Hay un paro declarado por los estudiantes del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico hasta el 5 de abril del 2017. Ello no puede construirse como una razón para que los docentes estén impedidos de realizar gran parte de su trabajo. Es decir, eso no le impide a la inmensa mayoría de los docentes del Recinto a realizar muchas de las diversas funciones que componen la tarea universitaria. Me refiero al hecho de que el trabajo docente incluye, además de las funciones de la cátedra vinculadas al ofrecimiento de clases a los estudiantes, realizar investigaciones u otros estudios, publicar, mantenernos en interacción con nuestros grupos académicos-profesionales y divulgar ese conocimiento sirviendo a la comunidad general a través de múltiples actividades, donde podríamos destacar conferencias, seminarios, foros, orientaciones y charlas educativas.
Argumentar que se ha interrumpido la totalidad de las labores docentes es una exageración. Achacar a los estudiantes tal responsabilidad es simplemente mala fe, si consideramos el contexto en el que se declaró este paro y que está motivado por la seria amenaza contra la integridad institucional de la Universidad y de un país intervenido política y económicamente por una Junta de Control Fiscal nombrada por el Congreso de Estados Unidos en la más cruda y reciente versión de colonialismo imperial. A pesar de todo eso, cerrar las instalaciones de la Universidad, irrespectivamente del juicio valorativo del suceso, no limita la creatividad del cuerpo docente y definitivamente no puede detener la productividad de los docentes. Ahora bien, si lo que buscamos son excusas para no trabajar, entonces cualquier cosa puede ser construida como obstáculo. Sería honesto, sin embargo, no culpar a los estudiantes.
Ciertamente, las condiciones materiales del desempeño son afectadas. Se pierde la comodidad y tranquilidad del trabajo realizado en la oficina, los oportunos servicios secretariales, el acceso físico a las bibliotecas y la interacción humana del diario vivir. Eso es cierto e innegable. También lo es, el que ciertas disciplinas necesitan continuar trabajando en sus laboratorios, mas todos sabemos que esa labor no es interrumpida y los movimientos de protesta y de huelga la respetan y permiten el acceso a pie de estos investigadores. Por otro lado, no es caprichoso ni exagerado argumentar que la mayoría de los docentes ni requieren tanto apoyo secretarial y realizan cada vez más sus trabajo a distancia y sin necesidad de utilizar sus oficinas. La realidad es que la labor docente se conforma de tal forma que el tiempo dedicado a la enseñanza, en la mayoría de los casos, es porcentualmente insignificante cuando es comparado con el resto de las responsabilidades de los docentes. Obviamente, la protesta afecta lo administrativo, precisamente esa es la intención al protestar, que la administración sea más responsiva a los reclamos estudiantiles.
Las razones del movimiento estudiantil para decretar el paro son evidentes. No hay caprichos, hay emergencia real. Los estudiantes están protestando los inmensos recortes propuestos contra la UPR. Recortes de $450 millones dispuestos para los próximos tres años. Recortes que se suman a los centenares de millones que el gobierno le adeuda a la Universidad por servicios prestados y hoy quiere que se cancelen como si fueran dos centavos. Esos recortes son equivalente a eliminar una tercera parte del presupuesto universitario y es una suma que sobrepasa todo el presupuesto de los recintos de Bayamón, Arecibo, Ponce, Utuado, Aguadilla y Carolina, en su conjunto. Recortes que colocarían a la Universidad en la no muy prestigiosa lista de las universidades que pierden su acreditación porque no pueden cumplir con los costosos requisitos que impone el proceso. No son los estudiantes con su justificada protesta sino los injustificados recortes, los que ponen en peligro la re-acreditación de la Middle States. Eso es lo que comunica la agencia acreditadora en su carta.
Las acciones de los estudiantes coinciden con un silencio sorprendente de la inmensa mayoría del cuerpo docente de la institución que no sólo languidece en la desesperanza sino que critica a los estudiantes por defender no sólo la Universidad, sino por recordarle al país que en este estado de emergencia hay que defender a los más pobres y vulnerables, que ciertamente no se limitan al estudiantado pobre del Recinto.
