Un día de febrero de 1976, Iris Chacón, figura trascendental de los espectáculos borincanos y mundiales, recibió una propuesta para que participara de una función de boxeo.
“Solo recuerdo que a mí se me acercaron para ver si me interesaba una actividad para recaudar fondos a favor de Hospital del Niño, el Pueblo del Niño le decían también en aquel momento. No sé si era la misma gente del Hospital del Niño, o quién, pero lo que me dijeron de inmediato era que allí iba a estar el gran Muhammad Ali”, rememoró la insigne artista puertorriqueña al comenzar una plática telefónica con Diálogo durante la tarde del sábado.
Horas antes de conversar con este rotativo, Ali, el atleta más importante de la historia del deporte estadounidense, había sido declarado muerto, luego de batallar por su vida y permanecer durante casi dos días con vida de forma artificial. Chacón, al igual que el resto del mundo, se enteró de rauda forma, y no titubeó a la hora de recordar aquel encuentro con Ali en 1976. Ali llegó a Borinquen el 21 de enero de 1976 a darle los toques finales del entrenamiento y la promoción para un combate ante el boxeador belga Jean Pierre Coopman, ante un repleto coliseo Roberto Clemente el 20 de febrero.
Antes, y como siempre fue su costumbre, se dedicó a hacer de las suyas, recorriendo la isla y causando conmoción donde quiera que iba. Entre los eventos extracurriculares en los que participó figuró una clínica de boxeo con los reos de la ya inexistente penitenciaría Oso Blanco. Hizo varias apariciones en la televisión boricua, incluyendo una en la que el comediante José Miguel Agrelot, don Cholito, le pegó un bofetón en vivo al aire, cucando lo que vendría después.
Y claro está, protagonizó el espectáculo benéfico junto a don Cholito y ‘La Chacón’ en la cancha Pepín Cestero de Bayamón. El más grande del deporte estadounidense se topó de repente con dos de los más grandes del mundo artístico puertorriqueño.
“Resulta que don José Miguel Agrelot consiguió que Muhammad Ali aceptara hacer una pelea de broma, para recaudar fondos para el hospital. Me llamaron y con mucho gusto dije que sí. Recuerdo que Don King estaba con él, se me acercó ese día y cuadramos cómo se iba a hacer todo. Si no me equivoco, esa fue la primera vez que se usaron lo que ahora se conoce como ‘ring girls’, pues ese día a mí dieron todos los números de los rounds. Ellos peleaban y yo pasaba los números de los asaltos. Al final, yo me doblé para distraer a Ali, Agrelot le dio un puño y lo tumbó. Y así acabó todo”, recordó Chacón entre risas.
“Luego nos fuimos a cenar. Recuerdo que él estaba encantadísimo con Puerto Rico y hablamos de lo bonito que quedó la actividad. Cenamos y cada cual se despidió. Más adelante me lo encontré en Los Ángeles en una actividad, nos saludamos, pero no hablamos mucho. Entonces, hoy me entero que pasó lo que pasó”, dijo la vedette de América.
Chacón recuerda “con mucho cariño a Muhammad Ali“, pues “me identifico mucho porque su historia de superación es muy parecida a la mía”.
“Él tuvo que batallar con muchos momentos difíciles que se le presentaron, al igual que yo. Yo fui una pionera en mi trabajo y siempre fui criticada, al igual que le pasaba a él”, expresó la legendaria bailarina, cuyo libro autobiográfico recién publicado, Yo soy Iris Chacón, recoge anécdotas de su vida donde cuenta todos los obstáculos que superó para alcanzar el sitial que hoy ostenta.
“La cuestión de la religión, la defensa de su raza, haberse negado ir a Vietnam, tuvo muchas luchas y siempre salió airoso. Cuando me dicen que me toca trabajar con Ali, yo hice mi research, pues me decían que iba a estar al lado del más grande. Hoy vi parte de su trayectoria en CNN. Y me da mucha tristeza que se haya ido, pero a la vez me da alegría de que superó tantas cosas, y de que yo pude estar al menos un momento con él, ayudando una causa social. Siempre he estado para lo que me han requerido, si se trata de causas sociales. Y así también fue Ali”, suspiró Chacón.
