Llegó el primer día de clases. Félix no quiere ir a la universidad, pero sabe que debe hacerlo. Se levanta, se prepara y sale. Llega al salón de clases. Se sienta en uno de los últimos pupitres. No habla con nadie. El profesor entra y discute el prontuario del curso. Entre los trabajos que se presentarán en clase hay un informe oral. Al terminar la clase, Félix se acerca al profesor y le dice: “Por favor, me puede cambiar el informe oral por otro trabajo. No creo que pueda presentar el informe oral porque me causa mucha ansiedad hablar en público. Tengo fobia social”.
La fobia social es un trastorno de ansiedad en el que se le tiene un miedo persistente a interactuar con otras personas que no son muy conocidas. Es decir, una persona con fobia social puede interactuar con sus familiares, pero no con otras personas fuera de su núcleo. Por ejemplo, una figura de autoridad como lo puede ser un supervisor o personas que no conoce bien.
Según el psicólogo y catedrático Alfonso Martínez, existen dos tipos de fobia social; la generalizada, que se presenta en la mayoría de las situaciones sociales, y la localizada, que solo se presenta cuando se habla en público. La persona con fobia social localizada puede tener muchas amistades y relaciones amorosas. La fobia se presenta en un escenario en específico, como cuando tienen que dar una charla. Usualmente esta persona no busca tratarse y lo que hace es tratar de evitar las situaciones que le incomodan.
“Recuerdo un caso muy severo de un paciente que tenía 38 años, era virgen y vivía con su mamá. No tenía ni un solo amigo, nunca había tenido una pareja. Al finalizar la terapia este paciente tenía novia, se va de la casa de mamá, se independiza, comenzó a tomar clases de guitarra y empezó a tocar guitarra con unos amigos. Cuando llegamos a la última sección de la terapia y le leo el historial de cómo él llegó, ambos llegamos a la conclusión de que era un hombre totalmente distinto”, narró el experto en psicología.
Un estudio realizado por la Universidad de Murcia en el 2006 indica que este trastorno se presenta mayormente en la adolescencia. Es en esta etapa cuando los padres se comienzan a preocupar porque observan que sus hijos no comparten con sus compañeros como los demás niños.
Diagnosticando la fobia social
De acuerdo con Martínez, para diagnosticar la fobia social, usualmente el psicólogo hace un historial del paciente buscando la razón por la que la persona viene a terapia. Por su experiencia, muchas veces la queja del fóbico social es que está solo (no tiene amigos, ni una pareja) y le da mucha ansiedad comer, salir o hablar con personas que no conoce bien. Luego, a base del historial, se puede elaborar un diagnóstico.
“Mayormente [el fóbico social] es una persona que no está contento con su vida porque tiene muchos temores e inseguridades”, aseguró el catedrático de la Universidad Carlos Albizu.
Una de las peores consecuencias de este trastorno es que los fóbicos sociales se refugian en el alcohol; cuando se embriagan dejan de preocuparse por la gente y “se sueltan”. Esto empeora la situación, ya que, además del trastorno de ansiedad social, le añaden el alcoholismo. El problema es que este cambio no es genuino, no es un cambio duradero, es situacional. Asimismo, hay un porciento bastante alto de personas que con el tiempo se deprimen y esto es lo que se conoce como comorbilidad, cuando el paciente tiene dos o más trastornos.
Es importante no confundir la fobia social con la timidez. No son una misma cosa. El psicólogo explicó que la fobia social tiene dos características que la distinguen de la timidez; la ansiedad angustia demasiado y la fobia social incapacita. De otro lado, la timidez provoca que la persona no se atreva, pero termine haciendo las cosas.
Posibles soluciones
Martínez indicó que hay dos tipos de tratamientos para manejar la fobia social. El primero es el farmacológico y el segundo es la psicoterapia. En el primero los médicos recetan una serie de medicamentos. Con este tratamiento, estudios científicos han encontrado que de un 30% a un 40% de los pacientes se sienten menos tensos, ya que no están tan pendientes de lo que los demás piensan e interactúan mejor con otras personas.
En la psicoterapia se trabaja con un enfoque conductual cognitivo, que se divide en dos partes. La primera es empezar a cambiar y a cuestionar la manera en la que ellos se perciben a sí mismos. De otra parte, la conductual es para las personas que no tienen buenas destrezas interpersonales; por ejemplo no saben bailar, no hacen deportes, no saben tener una buena conversación con alguien.
“En esta terapia se le dan herramientas sociales interpersonales de cómo tener una conversación prolongada y cómo involucrarse en diferentes actividades. Los resultados de estos tratamientos son buenísimos. El 50% y 60% de los casos dejan de cumplir con los criterios de fobia social, al terminar el tratamiento”, mencionó Martínez.
Cuando el paciente termina el tratamiento, ya sea con medicamentos o con terapia (que consta de unas 16 visitas, lo que equivale a cuatro meses) se le hacen las mismas pruebas con las mismas preguntas. Por lo general, la gran mayoría de los pacientes deja de cumplir con los factores de la fobia social.
No es normal que una persona viva aislada. Tomando en cuenta que este padecimiento puede llevar a una fuerte depresión, es necesario que se busque ayuda lo antes posible.