El pasado sábado mi familia y yo salimos decididos a dar con una mesita que faltaba para nuestra nueva casa. El presupuesto limitado en medio de una recesión y la compra del hogar soñado, nos llevó a descartar las mega tiendas e irnos de excursión al economy store de Puerta de Tierra, conocido en el bajo mundo como el Salvation Army. Al inicio me resistí a entrar, no por soberbia o falso orgullo. Mas bien por la alergia nasal que me aquejaba y el recuerdo lejano de una tienda llena de polvo y chucherías, que visité para comprar unas piezas que servirían para vestir a Sabina, personaje firulístico que interpreté hace como mil años en la obra teatral Bienvenido Don Goyito. Así que mi esposo fue solo a la excursión, mientras mi hija y yo aguardábamos en el auto. Suena mi celular. Al otro lado del teléfono, el muy entusiasta me invita a entrar y me asegura que todo está limpio y que gente de todas las edades buscaban entre los racks de ropa, anaqueles con juguetes y otras piezas como si estuvieran en Marshalls. Me animé y con espíritu aventurero, me dije: “si esta tienda es prima hermana de Marshalls, me convertiré muy pronto en cliente distinguido”. Quedé sorprendida con la organización de los artículos, la limpieza de la tienda, la amabilidad de los empleados y el montón de gente que decidió cambiar el viaje a Plaza Las Américas (el centro de todo) y llegar a comprar coats para el frío, cositas para la casa, hasta artículos que se convertirán en regalos de Navidad. Una doñita con teasing y pico colorado que estaba algo perdida me pregunto donde podía conseguir un pullover extra grande azul marino, le dije que no trabajaba allí, pero que le ayudaría en la faena. Pronto escuché que llamaban a todo pulmón: “Carmita, Carmita”… resulto ser un llamado de excitación a mi nueva amiga. El pullover azul marino, que era para su marido, lo encontró el mismo solito. Me dijo: “nena, se me aguaron los planes”. Me miró fijamente, agarró con fuerza mi muñeca derecha y me susurró “y ahora, ¿qué le regalo a Fede?”… “Ay Carmita, no tengo idea”, le dije con resignación. Otra voz grave, esta vez conocida, gritó: “Shana, Shaana”! Ese era mi pie forza’o para despedirme de Carmita y seguir mi redescrubrimiento del economy store. Mi esposito me abacoró con mil y una chucherías que serían “buenas pa’ la casa nueva”, hasta me mostró unos infames pantalones de poliéster color vino que se ajustan de lo mas bien a la moda vintage y que en una boutique valdrían mucho más de $5.00. Hay que sudar un dron pa’ ganarse el peso, también hay que obsequiar un detallito en la temporada que se avecina a pesar de la crisis y aunque el estacionamiento de Plaza siga lleno, yo seré uno de los mortales boricuas que se ajustan a las nuevas circunstancias y estirarán el peso en el Salvation Army. Aunque en esta visita haya salido sin mi mesita…