1980: “You are as beautiful as I am”
Pero el 1976 no fue el único momento en que Ali compartió con alguna gloria del mundo artístico puertorriqueño. El 15 de noviembre de 1980, un joven negro mayagüezano tomó a Latinoamérica por asalto, conquistando el máximo galardón del mundo de la canción. Rafael José Díaz, ahora consagrado actor y animador de lujo, venía de quedarse con el canto en el Festival OTI, en el Teatro San Martín de Buenos Aires. En su viaje de regreso, el 24 de noviembre de 1980, le tocó hacer escala en Miami, y adivinen con quién se topó en el vuelo a San Juan. Sip, con aquel muchachón que bailaba como una mariposa y picaba como una abeja.
“Cuando llego de Argentina al aeropuerto de Miami, como a las cinco de la mañana, me quedo deslumbrado porque, ¡coño, ahí está Muhammad Ali!”, relató Rafael José, con júbilo indómito, como si viviera de nuevo aquel momento.
“Le digo que soy de Puerto Rico, que me dé un autógrafo. Él no estaba simpático, pero tampoco pesado –aunque, vamos, son las cinco de la madrugada. Salimos de Miami como a las siete”, prosiguió, indicando que Ali iba rumbo al archipiélago borincano a una convención de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
“Y ahora sí que te voy a contar algo bien tripioso. Él está en la fila frente a mí, en los asientos del medio. Al frente de Ali hay un señor durmiendo. Entonces, cada vez que el señor se quedaba dormido, Ali se paraba y le daba en la frente. El señor se viraba molesto y lo que veía era a Ali, el más grande boxeador de la historia, durmiendo. Volvía y se quedaba dormido y Ali se paraba, le daba un cocotazo, y volvía a hacerse el dormido. Tuvo que venir una azafata a decirle que dejara de fastidiar al pobre hombre: ‘Mr. Ali, the other passengers need to rest’, y qué se yo que más. Yo no podía creerlo, pero me estaba muriendo de la risa al verlo”, rió el intrépido intérprete de Contigo, mujer, canción que ganó el OTI en 1980.
A eso de las diez y pico de la mañana, Rafael José llegó a Puerto Rico. En el aeropuerto Luis Muñoz Marín había una multitud esperando al mayagüezano que había ganado el premio OTI.
“Me bajo, y ahí está Manolo Orquiza esperándome con un micrófono. Le digo que en el avión venía Muhammad Ali y me dejó plantado, como comadrona de barrio”, carcajeó, recordando entre risas que “a las comadronas de barrio siempre las buscan cuando va a nacer el niño, pero después que nace las dejan arrollás’. Se les olvidan hasta llevarlas a la casa”.
Ni corto, ni perezoso, el cantante boricua le dio una banderita de Puerto Rico que tenía a Ali, le explicó lo que estaba pasando y a qué se debía la multitud en el aeropuerto.
“Él creía que el recibimiento era para él, y con razón, porque es Muhammad Ali. Le expliqué en mi inglés de la Ponce de León de Mayagüez, que un puertorriqueño había ganado un festival importante de la canción y me abrazó y me dijo: ‘You are as beautiful as I am’. Fue un momento mágico de un solo día”, dijo el cantante.
Aquí el vídeo de la llegada de Rafael José tras ganar el OTI en 1980. Junto a él, en el mismo avión, vino Ali.
Fueron muchas las sensaciones vividas por Rafael José en aquel entonces. Después de todo, “yo, como puertorriqueño negro, llego a mi país después de triunfar en otro sitio, y el más grande del mundo, el que ha vencido todos los obstáculos del racismo, de la discriminación, me dice que soy tan lindo como él, me dice, ‘negrito, te toca a ti ahora’. Imagínate”.
Rafael José profundizó aún más en lo que fue aquel momento, ya enmarcado en la reciente partida del mundo terrenal de Muhammad Ali.
“Aquí en Puerto Rico nos enseñan que no hay racismo, que si ‘vive tu vida contento’ y eso. Incluso, cuando uno lo vive uno no lo reconoce, porque piensa que no puede ser, que no existe. Pero uno crece y se da cuenta. Y te das cuenta que también existe el discrimen contra las personas obesas o las que tienen alguna condición genética. Y el ser blanco o ser negro es una condición genética, tu naces de un color y ya. Ahora que estoy más viejo doy gracias que nunca me limité, aun cuando nunca me di cuenta de muchas cosas. Pero entonces, ahí está Ali, y su ejemplo, para que toda la humanidad lo vea. Ese sí que nunca se limitó y rompió todas las barreras. Fue una bendición estar ahí ese ratito con él”, rememoró pensativo.