Despierto con la triste noticia de tu muerte… Atesoro en mi memoria muchísimas anécdotas y diálogos contigo. Polifacético, complejo y profundo, fuiste maestro de maestros; una enciclopedia, decían tus estudiantes. Contigo, siempre se aprendía algo nuevo o diferente.
Desde que te conocí, 30 o más años atrás, insertaba en mis clases alguna enseñanza, anécdota o recuerdo de nuestras enriquecedoras conversaciones. Fuiste modelo y ejemplo de lo que muchos aspiran ser, un profesor completo, un educador comprometido y disciplinado, un honorable profesional. Sobre todo, fuiste un ser humano asequible, humilde, justo y bueno.Como el azúcar a las abejas, doquiera que ibas atraías un grupo de personas con deseos de compartir contigo y tu conocimiento.
La muerte fue siempre nuestro tema de mesa, salones y pasillos. Nada morboso ni triste sino ilustrativo y edificador porque bien decías que los muertos, y entre ello el culto a nuestros antepasados, nos ayudaban a comprender mejor la humanidad, sus problemas y sus logros. Enfatizabas en el trato sensible y respetuoso a los restos humanos acentuando la dignidad de todo ser humano del pasado y presente.
Aportabas dialógicamente con entusiasmo desde tu perspectiva de tu extraordinario conocimiento y experiencia en la Antropología Forense, siempre combinando tus pasiones por la ciencia y la historia. Yo hacía lo que podía desde la Psicología, pero siempre lograbas traer algo definitivamente nuevo, un abrir de ojos, una nueva información o perspectiva. Como buen educador, abrías caminos de cuestionamiento y curiosidad.
Recuerdo tus famosas conferencias, “Cuando los muertos hablan”, que tenazmente educaban en la necesidad de humanizar sus vidas e historias. Fuiste mi mentor, asesor y fuente de inspiración para mi disertación doctoral sobre la construcción social de la muerte.
Me honraste siendo panelista-reactor en la presentación de mi primer libro sobre el tema y, allí mismo, educaste al auditorio en la necesidad de hablar de “muertes” en plural, y no en singular, porque cada ser era único en sus condiciones de vida y muerte.
Fuiste así para todos tus estudiantes, colegas y comunidad. Te nacía educar. Te inspiraba investigar. Te satisfacía conocer. Te ilusionaba proponer. Y así, tuviste una vida llena de planes y propósitos sin que nada ni nadie jamás te pudiera desviar de tu norte.
Pocas personas logran trasmitir bien la importancia del amor por la vocación y el llamado al debido cumplimiento con el trabajo. Honraste bien tu trabajo como antropólogo forense y educador. Fuiste ese tipo de persona que una dejaba de ver por cierto tiempo y, al recuentro, podías retomar los asuntos como si hubiéramos hablado el día anterior. Indubitablemente, esperaré encontrarte en alguna universidad o actividad. No mueres porque vives. Hay gente que nunca se va porque siembran eternidad.
Tu muerte ha sido a destiempo y quizás por eso duele tanto. Era mucho lo que te quedaba por hacer a pesar de haber hecho más de lo que muchos otros hacen en una vida larga. Quedan en el aire nuestros planes de crear un curso transdisciplinario en educación para la muerte. Estoy segura que dejaste planes similares pendientes en muchos de los que te conocieron porque bien sabías que una sola vida-persona no da para tanto conocimiento.
Fui testigo de tu poderosa convicción de fortalecer las ciencias forenses en Puerto Rico décadas antes de aceptar dirigir el Instituto de Ciencias Forenses. Comprendo que precisamente por ello trataste de ayudar a solucionar los graves problemas del instituto aun poniendo en peligro tu reputación profesional al exponerte a los insalubres juegos políticos-partidistas de nuestro país. María y tu enfermedad impidieron que pudieras dar bien esa batalla. Pero lo intentaste.
Hoy no podemos encontrarnos para hablar, tomándonos un buen café, de hallazgos antropológicos, ni ritos mortuorios, creencias, teorías ni propuestas investigativas, pero puedo celebrar tu vida y agradecerte el extraordinario logro de sacar lo mejor en muchos de nosotros; el amor y deseo por el continuo saber.
Como bien dijiste tantas veces, los muertos enseñan cosas importantes a los vivos. Misión cumplida, querido profesor. Lo lograste en vida y seguirás cosechando sabiduría desde la muerte. Hasta luego Edwin, hasta esa futura conferencia-experiencial en la que todos y todas tenemos cita para llegar al mismo estado y condición de muerte con la que dejamos atrás esta interesante vida.
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La autora es profesora universitaria y psicóloga clínica y social-comunitaria.
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Nota de la Redacción:
El doctor Edwin Crespo Torres falleció a finales de enero del año en curso tras una ardua batalla contra el cáncer.
Crespo Torres se desempeñó como catedrático asociado en el Departamento de Sociología y Antropología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPRRP). Comenzó sus estudios universiatrios en antropología en la UPRRP, donde culminó su bachillearto.
Luego cursó estudios graduados en Arizona State University y en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde realizó su doctorado, tras el cual se convirtió en el único único antropólogo forense en Puerto Rico y el Caribe.
Fue coordinador del Laboratorio de Antropología Forense y Bioarqueología.
Sus intereses académicos principales eran: Antropología Forense, Bioarqueología, Prácticas Mortuorias (Caribe y Mesoamérica) y Paleopatología
Entre sus publicaciones más destacadas figuran: “Identificación Antropológica Forense de Personas” (2016); “The study of Pre-Columbian Human Remains” (junto a Hayley L. Mickleburgh y Roberto Varcárcel Rojas); y “Bioarchaeological evidence of ancestor worship from Paso del Indio: Anarchaeological site in the island of Puerto Rico”.
Se añaden a esta lista “Antropología Forense” y “Evidence of precolumbian treponematosis from Paso del Indio: An archaeological site on the island of Puerto Rico”.
En enero 2017 fue nombrado comisionado del Negociado de Ciencias Forenses, cargo al que renunció al poco tiempo de ser confirmado en junio de ese año, debido al desarrollo de su enfermedad.
A mediados de la semana pasada el rector interino del Recinto de Río Piedras Luis Ferrao envió una comunicación interna expresando sus condolecencias a la familia de Crespo en nombre de la comunidad universitaria a la que el antropólogo forense perteneció por muchos años.
La carta resalta que Crespo se distinguió tanto en Puerto Rico como internacionalmente. Además, realizó notorias colaboraciones con el Centro de Investigaciones Arqueológicas de la UPR. También señala que Crespo Torres se destacó como servidor público colaborando con agencias gubernamentales estatales y federales.
¡Qué descanse en paz este gran universitario!