Iniciamos el segundo round de esta serie a lo Tommy Hearns y Marvin Hagler: zumbando combinaciones de izquierda y derecha con todos los powers posibles. Ya pasamos por la goma la crisis por la que atraviesa el deporte borincano. No obstante, en aquel primer capítulo sonó la campana y nos quedamos en la antesala de la discusión sobre Iván Rodríguez y su rol de cabildero en Washington D.C., en pro de la anexión de Puerto Rico.
Y dijimos que el caso de Rodríguez no es cosa nueva. Que, por ejemplo, en 1964 Roberto Clemente Walker endosó la candidatura a la gobernación de Roberto Sánchez Vilella y que en el 1960 Jackie Robinson apoyó a Richard Nixon y al partido Republicano frente John F. Kennedy. Además, mencionamos el caso del excandidato a la gobernación del Partido Popular Democrático (PPD), David Bernier.
Es decir, le dimos una probadita al hecho de que los atletas han sido figuras políticas hace años. Ahora, ¿por qué el deporte sigue siendo visto como un escenario ajeno a los intereses políticos? ¿Por qué la insistencia en desligar el deporte de las esferas gubernamentales? ¿Acaso no son fenómenos que caminan de la mano o que, al menos, lucen como los puños de Tommie Smith y John Carlos en el podio de los Juegos Olímpicos de México 1968?
¿Usted se ha puesto a pensar sobre la soberanía deportiva y la identidad en el marco de nuestra condición colonial? ¿No cree usted que el deporte en Puerto Rico es algo más que entretenimiento, recreación y espectáculo?
De acuerdo con el historiador del béisbol, Jorge Colón Delgado, no hay una respuesta clara para esos cuestionamientos. Sin embargo, aseguró que no tiene duda de que, en el caso del exreceptor boricua, no hay intenciones negativas tras su participación en el equipo de cabildeo que próximamente se lanzará al terreno de juego en el Congreso norteamericano.
Para Colón Delgado, al igual que los intereses de Clemente, Robinson y Bernier, los de ‘Pudge’ tienen como fin aportar a la situación del país. Simplemente, nos dijo, es una manifestación más de un puertorriqueño interesado en resolver un asunto político de gran importancia para Puerto Rico.
Según el historiador, la discusión que se ha desarrollado alrededor de la figura del, considerado por muchos, mejor receptor de todos los tiempos es un reflejo del desconocimiento de la historia y de la desconexión que se ha generado entre el escenario político y el deportivo a través de los años.
“Yo soy de los que pienso que a estas alturas nadie va a votar por un ideal para hacerle daño a su país. Tenemos que aprender a escuchar y a respetar la opinión de los demás. Yo no puedo criticar a Iván por su ideología. Yo admiro al pelotero. El problema de Puerto Rico es que no se conoce la historia. Las celebridades utilizan su fama para impulsar causas. Ahí está el ejemplo de Carlos Delgado y el ‘God Bless America’; el de Clemente; el de Robinson. Esto de Iván no es algo de ahora”, afirmó Colón Delgado, quien destacó, además, que no puede condenar a nadie que decide envolverse en causas sociales y que asume responsabilidades que muchas veces desembocan en duras críticas.
“¿Quién soy yo para condenar a ese hombre, porque es un hombre, un ser humano, por querer impulsar una causa? Tenemos que leer y ver el pasado. Si nosotros supiéramos de nuestro pasado esto no nos tomaría por sorpresa. Aquí la malacostumbre es que nos pasamos repitiéndo eso de que los estadistas son vende patria, los independentistas comunistas y los estudiantes unos pelús problemáticos. Tenemos que cambiar eso”, añadió.
Deporte, identidad y ¿nación(alismo)?
Pero volvamos a los cuestionamientos iniciales. Más allá del escándalo que desató la decisión de Rodríguez, ¿es válido inferir que en Puerto Rico —en la colonia— el deporte, la identidad y lo nacional(ista) son elementos alineados y que el pueblo ve en el deporte un bastión de resistencia y movilidad cultural?
Cuando le preguntamos al profesor Juan Hernández García, el historiador del Recito de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP) no titubeó. Y nos dijo que el contexto colonial de Borinquen ha abierto la posibilidad de otras nociones de identidad que rompen con el modelo tradicional del estado nación. En ese sentido, Hernández García se cuestionó qué significa ser puertorriqueño en el siglo XXI.
“En los ‘90s mucha gente hablaba en Puerto Rico del nacionalismo light, que podía convertirse, incluso, en objeto de consumo. Quizá, hoy podríamos hablar de que [ese nacionalismo] es solamente un objeto de consumo. Y claro, eso [el nacionalismo como objeto de consumo] no tiene que ver con que alguien se sienta o no orgulloso o patriótico. Creo que es un error verlo de manera valorativa, como bueno o malo”, comentó.
