Como estudiante universitaria, debo admitir que nunca he sentido la necesidad de insertarme profundamente en los asuntos que conciernen a mi Alma Mater. Siempre me he mantenido al tanto de lo que sucede, pero con un distanciamiento que he considerado necesario para analizar sin tantos apasionamientos los matices grises y la pluralidad de posturas que surgen con cada situación que ha ocurrido durante mis cuatro años en esta institución.
Con esta actitud fue que visité el Senado Académico, la pasada semana para cubrir las vistas públicas de los candidatos a la presidencia de la Universidad de Puerto Rico. Fui allí con la encomienda de informar a los lectores de Diálogo Digital qué propuso cada candidato.
Quizás era demasiado temprano y aún el café de la mañana no había surtido efecto o quizás fue mi ingenuidad la que me hizo pensar que los candidatos que presentarían en esa mañana serían juzgados con la misma vara. Demás está decir que mi impresión al salir de aquella fría sala no fue del todo positiva. Si así hubiera sido, esta columna no tendría razón de ser.
Mirando hacia atrás, es hasta cierto punto jocoso cómo las mismas palabras pueden implicar significados tan diferentes. La disparidad en el trato entre un candidato “que da igual” y un candidato que ante los ojos del Comité resultaba hasta cierto punto un “opositor fuerte” fue más que palpable.
A uno se le hacían preguntas de rutina, con un tono aburrido y sin rascar más allá de la superficie de sus contestaciones. Las preguntas de seguimiento brillaban por su ausencia y los presentes charlaban entre ellos mientras el deponente respondía. Así, como si nada.
Sin embargo, ante las respuestas de quien al parecer consideraban una “amenaza” – por su trasfondo académico, administrativo y ¡sorpresa!, trasfondo político-partidista – el Comité le buscaba las cinco patas al gato e insistía en respuestas precisas, sin errores, que satisficieran los estándares que definitivamente no aplicaban a todo el mundo.
Llegó un punto en el cuál solté la pluma con la que tomaba notas y me dediqué a observar. “¿Me habré perdido en algún momento?”, pensaba. “¿Estamos hablando del futuro de la Universidad o del desenlace de otro juego de poder?”.
“Pero es que Andrea, es necesaria la indagación si estamos hablando de un candidato con potencial para asumir la presidencia”, podrán argumentar algunos de ustedes. Sin embargo, como espectadora presente en el aula, lo que percibía era que un grupo de personas irradiaba hostilidad hacia el aspirante en lugar de un interés genuino en conocer sus propuestas, basado en la necesidad de sopesar quién es la persona más adecuada para tomar el mando del primer centro docente del País.
Mucho se habla de “despolitizar la Universidad”, pero me parece que es tiempo también de “desideologizar” el sistema. La realidad es que las divisiones tanto político-partidistas como ideológicas, en la UPR como en tantas otras áreas de nuestro País, no permiten que los planes y propuestas, que podrían servir de algo para mejorar nuestra condición, echen “pa’ lante”.
Si en tantos otros lugares ha sido posible la convergencia entre grupos que difieren a la hora de enrollarse las mangas y trabajar mano a mano por el futuro de una nación, ¿por qué en esta Isla se percibe esta idea como una utopía?
Como estudiante que ha vivido en carne propia las consecuencias de muchos tranques y malas decisiones, me preocupa el legado que le espera a las generaciones que vienen después de mí. Ya próxima a graduarme, la realidad es que posiblemente me quede poco tiempo en la Universidad de Puerto Rico y quizás, debería asumir una actitud de "c'est la vie", olvidándome del asunto como muchos de mis compañeros. Pero se me hace imposible sacarme la espinita de preocupación que me ha plagado por los pasados días.
Probablemente sea mucho pedir, pero me gustaría que los procesos de selección se dieran en pos de la reconstrucción de lo que tantos consideran “la Universidad de todos”. Que más allá del discurso, se convierta en una acción que sobrepase los límites impuestos por las luchas de poder. ¿Será posible?