Si tomamos el año 2010 como estímulo para la celebración de los doscientos años de las independencias en América Latina y, de igual forma, preguntamos cuáles han sido las historias de los llamados afrodescendientes en esos nuevos estados nacionales que fueron surgiendo, definitivamente la palabra que surge de manera inmediata es la siguiente: exclusión. El primer elemento excluyente es el de la propia categoría América Latina. Cabe muy bien preguntar: ¿Haití no es parte de América Latina? ¿Acaso no fueron miles de negros y negras los que, entre otros, lucharon para que finalmente en 1804 se declarara al antiguo territorio francés de Saint Domingue como libre? ¿De dónde viene la “latinidad” de los que han sido incluidos en la clasificación América Latina? Siguiendo esta vía, y evitando caer en los absolutos de HOMBRE NEGRO o MUJER NEGRA, los pasados de los hombres y mujeres catalogados como negros, desde la llegada de los primeros hasta los que viven mientras escribo esto, no pueden englobarse fácilmente y mucho menos pueden tratarse de manera homogénea. ¡No! No todos los negros y las negras son iguales! Sin embargo, aunque hecha la aclaración anterior, no deja de ser evidente que la gran tendencia, por parte de los sectores dominantes y de los estados, ha sido la de elaborar sus imaginarios étnicos nacionales teniendo como paradigma la blancura y la civilización europea, cualquier cosa que eso pueda significar. Las reacciones a esas exclusiones de las cuales los negros y las negras han sido algunos de los ejes, han sido extremadamente diversas y por eso es que no es posible, como se mencionó antes, delinear o tipificar una “actitud” general homogénea. ¡Por supuesto que han existido sectores subalternos resistentes a dichos paradigmas! Pero, también han existido sectores que han consumido y reproducido el paradigma de la “blancura” y “los buenos modales”, por ejemplo. Rebasando la hispanomanía, ejemplos increíbles de actos y prácticas discursivas subalternas resistentes van desde todos aquellos personajes anónimos a los que el acartonado mundo académico nunca conoció o conoce hasta los casos más notorios como Marco Xioro; Esteban Montejo; Macandal; Arturo Shomburg; Frantz Fanon; Aimé Césaire, C.L.R. James y Walter Rodney, por sólo mencionar algunos. A través de sus actos y prácticas discursivas se develaron una buena gama de resistencias cuyos valores radicaban, entre otros aspectos, en la contundencia con la cual elaboraron sus enfrentamientos a las sociedades y mentalidades que, de manera conciente, pretendían relegarlos a los bordes. Sin embargo, muchos optaron, conciente o inconcientemente, aspirar a los ideales hegemónicos. Muchos han entendido que, incuestionablemente, los negros y las negras pertenecen a “razas” inferiores y que tienen que “mejorarse” siguiendo las directrices que han sido impuestas por quienes creen (y no necesariamente piensan) que la “raza” “blanca” es algo que no sólo existe de manera objetiva y pura sino que indisolublemente está ligada a una serie interminable de “bondades” y “valores”. Una de las muestras más significativas de ese blanqueamiento se encuentra en la mentalidad de quienes reconocen que cuando un negro o una negra se ve bien vestido y tiene modales es debido a que es “un(a) negro (a) acepilla’o(á)”. Sin embargo, no todo negro que gusta de vestir elegantemente lo hace con tales intenciones. Pero, hay muchos que sí. De ahí que encontramos que muchos negros y negras han optado, conciente o inconcientemente, a “colarse” en el mundo de los “blancos” y, de hecho, se han convertido en figuras prominentes en diversos oficios. Luego, son celebrados por muchos ¡por lo lejos que llegaron! Muchos han optado por vivir enajenados socialmente. Algunos han planteado que estas prácticas podrían ser también definidas como resistentes. Ciertamente las definiciones se prestan para lo que se quiera. Pero, lo que resulta significativo es que no es posible plantear tal cosa como la “gran gesta” de los negros como tradicionalmente se nos había hecho creer (¿????). Ciertamente, ha habido negros a los que simplemente no les importa que le vengan a hablar de “raza”, racismo o cualquier otro concepto-proceso del que han sido destinatarios y, lo peor, en ocasiones, emisores. En los “nuevos estados independientes” las ideologías racistas no se extinguirían de golpe y porrazo. Nunca acabaron por extinguirse. Los ideales de libertad, pan y tierra fueron pensados por y para sectores de “blanca descendencia”. El hecho de que desde hace un tiempo esté de moda que lo políticamente correcto sea afirmar la igualdad de todos en sociedad, resulta desgraciadamente obvia la desigualdad entre los componentes sociales en todos los sentidos. Inclusive, en los estados más progresistas, aunque desde la oficialidad se repudie el racismo, por ejemplo, ello no ha implicado que las mentalidades racializantes y racistas, con todos sus actos de desprecio, desaparezcan. ¡No! No basta con tener decanos negros, no es suficiente con tener directore(a)s de departamento negros, altos funcionarios gubernamentales negros, ni siquiera basta con tener un presidente negro (miremos el caso de los pasados haitianos). No basta con todo lo anterior, cualquiera que lo piense detenidamente llegará a la misma conclusión. Las poblaciones afrodescendientes (con todo lo problemático del término) han sido, es decir, han existido en torno a su “raza”. Es decir, han asumido o desafiado su racialización. Aunque, como han planteado muchos antropólogos, el concepto de “raza” no tiene nada de biológico-científico, no quiere decir que dicho concepto no tenga peso a nivel social. ¡La raza importa! Así lo han afirmado W.E.B. DuBois, Cornel West y Godreau, entre otros. Es decir, no podemos simplemente obviar algo porque meramente nos parezca estúpido o insensato. Para que algo diferente ocurra, la raza, justamente, debe dejar de importar. Pero, si los sectores hegemónicos y algunos subalternos, del color que sean, continúan controlando las lógicas gubernamentales, económicas, sociales y culturales teniendo la raza como un elemento fundamental, no creo que haya mucha diferencia a lo que ha venido ocurriendo los últimos 517 años en nuestra región. Es decir, negros, y todos los que se entiendan como fenotípicamente diferentes a los ideales que rijan en las estructuras europeizadas o americanizadas en la llamada América Latina, seguirán siendo fronterizos. ________ El autor es profesor en la Facultad de Estudios Generales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Vea un análisis de las representaciones cinematográficas de la independencia latinoamericana aquí
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