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“Un crimen de odio no es cometido por una sola persona, cuando la sociedad calla se hace cómplice del acto”, esta reflexión retumbó en mis oídos, erizó mi piel y hasta inundó mis pupilas la tarde de ayer durante la celebración del foro Crímenes de Odio: la orden del día, que se llevó a cabo en la librería la tertulia en Río Piedras. ¿Quién es el verdadero culpable de un crimen de odio? ¿Cuál es el rol de la sociedad, el estado, las iglesias y la familia en la creación del pensamiento crítico de los individuos? ¿Cómo ser parte de una sociedad me hace cómplice de lo que en ella ocurre? Estas fueron algunas de las interrogantes que se llevaron a discusión durante la actividad que formó parte de la III Jornada Educativa Contra la Homofobia en Puerto Rico. Para la actividad se unieron los activistas Pedro Julio Serrano, líder y portavoz del movimiento Puerto Rico para Tod@s; la estudiante e investigadora Erika Florenciani; la profesora en criminología de la Universidad de Puerto Rico, Madeline Román y el director de la Comisión de los derechos civiles, Joel Ayala. No es pura casualidad que mientras esto ocurría en Río Piedras en Caguas se hacía lectura de la sentencia a 99 años de cárcel a Juan A. Martínez, alias “Casper”, por el macabro asesinato del joven Jorge Steven Mercado el pasado año 2009. A Casper no se le acusó con el agravante de crimen de odio. Sin embargo, son muchos los que manifiestan que la muerte de Jorge Steven ejemplifica a viva voz las características de lo que es privar a un ser humano de la vida por simplemente salir de los comportamientos normativos establecidos por una sociedad. Pero, ¿Quién establece que es lo normal, lo natural o lo correcto? Para Serrano, la importancia de conocer qué es un crimen de odio es “no sólo se asociarlo a actos en contra de la comunidad LGBTTQ, sino que esta acción es cometida contra muchos sectores marginados por la sociedad”, a lo que añadió, “no esperamos que se castigue a un agresor por un crimen de odio simplemente, la exigencia es que desde la investigación se tome en consideración siempre esta perspectiva”. En Puerto Rico en los pasados cinco meses se han registrado al menos cinco casos que reúnen características para ser investigados como crímenes de odio. El más reciente fue el de la mujer transexual Ashley Santiago que murió apuñalada en su residencia en Corozal. “Si a estos casos se suman las más de 20 muertes de personas de la comunidad LGBTTQ durante los pasados ocho años en la Isla, entonces en Puerto Rico existe una epidemia de violencia contra este sector”, afirmó Serrano. Sin embargo, Serrano explicó que este problema no se debe a que los puertorriqueños sean violentos por naturaleza, sino que es resultado de las prácticas de algunas instituciones sociales. “No se puede esperar menos de un país que, por ejemplo, tiene un presidente del senado que define el asesinato de un joven como un acto donde ‘un criminal mata a otro criminal en un acto delictivo’, o donde diversas religiones fundamentalistas, con su retórica de odio instan a la violencia y el rechazo”. Por otro lado, la profesora Román adjudicó que la sociedad rechaza a los sectores marginados como un “acto en respuesta a los complejos políticos, jurídicos y sociales contemporáneos en los que vivimos”. A esto, según la profesora, se añaden las “grandes implicaciones que impone la modernidad, ya que a más modernidad más diferencia en modos de vida y prácticas de saberes. Por tanto siempre que haya más diferencia, más violencia se genera”. El grupo concluyó el foro instando al pueblo puertorriqueño a “reflexionar desde el carácter individual y a salir de la complicidad que nos impone el miedo a denunciar lo injusto”.