El periodismo que en sus inicios fue un oficio, constituye hoy un sector de poder simbólico y económico -cuando hablamos de la empresa periodística- de notable peso para las sociedades. Los medios de comunicación ocupan la centralidad del espacio público donde se construyen, reconstruyen y debaten concepciones sobre los diversos problemas que tocan a la sociedad.
El trabajo de los y las periodistas difundido en diversas plataformas mediáticas que conectan al colectivo cada vez más disperso sirve para que los individuos formen opinión y tomen decisiones en su cotidianidad.
Ortega, Felix y Humanes en su texto “Algo más que periodistas” sostienen que la razón principal del poder y de la influencia de los y las periodistas radica en su capacidad para definir la realidad, para construirla a partir de las representaciones que de ella hacen. Desde el momento en que difundimos nuestros trabajos en diversas plataformas mediáticas le conferimos a la representación que hacemos de la realidad una dimensión pública.
Si recordamos la definición de Martínez Albertos sobre lo que es noticia veremos que ese hecho que se reporta a un público ha sido recogido, interpretado y valorado.
Desde el siglo XIX, la prensa ha ayudado a recuperar la distancia entre la cultura de élite y la cultura popular. El periodista comenzó a ser visto como un hermeneuta que explica a la gente el mundo y la verdad. Poco a poco se convirtió en un intelectual orgánico, pues por virtud de acceso a unos medios masivos se apropió de las funciones de representar una realidad, tarea que antes era monopolio de intelectuales, científicos, gobernantes y religiosos.
En la actualidad, vivimos en la Sociedad de la Información, que no sólo se refiere a los sistemas de información basados en tecnología, sino a la centralidad de la información y la comunicación para nuestras sociedades.
La comunicación nos conecta en un mundo globalizado y mediante ella formamos opinión y tomamos decisiones, desde las más sencillas hasta las más complejas. La oferta mediática ya no se limita a los grandes medios de comunicación, sino que mediante las nuevas tecnologías digitales las personas pueden informarse hasta desde sus teléfonos móviles.
Sin embargo, aun ante esta hiperoferta comunicacional, se habla de un déficit democrático, pues hay muchas fuentes, pero poca diversidad debido al factor de la endogamia. Éste se refiere a los medios noticiosos que tienden a repetir sus contenidos, pues no pueden quedarse atrás en la cobertura de temas que hacen otros medios competidores.
Al tiempo que nuestras sociedades avanzan en términos tecnológicos, los periodistas enfrentan el reto de ser más creativos y analíticos dentro de un amplio menú de opciones para el consumo de productos mediáticos.
Gonzalo Abril habla de un ecosistema de la comunicación porque es un ámbito amplio en el que entran en juego todos estos actores sociales para intercambiar y producir significados, y formas de entender el mundo.
Como apunta Escalante en las lecturas base para este foro, los inicios de la investigación académica de la comunicación en Puerto Rico estuvieron fuertemente marcados por las escuelas funcionalistas y estructuralistas que tomaban como punto de partida a una audiencia pasiva cuya reacción al consumo comunicacional podía estar determinada por la estructura de los medios de comunicación. Sin embargo, poco a poco los estudiosos de la comunicación en Puerto Rico han echado mano de las teorías de los estudios culturales que comenzaron en Inglaterra, además de las grandes aportaciones recientes de intelectuales latinoamericanos.
Los estudios culturales investigan los meta discursos, no solamente el discurso de las élites. Proveen una perspectiva teórica que legitima la cultura popular. Las aportaciones de Néstor García Canclini sobre la investigación desde el consumo y de Jesús Martín Barbero sobre las mediaciones son de gran utilidad si pretendemos investigar los fenómenos actuales de la comunicación en los que los receptores también se convierten en productores de información e irrumpen en el espacio público mediático para llamar la atención sobre las situaciones que pretenden denunciar. Específicamente, Martín Barbero definió el concepto de mediación como la instancia cultural “desde donde” el público produce y se apropia del significado y del sentido del proceso comunicativo.
Los periodistas como trabajadores en ese escenario público en el cual surgen nuevos actantes, debemos tener claro nuestro rol, no solo como testigos y relatores, sino como traductores de la complejidad, mediante la contextualización y la interpretación de los sucesos de mayor relevancia social. Esto nos diferenciará de los productos informativos que producen las audiencias.
