Por: Por Javier Valentín Feliciano
Para aquellos años cuando el agrónomo Douglas Candelario cursaba sus grados escolares en el barrio Amelia del municipio de Cataño, lugar que lo vio nacer, jamás imaginó que su travesía por el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), estaría marcada por un antes y un después en aquel verano de 1974, cuando solicitó admisión a su ahora alma mater.
En aquel momento era un desertor escolar, y ante los pronósticos negativos de que su vida sería un fracaso, resultó que se convirtió en un colegial del más alto calibre, que hoy todos admiran. El genuino compromiso que siente por el país y con la agricultura sería su mejor carta de presentación.
“Me hospedé en la calle Bosque con un sinnúmero de personas desconocidas, que luego nos fuimos conociendo. Al principio, tuve mis limitaciones, pero entiendo que mientras más escollos tenga un estudiante con sueños, pues más uno lucha. Yo no fui a Mayagüez, ni a la vida a ser una carga para nadie; vine a contribuir un legado, a pisar profundo y dejar una huella. Y es lo que he hecho siempre. Además, el deporte me salvó cuando fui seleccionado para formar parte del equipo atlético del Recinto. Nadie creía en mí, pues yo no era buen estudiante, venía de una familia pobre, pero muy honrada, así que no me desanimé y con mucho sacrificio logré graduarme del Colegio de Ciencias Agrícolas en 1979”, expresó.
Como parte de la entrevista con Prensa RUM, dentro de su cargada agenda de proyectos, este distinguido colegial resaltó que, a pesar de nacer en una cuna humilde, nunca olvida sus raíces y por esta razón reconoce que ha sido la herramienta principal en la vida que lo ayudó a superarse y convertirse en una persona que promueve un ejemplo positivo.
“En todo momento, nosotros tenemos que seguir adelante, exaltando las cosas bonitas que tenemos. El ambiente mayagüezano es hermoso. Fui agrónomo por casualidad, pero me encantaría volver a esa facultad y te juro que no me voy a graduar con 2.40, porque ya el pensamiento de uno no es el mismo que un muchacho loco a nivel escolar. Me siento muy orgulloso de cómo pude salir adelante y cómo con las herramientas que Mayagüez me proveyó, pude ubicarme en el país en un lugar de vanguardia. Me honra ser un portavoz del Colegio de Mayagüez porque todo el mundo sabe que soy colegial, de eso se trata. Y entiendo que sí podemos lograr muchas cosas buenas por el país. No importa del lugar de donde uno provenga, del barrio, del suburbio que sea, uno tiene que demostrar que eres un ser genuino. Si visitas al barrio donde creí, el parque de pelota lleva mi nombre. Cada vez que veo esa placa inmensa con mi nombre y el número que yo usaba cuando era jugador, me llena de emoción. También, formar parte del Salón de la Fama de los Atletas del RUM, me recuerda que cualquiera puede querer al Colegio, pero ninguno lo quiere como yo”, manifestó.
¿Qué otras cosas recuerdas durante tu trayecto como estudiante del Colegio?
“Además de ser atleta, pese a mis altibajos, también fui parte del grupo que creó el evento Cinco días con nuestra tierra, que se celebra todos los años en los predios del Recinto. Hice cosas para que recordaran a uno cuando me toque partir. También, pinté un inmenso mural que se encuentra en la entrada del Colegio de Ciencias Agrícolas. Me siento muy contento cuando veo que muchas personas se toman fotos en ese lugar y lo hacen muchos graduandos durante ese día tan especial cuando recogen sus diplomas en el Coliseo Rafael A. Mangual”.
Cuando eras estudiante del RUM, ¿qué otros colegiales distinguidos estudiaron contigo?
“Conmigo estudió Rey Quiñones, actual secretario de Recreación y Deportes, las atletas Vilma París y Nilsa París, a quien le guardo mucho cariño. Un poquito más atrás, estaban Silverio Pérez y Elliot Castro. Había unas personas buenísimas que se han dado a conocer en el país y cuando me encuentro con ellos, hasta me siento privilegiado. Sin duda, el campeón Carlos Acosta Ithier, que fue un bárbaro y representó a Puerto Rico en los Juegos Centroamericanos de 1979 por el deporte del salto a lo alto. En verdad, el Colegio de Mayagüez es otra cosa”.
Cuando cualquier persona contempla tus logros, se percata de que son muchísimos. ¿Qué necesitamos los puertorriqueños y las nuevas generaciones para dejar una huella positiva por el país?