“[Por ejemplo], el Team Rubio es una selección nacional, pero para un proyecto de Major League Baseball (MLB) que busca vender su producto alrededor del mundo. Es el equipo nacional de Puerto Rico con jerseys y gorras disponibles para la venta en todos lados, con derechos reservados en WAPA 2 y con jugadores y coaches haciendo anuncios para T-Mobile. Y no es que el Team Rubio sea pana de José Carrión III ni nada por el estilo, es que pienso en las líneas de las películas de Batman, que es el súper héroe que solamente puede existir en el contexto de una ‘ciudad podrida’. [O sea, en el caso del Team Rubio o las representaciones nacionales en el deporte boricua], en una sociedad que puede ser puertorriqueña [en el marco de la crisis colonial] y a la vez no nacional(ista)”, añadió el académico, al ofrecernos una analogía sencilla, cuyo objetivo es resaltar que –en cierta medida– el fenómeno nacional(ista) en el deporte es mucho más complejo que la identificación colectiva con los colores patrios, así como con la algarabía del espectáculo.
De igual modo, Hernández García confesó que resulta interesante el hecho de que el tema del deporte no ha sido relevante en las discusiones políticas recientes. Y mencionó como ejemplo el caso del plebiscito del 11 de junio, donde el Partido Nuevo Progresista (PNP) fue la única colectividad participante.
“Si te das cuenta, ni una palabra sobre el deporte en toda la campaña. Quizá, lo importante es pensar qué significa patriotismo y nacionalismo en Puerto Rico en el contexto presente, no solamente en el caso del deporte. Definitivamente, la medalla [dorada] de Mónica Puig y el fenómeno del Team Rubio plantean una noción de identidad y comunidad. [Pero] habría que pensar —de nuevo— qué comunidad e identidad. ¿Una que puede ser puertorriqueña y a la vez no nacional(ista)?”, se cuestionó.
Urge volver a la raíz
Como reseñamos ayer en el primer round, el deporte no está exento de los fenómenos y dinámicas que se desarrollan en los diferentes escenarios sociales. Y la identidad es parte de ese banquete.
Para cerrar esta discusión, sacamos de la banca al profesor Fernando Aybar, quien aceptó tomar el balón y meterlo de afuerita, como Reggie Miller.
De acuerdo con Aybar, actualmente el deporte tiene la oportunidad de convertirse en protagonista mediante la formación social, necesaria para afrontar cualquier crisis y evolucionar en todos los aspectos.
El educador del Departamento de Educación Física de la UPRRP nos aseguró que la sociedad puertorriqueña necesita romper con el conformismo y con la “mala costumbre” de copiar modelos norteamericanos que no responden a las realidades comunitarias de Borinquen.
“El Copur utiliza los valores olímpicos para recibir dinero. Sin embargo, esos valores olímpicos hay que trabajarlos. Alguien tiene que introducirlos e inculcarlos en la juventud. Eso no es solamente para usarlo como un logo o una propaganda para que luego McDonalds, Coca-Cola y T-Mobile digan que contribuyen económicamente, mientras se quedan a un lado los valores, la identidad y la educación. Aquí [en Puerto Rico] dejan a un lado los valores olímpicos para vender una marca. Y no salimos de ese conformismo, de la ilusión de que tenemos a Javier Culson y que logramos una medalla de oro olímpica con Mónica Puig”, soltó el académico.
Según nos manifestó el profesor, cuando nos aventuramos a pensar en los diferentes fenómenos que están pasando en el deporte del patio tenemos que ir etapa por etapa. Por ejemplo, detenernos a pensar críticamente el deporte infantil.
Aybar señaló que antes había mucho voluntariado. Igualmente, expresó que había una gestión importante que salía de los municipios y también de las aportaciones de otras organizaciones. No obstante, indicó que esa cadena que antes absorbía la demanda de aquel entonces, ahora se ha transformado en clubes que operan como empresas, aunque se hacen llamar agrupaciones sin fines de lucro.
“Los padres pagan, hay dinero envuelto. Ese dinero es el producto de la inversión de los papás y mamás que buscan un servicio para sus niños. Esa etapa no funciona si los padres no aportan económicamente. Ahora han aparecido academias y clubes privados. Quizá ese fenómeno tuvo buenas intenciones en un principio. Pero esa gestión se transformó a un intento por crear una imagen de deporte profesional. Y al estar el dinero envuelto en todo este proceso de intercambio económico, pues nace una misión corporativa, una visión de empresa, cuando en realidad estos grupos deben asumir una visión formativa, porque la etapa primaria es educación”, puntualizó.
Para Aybar, la raíz del problema con el deporte puertorriqueño está en el proceso de formación y en la etapa infantil, donde –a su modo de ver– se ha comercializado la enseñanza de cada disciplina. Por tanto, dice, es momento de entender que el dinero y los valores olímpicos o deportivos, no mezclan en esta etapa del juego.
“Mira, luego de celebrar esa medalla de Mónica Puig tengo que confesar que no pasó mucho tiempo para que me entrara rabia. Rabia por los que aplauden y han utilizado el deporte para lucrarse. Rabia por los que aplauden y están dispuestos a renunciar a su identidad puertorriqueña. Rabia con los que aplauden y son los primeros en quitarle el dinero al deporte para dárselo a otras cosas. Yo quiero otro deporte. Muchos puertorriqueños y puertorriqueñas deseamos otra cosa, otro proyecto social que hace falta y que se debe estar trabajando”, sentenció.
Si una cosa debe ser resaltada es que, a fin de cuentas, por más tiempos técnicos que pidamos en Diálogo, usted es quien tiene el tiro final para decidir este partido cultural. En ese sentido, este balón es suyo. Así que procure no dar falta ofensiva, porque mire que el juego está cerrado y en esto de la crisis –le recordamos– no hay tiempos extras.