
Y cuando despertó Gregorio Samsa jamás se habría imaginado convertido en mexicano. Claro que había chinos o estadounidenses deambulando en los tiempos de crisis, pero en México algunos empezaban a estornudar a la vez que un puerco moría. Después se anunció al primer fallecido humano quien llevaba en el cuello la placa con la inscripción A/H1N1. En la actualidad la cifra de muertos en México ronda los sesenta, según el Informe de la Secretaría de Salud de México. Además, lo que pocos saben es lo inconveniente que resulta excluir a Gregorio Samsa y sus compatriotas de los otros. Porque quizá el presente de todos sería el obstáculo para el futuro, sin importar la geografía. Hacía calor y Gregorio Samsa se comía un helado. En China vivió el cautiverio porque su pasaporte tenía como lugar de nacimiento la Ciudad de México. En Alemania lo vieron sorprendido y le invitaron gentilmente a tomar el fresco. Alrededor de Sudamérica lo señalaron con el dedo. “Viejo cochino”, alguien le dijo. Y si se ganó ese adjetivo es porque una mancha de chocolate cubría el perímetro de sus labios. La realidad es que por varios lugares Gregorio y sus compatriotas son vistos como bichos raros. Al principio Gregorio viajó desde la Ciudad de México a Cancún. En la playa lo vieron como sospechoso al saber su lugar de procedencia. Afuera del país erraba y tras ir a un billar en la playa se estremeció. Cuando empuñó el taco e hiciera una carambola las buchacas mismas evitaban sujetar las bolas que habían tocados sus dedos.
Pero la dimensión estridente de la influenza A/H1N1 reluce a propósito de saber que anualmente mueren entre 30 y 40 mil personas a causa de la influenza en EE.UU. y Europa. Año con año, además, fallecen varias personas por enfermedades crónico-degenerativas. Son enfermedades, estas últimas, silenciosas; pero al parecer es el barullo de la infección lo que le da el sabor de stress al virus A/H1N1 mientras que muchos hipertensos o diabéticos mueren sin agitar mucho las noticias. Gregorio, no obstante, sabe que las medidas del Gobierno mexicano fueron de alto impacto. “Exageradas” para algunos, porque de cierto modo motivaron a una apreciación incorrecta o difusa del extranjero. Gregorio Samsa de por sí metido en el laboratorio kafkiano llevaba una vida más complicada: escuelas, cines, templos, oficinas en su momento cerradas. Y civiles con cubrebocas de cirujano por todas partes daban pie a que en el exterior se calculara un riesgo exagerado. Lo cierto es que la gráfica de los decesos por esta contingencia presenta una disminución de mortalidad que suaviza poco a poco la ansiedad y precipitación de la gente que había al comienzo. De la alerta epidemiológica, la suspensión de clases/oficina hasta eliminar medidas de restricción económica se ha visto un panorama –aunque incierto que gira en torno a la crisis mundial– más cercano a la normalidad.
Gregorio Samsa estaba en Madrid. En la Casa de América le dijeron que no se preocupara, porque “Todos somos mexicanos”. Y no se trata de caer en el exceso, pero sí de entender que en la medida que se dé un entendimiento de lo glocal, mejores serán las medidas de prevención y toma de decisiones en la región y todo el mundo para enfrentar el virus A/H1N1. El virus tuvo su origen en Norteamérica. Denominada “la fiebre mexicana”, “californiana” o “porcina”, entre otros sobrenombres, en realidad tiene una nacionalidad difusa. La globalización de las patologías es tan real como la naturalización de las personas en cualquier sitio. Si bien el origen del virus A/H1N1 es Norteamérica señalar a la parte por el todo es un error porque da pie a que el epicentro de la enfermedad y la información al respecto tomen dimensiones desencajadas. Para muestra hay que recordar que en 1918 Gregorio era apenas un niño pero ya se había convertido en español. Un año después -en la tercera ola de la fiebre “española” morían 40 mil personas. Además, entre guerras europeas parte de la población no sólo caía baleada: también por contagio de la influenza. Y sobre los comienzos de 2000 Gregorio pudo exentar la nacionalidad asiática, al menos en términos formales. Eran los tiempos del SARS y los márgenes de letalidad y contagio eran altos. Alguien desde China podría viajar a Reino Unido, luego a Canadá y en cuestión de horas sin quererlo dejar un triángulo patológico regional bien armado. A la fecha la fiebre “española” ya es parte del pasado que deja la enseñanza de no relajar medidas sanitarias, y, como apunta Juan Ramón de la Fuente, ex funcionario de México, saber que esto no ha terminado todavía. Porque la situación con el virus A-H1N1 es diferente. Sí hay un problema. Sí existen riesgos, pero la contención se ha llevado correctamente. Sí existe potencia de olas/fases de la enfermedad para fin de año y comienzos de 2010 y, sin embargo, las medidas sanitarias son la mejor coraza (y vaya que Kafka sabe que Gregorio Samsa se entera de corazas) ante este problema de salud.
Actualmente al reducir la cantidad de muertos en México e incrementar la frecuencia de medidas de higiene (lavado de manos) se alcanzaría un éxito sanitario. Las medidas profilácticas son una oportunidad de contención para España, Reino Unido o Canadá, los países con índices altos de pacientes con el virus por debajo de México, o para ¡Estados Unidos! que tiene el mayor número de contagiados actualmente. O quizá no tanto porque EE.UU. sin tener medidas tan “macro” como México no es percibido como semillero de la infección. Su imagen glocal no ha sido tan castigada. Al final Gregorio cree que en el momento que las escuelas mexicanas cerraron las puertas se evitó el roce del virus y su posibilidad exponencial de contagio, pero el extranjero pudo intuir una catástrofe sin comprobar la cual ya se atiende y habrá mejores resultados si con México el mundo avanza sobre la misma línea.