El cielo parecerá sábana. Las hojas no danzarán, y las ramas que siempre nos han sostenido comenzarán a sentirse distintas. Acabará la primavera. La templanza amarrará el firmamento. No habrá sol, pero habrá viento. La calma deshabitará las alas, y tocará volar. Sin haber trazado todas las rutas y sin otro aparato de aviación que el instinto, elevarse por algún tiempo desde, para y por, la fe en el vuelo. Dejarse arropar por nubes, y guardar en el cuerpo una pizca de ilusión que sea, en esencia, lo mismo que volver a ver las hojas danzar. Eso. Volar.