¿Cómo definir el género de la salsa? Sabor, goce, fuerza, baile o liberación. Quizás has encontrado tu respuesta en los conceptos anteriores. Sin embargo, pudo haber llegado a tu mente la imagen clara de El Gran Combo, Celia Cruz, Ray Barreto, entre otros grandes artistas que se han convertido en íconos de este género musical.
“Siempre hay una interacción entre lo óptico y lo vocal”, dijo Licia Fiol Matta, catedrática de la Universidad de Lehman en Nueva York, durante el foro “Divas y dones”. El mismo se llevó a cabo el pasado 19 de febrero en el Anfiteatro del Departamento de Música de la UPR, recinto de Río Piedras, como parte de las actividades relacionadas a la IV Jornada de Humanidades es Arte y Cultura coordinada por la Red de Estudios Interdisciplinarios de la Facultad de Humanidades.
La mayor parte de las personas que asistieron al evento coincidieron con Fioll Matta. En parte porque el “trance salsero” está estrechamente ligado a la conexión directa entre el público y aquel que con su voz y cuerpo transmite un mensaje, según expuso en su ponencia Juan Carlos Quintero, director del Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Maryland. Como ejemplo, Quintero mencionó a los miles de seguidores de la salsa que no hablan español, que no han tenido contacto con la cultura Latinoamericana y que disfrutan y reproducen con un “repiqueteo corporal” el ritmo de los tambores.
El “trance salsero”, el “repiqueteo” y “los tambores” son términos con los cuales Quintero apuntó que la efervescencia de este género está ligada a una carga subjetiva que a su vez exalta la negritud. Según Quintero, esta carga se traduce en una imagen que incursiona a través de los sentidos e irrumpe en los sentimientos “provocando un goce individual (el del intérprete) y a su vez el goce colectivo (el del público)”. Asimismo, añadió que dicha imagen impulsa a la figura africana como emblema de este género.
Como ejemplo, planteó la primera presentación de la guarachera cubana Celia Cruz junto al sonero puertorriqueño Ismael Rivera acompañados por la Fania All Star en 1975. Según Quintero, durante la interpretación de la canción “Cúcala”, Rivera “cuca” o provoca a Celia para que demuestre “todo lo que sabe” y dicha frase también podría tener cierta connotación sexual. Esta presentación representó un ascenso en la carrera de Celia Cruz y la coronó como la “reina de la rumba”. https://www.youtube.com/watch?v=sKO50uAcgjw
Por otra parte, Quintero expuso que “Cúcala” propone al manglar, ecosistema marino, como escenario de la negritud, pues a pesar de ser considerado por muchos como insalubre, fue amparo de libertad para el esclavo fugitivo, fuente de vida para muchos animales y sustento para el pescador, el carpintero, entre otros trabajadores.
Cuestión de identidad, esencia e historicidad
El “boogaloo” es un ritmo latino nacido de la fusión de ritmos afrocubanos y el género del “soul” estadounidense. Fue cantado tanto en inglés como en español pues se desarrolló en Estados Unidos entre 1963 y 1969 y luego se popularizó en países de habla hispana.
Según Juan Otero Garabís, graduado en literatura comparada de la Universidad de Puerto Rico, el empobrecimiento de la ciudad de Nueva York durante la década de 1960 influenció en gran manera la salsa. Otero Garabís anotó que ante la crisis, los salseros “nuyoricans” se movieron a nichos más pequeños donde el “soul” de los afroamericanos estaba en todo su apogeo.
Por eso, Otero Garabís enmarcó la inclinación de los salseros hacia el “boogaloo” como una respuesta a la necesidad que tenían de llegar al público estadounidense. De igual forma, señaló la influencia latina en la música afroamericana con la introducción de las timbas, instrumento afrocaribeño, al “soul” por parte del percusionista Ray Barreto. Gracias al cruce de estos géneros musicales la nueva vertiente de la salsa se volvió famosa alrededor del mundo.
Más allá de la negritud, una cuestión de género
A pesar de que el “boogaloo” se alzó con éxito, no todos corrieron con la misma suerte. Durante la misma década (1960), en Puerto Rico, Lucecita Benítez se lanzaba como cantante. El discurso izquierdista de Lucecita proponía “la música como liberación”. Según Fiol Matta, “con el puño alzado y la palabra”, la artista lanzó su propio movimiento en busca de la independencia de Puerto Rico. A través de su música, manifestaba el “descuartizamiento del país” y esto provocó una vigilancia continua y persecución por parte del gobierno ante cualquier asomo de disidencia.
Por eso, Fiol Matta señala que, a pesar de su potente voz, su proyección escénica, su dicción y afinación y “su obsesión con la perfección” la carrera artística de Lucecita fue atropellada por la represión y la censura. “Los artistas comerciales también hacían política, pero no los arrestaban”, manifestó la catedrática durante su intervención en el foro.
Asimismo, Fioll Matta enfatizó que Lucecita siempre se proyectó como músico y artista y no como una cantante “actual” basada en la imagen y la insistencia en lo africano y lo sexual. Por eso, añadió que, aunque la protesta y la disidencia política fueron un pasaporte a la fama para muchos otros artistas, para Lucecita significó el deceso de su carrera.