¿De dónde surge la risa? “De la desgracia de los demás”. ¿Por qué lo cómico se nos manifiesta a menudo de maneras tan grotescas? “Porque lo que causa risa fácilmente es la desconsideración, el atropello a lo diferente”. ¿Cuánto empeño pone un escritor en su narrativa para hacernos reír? “Los que lo hacen a conciencia probablemente nos den muy poca gracia”. ¿Será la risa más compleja que la tristeza? “Pues, parece que la mayoría de la gente encuentra más grandeza en llorar que en reír”. Esbozadas sólo las interrogantes de manera consecutiva, pareciera como si nos adentrásemos en el foro de una discusión sicoanalista seria. Pero las respuestas ofrecidas, decenas de veces bifurcadas y en la mayoría de las veces no contestadas, lo que provocaron fue carcajadas de todo tipo la noche del sábado durante el Festival de la Palabra en San Juan. Las contestaciones son cómicas en el sentido más serio… Quienes intentan relativizar el asunto son dos de los ‘cuartos bates’ de la literatura hispanoamericana, el peruano Alfredo Bryce Echenique y el puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, moderados por el sacerdote y poeta puertorriqueño Ángel Darío Carrero en el diálogo titulado Humor e ironía en la literatura. Desde el inicio del coloquio el público se veía presto y ansioso de reírse. De hecho hubo una graciosa intervención atmosférica, ya que la lluvia se manifestó en el minuto exacto en que Carrero tomaba el micrófono para dar la bienvenida al diálogo. Un escenario cómico de preámbulo a lo que auguraba risas. El típico corre corre de gente que a la buena y a la mala se acomodaba bajo las carpas; los técnicos acelerados protegiendo los equipos; las encopetadas y los estirados tuvieron que ponerle empeño a sus ‘batatas’ y echar a correr. Así como los niños juguetones fueron halados a permanecer quietos. Pero la concurrencia estaba de buen ánimo. Locos por reír. Cualquier gesto de Bryce o ironía de Sánchez eran motivos marcados para carcajear al unísono y a destiempo; para el disfrute como te viniese en gana porque tanto uno como el otro es ingenioso, culto y parece gozarse la vida sin desayunar ‘egos revueltos’ como dijo en vacilón el escritor Santiago Gamboa en una entrevista realizada en días pasados durante el Festival. Hacía referencia a un chiste de escritores. El repaso de la risa La risa… Ese deseado lugar común en el que todos queremos encontrarnos pero que, por su carácter subjetivo, es difícil de homogenizar, fue magníficamente encabullado y vuelto a tirar por ambos escritores en un recuento aleatorio y parcial de grandes textos literarios a través de los tiempos. El humor -coincidieron- es un asunto de observación. Lo que francamente promueve la risa de los dos son los textos en los que se humaniza a los hombres. Como es el caso de las aventuras narradas por Cervantes Saavedra en Don Quijote. La observación antropológica y sensible frente a los demás. No porque la desgracia de otro sea motivo único para reír sino porque de esa mirada se extrae en esencia lo complicado y chistoso de vivir… y de sobrevivir. “Aristóteles dijo que el humor no provocaba ni dolor ni daño, que son mecanismos vulgares y que no pretenden dejar ningún mensaje. ¿Entonces cuál sería el mensaje del Humor?”, indagó con eficiencia Carrero a los ponentes. Sánchez en primer lugar hizo referencia a una conferencia de antaño en la que el cómico nagüabeño Ramón Rivero ‘Diplo’ simulaba caerse en tarima al inicio de su intervención, para repasar que la gente se ríe de la desgracia de los demás. “Antes de comprobar si se está bien, uno mira alrededor para ver quiénes lo vieron y se ríen”, abundó el autor de La Guaracha del Macho Camacho. Cuando te reprimes de los accidentes ajenos, es cuando más risa te provoca presentó el puertorriqueño: “Lo que atenta contra la norma es lo que hace reír”. El público hacía lo propio sin parar. En el fondo todos parecemos saber del origen macabro que existe en la risa. El turno tocó a Bryce y se refirió en primera instancia a La Caverna de Platón, no sin antes aclarar -y aludiendo a la premisa- que a él Aristóteles le parecía un bruto, lo que hizo que el público se desternillase otra vez. “El humor es algo que se pierde en la noche de los tiempos. Está ligado a la observación. Diría que el nacimiento de uno de los tipos de humor se dio cuando, en la cueva Uc se levanta y se pega un cabezazo