La vida de Julia de Burgos podría observarse como un todo pero, siendo justos, cada una de sus facetas merecería un espacio considerable y destinado no solo a la discusión, sino a la reflexión que invita su extenso legado. Y es que de Julia -que es considerada como la poetisa más prolífica del País- pueden ser harto reconocidos los poemas que describen de manera desgarradora los episodios de amores sin consumar, no correspondidos, o, más dolorosos aún, los poemas que describen amores heridos de muerte. Pero, ¿dónde queda la Julia que también luchó por la justicia social y la independencia de Puerto Rico? ¿O la Julia que, desafiando los convencionalismos de la época, que ubicaban a la mujer como un ser silente y únicamente en el escenario doméstico, se convirtió en una de nuestras primeras mujeres modernas y feministas? A esas facetas de la poetisa dedicaremos un breve espacio en las siguientes líneas.
Julia de Burgos acompañada por Luis Lloréns Torres y tres poetas que no fueron identificados. La foto es parte de una colección del Departamento de Español en la UPR Humacao y que puede ser visitada en http://www.uprh.edu/JuliaDeBurgos.
Julia Constanza Burgos García nació el 17 de febrero de 1914. En 1933, a la corta edad de 19 años, obtuvo su título pedagógico de la Universidad de Puerto Rico y fue en esa misma década de los treinta que se unió a la agrupación “Hijas de la Libertad”, espacio que convocaba a las mujeres independentistas bajo el Partido Nacionalista de Puerto Rico. Un discurso suyo, titulado “La mujer ante el dolor de la patria”, fue ofrecido en la Primera Asamblea General del Frente Unido Pro Convención Constituyente, celebrada en el Ateneo Puertorriqueño. Este texto también fue publicado posteriormente, en 1936, en el periódico La Acción.
Por otro lado, sin abandonar su gestión dentro de la lucha por la independencia de Puerto Rico y convirtiéndose en una de las pioneras en lo que es considerado como literatura feminista del País, Julia publicó “Poema en veinte surcos”, en 1939. Es en esta obra donde se encuentran poemas emblemáticos, como “Río Grande de Loíza”, “Yo misma fui mi ruta” y “A Julia de Burgos”; textos que desafiaban –a veces de manera sugestiva y sensual, otras veces insumisa e irónicamente– el orden existente al cuestionar su posicionamiento, tanto como mujer individual y como mujer en sociedad. Julia fue una mujer divorciada, algo casi impensable e impermisible en esa época, pero indicativo de su fuerza y adelantada visión de mundo. Indudablemente despertó, por medio de sus letras, una conciencia colectiva acerca de la realidad que atravesaban las mujeres puertorriqueñas de ese entonces, aunque esos efectos todavía se mantienen vigentes hoy.
Julia de Burgos y su hermana, Consuelo. La foto forma parte de la colección del periódico El Mundo y se estima que es de 1937.
Pero, si bien Julia de Burgos se erigió como un estandarte de la liberación femenina por medio de sus poemas, es necesario recordar que también era evidente dentro de su obra cierto coqueteo con la muerte. No una muerte natural o que simplemente llega, sino una muerte que purgaba dolores y acortaba agonías. Una muerte deseada –tal vez su espíritu libre no veía limitaciones ni siquiera al añorar la muerte– y que parecía tener raíces profundas en la decepción y el sentimiento de pérdida.
No era para menos: Aparte de sus varios desengaños amorosos, Julia también tuvo abortos y sufrió enfermedades como cáncer y cirrosis, esta última debido a que sucumbió al alcoholismo durante sus últimos años de vida.
Así, como si gran parte de su literatura hubiese sido un presagio del trágico final que esperaba a su corta vida, Julia fue encontrada inconsciente en una calle de Nueva York el 6 de julio de 1953. Murió por pulmonía pocos días después, a los 39 años, en un hospital del distrito de Harlem.
Debido a que no pudo ser identificada, fue sepultada en una fosa común con el nombre de Jane Doe y no fue hasta varias semanas después que algunos familiares pudieron identificarla mediante fotos de la morgue. Sus restos fueron trasladados a Puerto Rico el 6 de septiembre de 1953 y actualmente descansan en el cementerio de Carolina, pueblo que también la vio nacer.
Hoy, a un siglo desde su nacimiento, Julia de Burgos continúa siendo una de las mujeres más sobresalientes no solo en la historia puertorriqueña del siglo 20, sino en la literatura contemporánea de toda Hispanoamérica.