Maxwell McCombs sostiene que “en la ruidosa y floreciente confusión de las comunicaciones que bombardean al publicar, la curiosidad crea audiencias efímeras, pero la información relevante de utilidad civil significativa crea audiencias duraderas y construye sociedades democráticas”.
Ya no contamos con el monopolio del acceso al espacio público, las nuevas tecnologías como la Internet y los blogs han provisto nuevas formas de explicar que trascienden los medios de comunicación de masas. Ante ese reto comunicacional, los y las periodistas debemos retomar las lecciones de grandes maestros como Tomás Eloy Martínez, quien nos recuerda la importancia de combinar el arte de relatar e investigar. Nos dice Eloy Martínez que:
No hay narración, por admirable que sea, que se sostenga sin las vértebras de una investigación cuidadosa y certera, así como tampoco hay investigación válida, por más asombrosa que parezca, si se pierde en los laberintos de un lenguaje insuficiente o si no sabe cómo retener a quienes leen, la oyen o la ven. Solos, una y otra son sustancias de hielo. Para que haya combustión, necesitan ir aferrados de la mano”.
También apunta a la importancia de ver a los lectores con respeto como entes activos. Coincide en esa observación con la tesis de los estudios culturales, al señalar que:
Se confundió a los lectores, espectadores y oyentes con una muchedumbre de alfabetos a medias, cuya inteligencia equivalía a la de un niño.
Nos enfatiza en que el y la periodista debe trascender la tarea de reproducir pues:
El lenguaje del periodismo futuro no es una simple cuestión de oficio o un desafío estético. Es, ante todo, una solución ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez.
En tanto periodistas, en tanto intelectuales, nuestro papel, como siempre, es el de testigos activos. Somos testigos privilegiados. Por eso es tan importante conservar la calma y abrir los ojos: porque somos los sismógrafos de un temblor cuya fuerza viene de los pueblos.
El concepto del periodista como un intelectual orgánico resulta pues vital para mantener la atención de unas audiencias cada vez más dispersa y con mayores opciones en el menú mediático.
La tecnología debe ser utilizada también por los periodistas para enriquecer su trabajo y muchas veces para subsistir fuera de las empresas tradicionales, pero tampoco puede convertirse en el fin mismo del ejercicio periodístico. Sobre este particular el recién fenecido periodista y escritor mexicano Carlos Monsivaís advertía que la tecnología estaba adquiriendo un perfil casi religioso en los centros de trabajo de los periodistas y en las escuelas de comunicación.
Monsivaís apuntaba sobre estos dos escenarios:
-Internet es el ágora internacional, es la información madre, es la destrucción de la memoria pretecnológica de los periodistas, lo que se llamaba “la sabiduría del gremio”. Ésta todavía se usa pero ya más bien ligada a las evocaciones de la cultura oral que al profesionalismo. ¿Qué puede la mejor memoria contra Google o You Tube?
– En la enseñanza de la comunicación pasa a tercer término, si les va bien, la información literaria y el deseo de escribir bien. Informar ahora es usar a fondo la tecnología, no el idioma, y las ventajas de la inmediatez extrema ocupan con todo el espacio. Se pierde, si lo hubo, el interés específico por la escritura. Se debilita la ambición de poseer un lenguaje variado y con matices.
Mas siempre he profesado a mis colegas que las tecnologías cambian el canal de comunicación y dan mayor participación a la audiencia, pero no altera la esencia del buen periodismo. Un buen periodista lee sobre todos los temas, es una persona con cultura general, domina el buen uso del idioma, tiene que relatar de forma creativa, basar sus publicaciones en la investigación exhaustiva y tener un alto sentido de la ética. Esa es la esencia del periodismo que no cambia, aunque sean otros los escenarios comunicacionales.
Aiola Virella García es la directora ejecutiva del periódico puertorriqueño El Vocero. La ponencia Los periodistas ante los nuevos escenarios comunicacionales fue ofrecida en el 2do Debate determinante del vínculo entre cultura y comunicación en Puerto Rico, organizado por el curso Teoría de la Comunicación, de la profesora Aymara Lee Ramia, en la Universidad del Sagrado Corazón el lunes 21 de junio de 2010.
Para acceder al texto original puede visitar Universia Puerto Rico.