Los pueblos de Andalucía son de vida alegre, de un sol brillante, de grandes llanuras verdes cultivadas, donde en cada amanecer rebaños de ovejas circulan por caminos sin embrear dirigiéndose al campo en el que agricultores recogen a mano los frutos de la tierra. Y en este contexto tradicional y de costumbres artesanales, no sé cómo explicarle a mi anciana abuela, primero, quién es Jan van Dijk, y segundo, que no hay necesidad de ir a la oficina médica cada vez que se le acabe un medicamento. Sería un atrevimiento pero a la vez un placer, invitar a Manuel Castells a casa de abuela para que le explique, mientras se toman un café, que la sociedad desde unas décadas para acá ha sufrido una revolución tecnológica lo suficientemente grande como para evitarle el desplazamiento, a su edad, por una receta médica porque con un celular conectado a Internet la tiene en casa al momento.
No estaría mal la idea, tener una charla distendida y también prestarle mis oídos, al quinto sociólogo más nombrado en el mundo mientras conversa con mi abuela sobre términos como Informacionalismo y la sociedad red, cuando lo más que entiende ella de red es la que usa en el pelo cuando se pasa el blower ya que tampoco en su vida ha ido a pescar con redes. Pero supongo que la paciencia entrenada a lo largo de años de docencia de Manuel Castells y el gran interés de mi abuela por hacerle estar como en casa haría que los astros se alineasen para que ella comprendiera, a sus 90 años, las explicaciones del profesor.
La integración de tecnologías digitales de información y comunicación están haciendo emerger una estructura social en red que casi le permitiría a mi abuela tener un médico virtual en casa para el cuidado de su salud. No es que los descubrimientos lo hayan conseguido los científicos del pueblo para que mi abuela no tenga que ir al médico por su receta; el avance se está consiguiendo globalmente en todos los ámbitos de la existencia humana, desde la salubridad, el trabajo, la cultura, la política, la educación, el transporte, hasta el ocio y el entretenimiento. No me imagino la cara de mi abuela cuando Manuel le hablara de la transformación multidimensional del mundo basada en una economía de carácter informacional, global, y donde Internet es la clave democrática gracias a la horizontalidad jerárquica de sus nodos. Desde un análisis marxista, la sociedad de redes cambia la forma de relaciones de producción, de hegemonía y poder y redefine la concepción del mercado de trabajo, la cultura, la política…
Reconozco que he subestimado su capacidad pues cuando le conté mi idea me preguntó si con todo eso de lo que le hablaría Don Manuel podía mejorar su salud aunque fuera a través de una computadora. En realidad, ni un médico virtual, ni el informacionalismo, ni la sociedad red van a sanar las enfermedades de mi abuela, pero pueden ayudarla a paliarle algunas deficiencias. Quizás debiéramos salvar algunos desequilibrios de la pequeña brecha tecnológica que se pueda sufrir en ese pequeño pueblo de la Andalucía profunda, tales como pueda ser la falta de conocimiento en el uso de computadoras por parte de los sectores más ancianos. Porque eso sí, buenas líneas telefónicas con ADSL tenemos y computadoras que no necesitan una manivela o una tanque de gas para funcionar como las que se quieren enviar a África también. Electricidad en nuestras casas tenemos desde hace unas décadas. Gracias a Dios.
Como decía, ningún médico virtual va a devolverle la eterna juventud a mi abuela de 90 años pero de alguna forma los sistemas de salud no son ajenos a las innovaciones tecnológicas de la sociedad red y pretenden adaptarse a los nuevos usos y retos que se plantean. Estaríamos en la transición de la “era industrial de la medicina” a la “era de la información de la medicina”, donde el informacionalismo es relevante. Los paquetes de información y conocimiento sobre salud ya no están monopolizados por los profesionales o las instituciones; la producción del conocimiento médico, al estar mediada por las tecnologías digitales, facilita que el propio paciente pueda convertirse en productor y difusor de conocimientos. De esta forma, puede llegar a hablarse incluso de una reconfiguración de los roles profesionales e institucionales, las prácticas médicas, la percepción del enfermo y la propia conceptualización de la enfermedad y de la vida (Brown & Webster, 2004; Webster, 2006). La sociedad de red en salud exige incluso la convergencia multicanal integrando teléfono, mensajería de texto, Internet y televisión para la atención médica a pacientes.