“Lo que tienen que hacer los estudiantes es darse cuenta de que se vive solo una vez, no hay otra oportunidad. La vida tiene sentido si servimos para algo, como decía Roberto Clemente. Si tú tienes algo que puedes hacer en el país y no lo haces, tu vida es un fracaso, nosotros tenemos que aprender eso. Todo lo que podamos hacer y que estemos capacitados para realizarlo, pues que lo hagamos. Si yo puedo ayudar, debo ayudar si tengo las herramientas para hacerlo. A la generación joven que esté cursando sus estudios en el Colegio de Mayagüez, primero hagan una introspección y den gracias a Dios porque están en la mejor Universidad del país. Luego, agradezcan a quien los preparó y educó para que fueran capaces de ser admitidos en esa institución donde no todo el mundo logra entrar. Una vez te gradúas, sabes que te va a ir bien, porque a ningún colegial que aprovechó su tiempo le va a ir mal. Y si tienes la oportunidad de contribuir, ya sea con un consejo, económicamente, como sea, hazlo. Se siente tan chévere uno poder dar la mano”.
Aquí en el Recinto te quieren mucho, tu trabajo y esfuerzo hablan por ti. En tus apariciones en la televisión siempre aprovechas para insertar algún comentario para que se quede en la mente de la gente.
“Es recíproco. Asumir posiciones todo el tiempo y ser claro en esta vida. ¿Por qué hacer cosas malas en la vida para ser perseguidos, por qué no hacemos cosas buenas y así podemos acostarnos en medio de la plaza una noche, sin temor a que nos den un golpe, ni que asalten ni nada porque fui bueno, hice las cosas bien? Mientras yo pueda, quiero hacer las cosas bien y caminar sin mirar para atrás, porque yo he tenido una vida productiva. El día que tenga que estar esquivando, escondiéndome o mirando mi pasado con temor, a ver si a la persona que le dice daño viene a buscarme, entonces mi vida ha sido un fracaso”.
¿Qué les recomiendas a estos jóvenes que una vez estén ubicados en sus trabajos, pueden hacer por el Colegio de Mayagüez y que puedan reciprocar todo aquello que el Recinto les ha regalado?
“Entiendo que todos y cada uno de los que nos graduamos del Colegio contamos con una educación de primera categoría. Cuando un estudiante se gradúa del RUM nunca está desempleado. Lo primero que tiene que decir es que es graduado del Colegio y que su diploma vale más que ninguno en este país. El que quiera defender su universidad, que diga lo mismo que yo. En ese sentido, ya vas al frente en la pelea y una vez tienes lo básico, has podido ayudar a tu familia y a tu gente, tener un techo donde no te mojes, tener en qué moverte y qué comer, si te sobra algo, sería bueno que te acordaras de quién te ayudó. Dios sabe que siempre lo he hecho. Me llaman del Colegio y siempre estoy disponible para lo que me necesiten”.
En estos tiempos que la pandemia del COVID-19 azotó al mundo entero e inundó a mucha gente de desesperación, ¿qué recomendación les puedes hacer?
Creo que como parte de la pandemia, todo el mundo está esperando que pase, y me parece que esta situación despertó otro monstruo que nadie reconocía. Despertó la forma de hacer las cosas diferentes, darnos cuenta de que abrazamos muy poco a nuestros amigos, no besamos mucho a nuestros padres, casi nunca apretamos a nuestros niños. Y ahora nos está haciendo falta. La pandemia nos dijo que cuando todo esto pase, no pierdas una oportunidad de estrechar la mano, de dar gracias, de dar un abrazo. Esto va a pasar. A lo mejor estamos un año más en este revolú, pero cuando se vaya, nos vamos a dar cuenta de lo bonita que es la vida, de lo bueno que es estar libre de todos esos riesgos, todas esas pandemias y de todas esas catástrofes que pueden atacarnos. Va a sacar la parte productiva de nosotros, nos va a buscar otra forma de ver la vida y nos va a hacer conscientes de lo que decía Séneca, que la vida es muy breve, tenemos que aprovecharla. La vida es muy breve. Porque yo tengo que seguir como el Colegio… Antes, ahora y siempre”.
Y así nos despedimos de Douglas Candelario con la promesa de un futuro encuentro, pero esta vez en su alma mater, aquella que en 1974 lo acogió y de la que guarda tantos recuerdos.