Decidí un día salir bajo el embrujo de Nouvelle Vague a comprar de carácter urgente una melódica. Desde unas semanas atrás, el subconsciente me susurraba al oído la necesidad de abandonar en el viento las notas más sublimes de este instrumento. Nunca había sentido la necesidad de salir corriendo hechizada a encontrarme con un instrumento desconocido. La culpa se la achaco a la fusión bossa nova, new wave y punk del colectivo francés y, claro está, a la otrora vocalista y tecladista de Nouvelle Vague, Olivia Ruiz, en la canción “Mala vida”.
Agudizando el hechizo, la agrupación, obra de Marc Collin y Oliver Libaux, transporta los sentidos hacia otra dimensión, en un furgón de acordes, voces y melodías sutiles pero arrolladoras.
¿Cómo logran tal hazaña? Un tipo de déjà vu me estremece el cuerpo hasta que logro percatarme: la mezcla de sonidos y ritmos agregados provienen de grandes éxitos que tocaron los grandes de la música para los ochenta y noventa.
Nouvelle Vague ha rendido tributo a las melodías de leyendas e íconos como Blondie, Echo and the Bunnymen, Joy Division, Dead Kennedys, The Clash, The Cure, Depeche Mode, entre otros.
Collin y Oliver no parecen conformarse con el encanto que me echó la dulce voz de Melanie Pain, ex vocalista de la banda. Ahora, Nouvelle Vague agrega constantemente nuevos integrantes a la banda, sin dejar su particular y singular estilo a un lado.
Hoy, toco mi melódica con el aliento de Olivia en mí y sus dedos elásticos en el teclado. Fue ella quien me abrigó con su fuerza gitana e hizo que entonara la pieza una y otra vez, embelesada por la musa e inspiración.