Concretemos algunos ejemplos de la sociedad de red en los sistemas de salud. Han surgido nuevas maneras de acceder a esta información sean por Free and Open Source Software, que mejoran la calidad de la atención, el cuidado y el autocuidado en las enfermedades de tipo crónico; entiéndanse los programas de telemedicina que se usan en las zonas rurales de Latinoamérica. Son muchos las webs de salud tanto de iniciativas privadas como de gobiernos donde el usuario puede hacer consultas sobre salud (ForumClinic.com, HealthCare.com, OrganizedWisdom.com, entre otros).
Surge así un nuevo concepto en salud: el paciente informado, experto en su enfermedad y con capacidad de intervención y actuación en las decisiones del sistema sanitario. Se da el caso entonces de que los pacientes llegan a la consulta médica con información previa sobre sus síntomas que comparten con el médico y debaten su posible diagnóstico. Este hecho, en muchos casos, conlleva importantes riesgos pues no siempre la información a la que tiene acceso el paciente es correcta o bien interpretada, lo que puede perjudicar seriamente la relación médico-paciente. Una encuesta realizada por Google España en 2007 muestra que cerca del 80% de la población utiliza Internet para saber más sobre salud, siendo los principales objetivos de su búsqueda la educación sobre temas de salud, decisión sobre el tratamiento a elegir, y entendimiento del estado y el tratamiento aplicado. Continuando con España, las innovaciones implícitas a la sociedad de red han activado la aparición de conceptos como el de “atención centrada en el paciente”, ya que este se presenta con mayores expectativas, permitiendo, a su vez, la introducción de la “medicina preventiva” y la “medicina del bienestar”. La integración de las tecnologías de información y comunicación en el sistema de salud español también ha logrado superar retos en tres ámbitos: provisión, gestión y financiación de los servicios médicos, manifestándose en casos como la eliminación de las diferencias existentes entre los servicios de las distintas comunidades autónomas. También ha mejorado la accesibilidad burocrática a estos servicios y se ha reducido el tiempo de espera en las oficinas médicas y hospitales. En cuanto a la gestión de los sistemas, se ha priorizado la atención a los colectivos más vulnerables (tercera edad, crónicos y zonas rurales) por la dificultad de acceso a los centros, ya que un seguimiento vía Internet facilita los cuidados.
Veamos la situación en Latinoamérica. Perú cuenta con 500 kilómetros de conexión por la Internet de 18 nodos a los que se conectan los centros de salud. Esa red permite evaluar a pacientes a distancia en tiempo real a través de imágenes y sonido. Proyectos similares se realizan en Venezuela, Panamá, Costa Rica, Argentina, México y Colombia con pequeñas modificaciones, según las necesidades del país. Estos proyectos conllevan desde rehabilitación muscular por videoconferencias hasta la identificación del historial médico de los indígenas en Costa Rica por la geometría de las manos, o el uso en Argentina de un historial médico electrónico online que permite un acceso rápido a diagnósticos en cualquier punto del país.
Para cerrar, esta incursión en la sociedad de la información en salud tranquilizaría a mi abuela sobre sus enfermedades, porque Internet aparecería como el Big Brother capaz controlar hasta los avances de la gripe, como demuestra la herramienta de Google Flutrends. Y por último, no debo dejar de hablar de las redes sociales donde se crean grupos de apoyo y ayuda según los tipos de enfermedades. Voy a destacar la red Second Life, la que permite un entorno de realidad virtual bastante evolucionado a personas con escasa movilidad en la que pueden desarrollar una vida psíquica casi normal.
Con todas estas anécdotas argumentales, manifiesto que una salubridad como la que exige la sociedad de redes, actualmente sería inconcebible sin nuevas tecnologías. Espero que mi abuela haya entendido los beneficios que le aportaría tener Intenet, ya sea en su celular o en casa, y que la hipotética visita de Don Manuel Castells a su casa le fuera fructífera. A ambos les dejaría con su conversatorio para darme un paseo con los amigos. Aunque me quedaría con el temor de que a mi abuela, después de escuchar a un académico tan interesante, le dé por matricularse en la universidad…En tal caso le recomendaría que lo hiciera por Internet y que sus clases fueran online.
Este texto pertenece al cuerpo de trabajo producido por estudiantes de maestría en Comunicación de la UPR-RP, bajo la dirección del profesor Rubén Ramírez Sánchez, en el blog de la clase Tecnología, medios emergentes y sociedad de la información: consideraciones teóricas y metodológicas