con la cueva, Oc lo vio y río y se lo contó a Ic”. Las carcajadas continuaron. Pero el autor de Un Mundo para Julius sin mostrar los dientes, recordó y convino a las palabras del escritor español Camilo José Cela, quien otrora reflexionó sobre la risa cruel. “Cuando la boca se abre tanto, los ojos se cierran y los oídos también”. Es entonces cuando no se puede observar ni escuchar”, citó. Por ello el ex Escritor Residente de la UPR, coincidió con Sánchez en que la ironía es mucho más cómica que este tipo de humor. Porque está basada en la contemplación y no necesariamente en la burla de accidentes. Pasaron revista de otro tipo de risas literarias, como las ingeniadas en salón por los burgueses ingleses y franceses con su ‘wit’ y el ‘esprit’. Esto para dar paso a otro de las serios componentes chistoso de la literatura humorística: el matiz de la inteligencia en lo humor. “Nos reímos con el ingenio verbal de Oscar Wilde y de Cervantes, pero Don Quijote no tiene propósitos de dar risa”, resumió Echenique quien bromeó que dichas sus palabras su intervención había concluido. “Yo ya terminé”, vaciló. La risa es un arte inteligente La confraternización y la complicidad que demostraron tanto los escritores como el moderador fue celebratoria. Bryce y Sánchez recordaron maestros literarios como Voltaire, quien -aceptaron- para muchos no es un cómico porque aparenta carecer de profundidad. No obstante la intención del parisino residía en la sátira. Al igual lo hizo el español Max Aub en su día y Bryce repitió: “A los españoles nos gusta reírnos a mandíbula abierta, nos gusta cocinar con sales gruesas, nuestras mujeres son gordas, el humor debe ser violento o no darse”. Sin una coyuntura lineal, más bien guiados por un comentario espontáneo de Sánchez se hizo referencia al movimiento literario del boom hispanoamericano. Premisa que aprovechó muy diligente Carrero para obtener reacciones sobre su aportación al humor. La sinceridad y elocuencia con la que Sánchez reaccionó hizo girar cabezas entre el público: “Fueron pocos los grandes novelistas del boom que tuvieran humor. De hecho, parecían reaccionarios”. Se refirió a Mario Vargas Llosa como un militante del mal humor “serio y apretado”. Lo que arrancó varias risas esporádicas, pero no la uniforme y constante que caracterizó la charla. Por su parte Bryce dijo que el humor tiene que entrar a gritos y romper puertas. Que convendría a algunas personas entrar a una taverna, lo que provocó un momento hilarante entre los oyentes. A la inversa hablaron de lo que les “enferma” en el caso de Sánchez y le “deprime” a Bryce: los comediantes que “quieren” hacer reír y los autores que intentan escribir algo cómico. “No me interesa ver la mueca, el grito, el cambio de voz tontuelo, quiero que me hagan reír desde adentro, a pesar de ellos”, expuso Sánchez sobre los ‘cómicos’ al tiempo que reflexionó que nunca se ha sentado a escribir un texto humorístico. Que tal vez lo que provoque risa de sus libros no responda a una “formación escritural sino a su deformación existencial”. “Mi mirada hace que me fije en lo grotesco, deforme, extraño. Quizás puede ser irónica, pero no tiene porqué serlo”. De modo retórico ambos cuestionaron por qué la mayoría de la gente cuenta entusiasmada cuando un libro los hace llorar y por lo bajo -como restándole méritos- cuando un buen libro los hace reír. “Es como si llorar dignificara y no la risa”. Bryce prefirió utilizar una vez más la metáfora de la puerta para referirse a lo cómico. “La puerta abierta es el humor, el drama es a puerta cerrada”. Y aclaró que lo chistoso viene con armas, “lo puedes esperar, sin embargo el humor y la ironía vienen desarmadas y pueden tener el mismo o mejor efecto. “Uno se sienta a escribir un libro con humor y fracasa. El humor es espontáneo, no tiene recetas ni fórmulas. Si escribo uno pensando en el humor no lo recomendaría… o me lo pasaría muy mal”. Al cabo de los 90 minutos que duró la charla la concurrida audiencia parecía haber quedado satisfecha, rostros relajados en su mayoría, pero siempre quedaron almas concurrentes que pedían más. “¡Otra, otra!”, gritaban y reían desde la carpa izquierda. Como si en vez de un coloquio fuera una sinfonía de risotadas. Esta vez los que no reían parecían haber encontrado un punto de acuerdo con los que sí lo hacían.
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