pares que pasa ignorada por la mayoría de la sociedad. Aparte de las repercusiones legales, se presenta también la mirada “médica” del homosexualismo, cuando una de las protagonistas es forzada a atender un psicoanalista para ser “curada de su condición”. Para aquella década, la Asociación Americana de Psicología clasificaba la homosexualidad como un desorden mental, definición que mantuvo hasta el 1973.
El director de Carol, Todd Haynes, se inspira en la apariencia de los melodramas de los 1950, particularmente los de Douglas Sirk, en una temática que no es nueva para él. Su película más famosa es Far From Heaven (2003), que trata de una ama de casa en los 1950 que descubre que su esposo está involucrado en una relación amorosa con un hombre. Haynes es uno de los pocos directores abiertamente gay que trabaja con temas LGBTT en cintas mainstream con éxito, y su labor en Carol es más que apto.
El estilo del filme, aunque exquisito, es también su debilidad. En varias escenas, Haynes opta por tomas hermosas, que no nos permiten valorar las expresiones de sus actores. La atracción entre las actrices es clara, pero el libreto exige muchas miradas y un diálogo escaso entre ellas, lo que hace difícil entender porque sienten comparten su amor. Aún cuando Haynes elige presentarnos escenas altas en estética y bajas en momentos genuinos entre Carol y Therese, la química entre Blanchett y Mara es tan poderosa que las miradas y silencios nerviosos son suficientes para convencernos.
Como un estudio de dos mujeres con circunstancias completamente opuestas, Carol triunfa al presentar el tumulto interno de estas. Es una película sensual que resonará con todo aquel que ha estado enamorado alguna vez.