Si hay una actividad que caracteriza el estereotipo masculino que distingue al jazz son las sesiones de “jameo”. En estos espacios la improvisación y la interacción es central entre los y las intérpretes.
Es muy probable que mucha gente imagine estas dinámicas entre hombres, soltando notas musicales una tras otra al tiempo que van reventando en energía y emoción. No solo eso: también es común que, en la faena de improvisar, a quienes se invoca como dioses del jazz son hombres propiamente.
Brenda Hopkins ayuda a sus estudiantes mujeres a batallar esa noción todos los días. Hopkins –para quien el piano se ha convertido en una parte esencial de su ser– aconseja a sus estudiantes a no sentirse intimidadas en los jam sessions. La educadora siempre intenta emitir fortaleza y confianza en sus alumnas. Más que nada, Hopkins desea que ellas entiendan que sí hay espacio para las mujeres en el jazz.
“Parte de mi responsabilidad con mis estudiantes, sobre todo con mis estudiantes mujeres, es demostrarles que se puede porque yo lo estoy haciendo”, reiteró.
Aun así, el jam session puede ser una experiencia intimidante para cualquier persona sin distinción de género. Así lo describió la saxofonista Janice Maisonet, integrante de la agrupación Émina. Para Maisonet, en su primer jam session sus compañeros varones “estaban igual de asustao’s” que ellas. Aunque su experiencia en estas sesiones fue mayormente positiva, “el ambiente de jam session tradicional es bastante macharrán”, dijo la intrépida instrumentalista.
Para su compañera Alexandra Rivera, el asunto de que sea subestimada por ser mujer es otro cantar. La artista está acostumbrada a que lo hagan, y más bien, le encanta. “Eso me da una motivación. Me da una fuerza para decir ‘ahora sí que voy a practicar y voy a hacer esto y lo otro para llegar aquí y ver si piensas lo mismo'”, aseguró.
En el jazz, donde los instrumentos se vuelven extensiones de sus intérpretes, cualquier persona está invitada a participar sin importar su género. La finalidad, después de todo, es lograr una nota tras nota. Empero, si la ejecución sirve para desmitificar estereotipos y roles que laceran un espacio en teoría inclusivo, mejor, apuntó la antropóloga Bárbara Abadía Rexach.
Expulsan el machismo de las clases
Si bien las mujeres instrumentistas o músicas han ido aumentando con el devenir de los años, aún quedan brechas por aminorar. En el Conservatorio de Música, por ejemplo, la matrícula de estudiantes en el bachillerato de música está constituida en un 61% por hombres y un 39% por mujeres. Ahora bien, específicamente para el jazz, el Taller de Jazz del Departamento de Música del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPRRP) cuenta con 20 estudiantes matriculados. De estos, solo seis son mujeres: cinco son cantantes y una trompetista.
El profesor y también bajista Sammy Morales recordó que hace unos años tuvo tres saxofonistas mujeres en el Taller de Jazz que dirige, entre ellas Janice Maisonet y Zuleyka Martínez, quien ha tocado con Luis Fonsi y la orquesta de Ángel ‘Cucco’ Peña.
Morales, quien es también líder de su propio quinteto de jazz, reconoció que puede haber un elemento de machismo que explique el porqué no hay tantas mujeres instrumentistas. Especialmente, cuando “la familia no auspicie que se toquen estos instrumentos de música popular”.
Aunque entiende que es más fácil encontrar violinistas o pianistas mujeres, Morales adujo que en la actualidad se van viendo más saxofonistas, trompetistas y bateristas. Para ilustrarlo a nivel mundial, utilizó de ejemplo a la baterista estadounidense Terry Lynne Carrington. Como si fuera poco, Maisonet, al graduarse del Conservatorio de Música en el 2012 se convirtió en la primera mujer en completar el bachillerato de jazz en saxofón. Amarilys Ríos, quien es la percusionista del grupo Émina, hizo lo propio con su instrumento en el 2015.
Para el periodista y experto en el tema Rafael Vega Curry es necesario enfatizar y dar a conocer las aportaciones de la mujer en el jazz, pues esto redundará en más mujeres vislumbrándose interpretando un género que desde sus inicios ha sido dominado por hombres.
Para ello, Vega Curry utilizó como ejemplo la figura de Mary Lou Williams, quien fuera pianista, compositora y educadora desde mediados de la década de 1940.
“No tengo la constancia de que en las escuelas se enfatice la figura de una Mary Lou Williams, pero si no lo hacen, deberían estar haciéndolo”, señaló.
Durante sus años cursando en el Conservatorio de Música, Rivera reconoció que su profesor Hommy Ramos fue quien le habló por primera vez de Williams. Sin embargo, tanto Maisonet como Ríos reconocieron que mientras estudiaban sus respectivos instrumentos ningún profesor les habló o enseñó sobre alguna figura femenina histórica del jazz.
Hopkins coincidió en cuanto a la escasa exposición que tuvieron las figuras femeninas en sus currículos musicales.
Y es que, en palabras de Eduardo Galeano, la mujer “ha sido condenada a los suburbios de la historia”. De ahí que una solución sea encaminar una educación que revierta estos paradigmas.
Rivera no tiene reparos en aseverar que en las universidades se estudian épocas machistas, en las que se escribió poco o nada sobre las mujeres.
Sin embargo, entiende que “ahora estamos aquí en el presente pues entonces hay que enfocar en lo que pasa ahora. Ahora hay un montón de mujeres tocando en todas partes del mundo” tales como la bajista y cantante Esperanza Spalding, la directora musical Maria Schneider, la guitarrista Mary Halvorson y la pianista Rachel Eckroth.
Sigue la serie Ellas en el Jazz.
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Ellas en el jazz: derribando estereotipos musicales en las aulas
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