Hace unos días, el claustro del Recinto de Río Piedras acogió una moción del Senado Académico que solicitaba la celebración en el Recinto de un Congreso Multisectorial para discutir la crisis fiscal y proponer alternativas. Lo peculiar de esa resolución es que la misma pretendía que los estudiantes abandonaran su derecho a protestar o lo que es lo mismo, que lo acomodaran a la pretensión de algunos docentes de garantizar un acceso irrestricto a los salones de clase. Obviamente, los estudiantes no aceptaron tal pretensión, aunque estaban dispuestos a que se celebrara la actividad en las instalaciones, si se mantenían cerrados los salones, no se ofrecían las clases y se entrara al recinto a pie. Más flexibles no se puede ser cuando uno está protestando. Protestar es un derecho en la democracia, especialmente cuando el Estado oprime a los ciudadanos y eso es precisamente lo que está sucediendo en Puerto Rico.
Muy conveniente para los que quieren acallar a los estudiantes resultan las acciones del Claustro y el Senado Académico en estos momentos. Ambos cuerpos quieren celebrar un Congreso ahora, aunque en términos generales se han mantenido silentes, como cuerpos, ante la nueva situación, tanto de la Universidad como de nuestro archipiélago. Eso sí, muy efectivos han resultado para boicotear las acciones de los estudiantes y confundir más a nuestro pueblo. De hecho, los docentes, los no docentes y todo el pueblo deberíamos sumarnos a los estudiantes. Ellos nos recuerdan que es necesario defender en la calle aquellos derechos laborales, civiles, sociales, económicos y culturales que nos quieren arrebatar con nuevas y extendidas medidas de flexibilidad laboral y austeridad.
Mucho podríamos aportar los docentes con nuestros escritos y nuestras investigaciones para atender la compleja situación que enfrenta nuestro país. Eso irrespectivo de nuestras disciplinas. Ahora bien, la Junta fue impuesta desde septiembre pasado y ni el Senado Académico, ni el Claustro han sido sistemáticamente afirmativos en defender la Universidad. Las resoluciones son importantes, pero es necesario hacer mucho más. Si fuéramos agradecidos, aceptaríamos que en la protesta estudiantil se recoge la defensa de nuestros derechos, los de la jornada de trabajo, los de integridad del salario, la defensa de las pensiones y muchas otras cosas más. Lo mismo aplica a los derechos sociales y ciudadanos de nuestro pueblo.
Los estudiantes universitarios están poniendo todo en riesgo, incluyendo sus becas. Están dando una lección de civismo. Están cumpliendo una determinación tomada en una asamblea estudiantil que fue más representativa y que estuvo de acuerdo a la reglamentación. Cosas poco comparable con nuestra propia asamblea del Claustro. No he visto a nadie criticar la aprobación de la conveniente moción del Claustro, aún cuando sólo alrededor de 700 docentes votaron (sumados los votos a favor y en contra) por la misma. Tampoco que estos colegas se quieran abrogar la representación de todo un cuerpo docente que no tienen y se lancen a criticar a la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU), que aunque sólo representa a sus miembros, lo hace con el aval del sistema comprensivo de relaciones del trabajo.
He escrito este artículo en la acera de la Ponce de León, junto a los estudiantes.
Aquí me conecté a la internet de la UPR sin mayor problema. Nadie ha impedido que realice parte de mi trabajo. El que quiere trabajar puede hacerlo, aunque las condiciones no sean las más óptimas. El que tenga oídos para oír, que escuche. Y si tan insultante le resulta la lucha de los demás, haga un análisis científico, exponga su oposición y dejemos de repetir como papagayos los rumores de sanciones que se repiten todos los días. No es la ponderación científica sino el miedo el que guía la las acciones de la cátedra. Recordemos que la moratoria en que se encuentra el Recinto en relación a la acreditación es un asunto viejo y motivado por otros incumplimientos. Los estudiantes merecen nuestros respeto y solidaridad, no nuestros reproches. Dejemos de condenar la lucha que intentan los demás y defendamos a la Universidad que hemos servido en los últimas décadas.