Ya no se puede volver al pasado; la deforestación del auge industrializador e urbanizador del pasado puertorriqueño no tiene vuelta atrás. Sin embargo, no todo está perdido: la naturaleza ha encontrado una respuesta -se ha renovado- para crear nuevos ecosistemas tras la devastación humana. Ahora, son los habitantes de estos ecosistemas quienes deben encontrar la forma de conservarlos y transformarlos según sus necesidades sociales.
Tales fueron las observaciones de un grupo de expertos de distintas disciplinas en el foro Los nuevos bosques de Puerto Rico: aspectos ecológicos y sociales. En tres ponencias presentadas ayer en el Centro para Puerto Rico, discutieron el surgimiento de nuevas áreas forestales y sus implicaciones en el entorno social.
En la presentación llamada Formación y funcionamiento de los nuevos bosques de Puerto Rico, el doctor Ariel Lugo explicó cómo se crearon esos ecosistemas, que llevan décadas de formación, y cómo los descubrieron.
“Estaban en nuestras caras y no los veíamos porque siempre nos concentramos en los bosques nativos como El Yunque”, expresó. Sin embargo, tras años de investigación comenzaron a ver que había áreas que antes no estaban forestadas y que ahora tienen una biodiversidad muchas veces mayor que la de los bosques nativos.
Estas áreas, abundó, se han desarrollado en lugares impactados por los seres humanos, como los cafetales y las áreas urbanas. Lo que sucede en estos lugares es que se introducen especies no endémicas que logran sobrevivir tanto disturbios antropogénicos como naturales, importante pues según el doctor los huracantes controlan la vegetación en la Isla. La composición de esos bosques, entonces, es distinta a la de los bosques nativos –por eso la denominación de “nuevo–, pero no por ello menos valiosa.
Según explicó Lugo, lo que esas áreas hacen es breagar con “el revolú” que surge de la mezcla de los disturbios antropogénicos y naturales. Como ejemplo mostró un lugar en Guánica donde hubo un fuego que dejó el terreno en una mala condición para las especies locales. No obstante, para una especie de África que llegó hasta allá, fue posible adaptarse y asentarse en el área quemada.
“Estos bosques nuevos son la respuesta de la naturaleza. Estamos reorganizando la biota del planeta. El ser humano se está encargando de cambiar las reglas del juego”, comentó el doctor.
Sin embargo, el bajo porciento de especies endémicas ha provocado que no se le preste la atención necesaria a los bosques noveles, por lo que Lugo exhortó a crear un “nuevo enfoque de cómo miramos la biodiversidad”. Para él, la paciencia es clave, pues estos bosques comienzan con pocas especies pero siguen evolucionando hasta convertirse en lugares de abundante biodiversidad, con una gran fuerza para permanecer.
Por su parte, el doctor Tomás Carlo, quien dictó la conferencia Interacciones planta-animal y los nuevos bosques, destacó el papel de los pájaros en su formación. En una investigación, Carlo miró distintos pájaros y la manera en que dispersan sus semillas, y concluyó que las aves son "los arquitectos de los bosques". Éstos son los que polinizan y diseñan la estructura del área forestal.
La participación ciudadana en el manejo forestal
En la primera ponencia de noche, ¿Nuevos bosques, viejos paradigmas?: reflexiones sobre la participación ciudadana y la gestión forestal, Alejandro Torres Abreu y Edgardo González discutieron los aspectos sociales y culturales del manejo de esos bosques.
Los expertos coincidieron en que a pesar de que hoy existe un mayor interés en incorporar estos elementos en la política forestal, en Puerto Rico se sigue trabajando bajo la “mentalidad de naturaleza”, que no es lo mismo que medio ambiente.
En su sección, Torres Abreu comenzó haciendo la distinción entre esos dos conceptos. Naturaleza, por un lado, es una realidad objetiva, independiente del ser humano, mientras que el concepto de medio ambiente se enfoca más en la interacción del humano y el mundo. Por ello hay una pluralidad de ambientes, de acuerdo a la percepción de cada cultura.
Para ambos deponentes es imperativo que la política ambiental dé un giro y tome la perspectiva de medio ambiente, que significaría ver los bosques como espacios con una multiplicidad de significados.
Torres Abreu habló sobre una experiencia que evidencia esa multiplicidad. Para un trabajo de historias orales de Guánica, un grupo de investigadores le preguntaron a residentes del área sobre sus percepciones del bosque. Las opiniones fueron diversas, desde verlo como un obstáculo al desarrollo –un individuo dijo: “puede coger fuego todo ese bosque y no se perdió nada” –hasta verlo como parte integral de éste.
Para el doctor Torres Abreu, el manejo forestal tiene una serie de elementos fundamentales de distintas ramas: monitoreo ambiental y de biodiversidad, factores internos como las finanzas, legislación, factores externos como la concepción de desarrollo y las dinámicas políticas, aspectos culturales y la participación pública. Estos elementos, explicó, no tienen la misma importancia al crear una política forestal, lo que se convierte en un problema cuando tratan de conectar con la gente.
“Puede haber una buena ciencia, pero si no llega a un público, ¿de qué sirve?”, opinó.
El primer deponente mostró un mapa que enseña los lugares que se consideran zonas de conservación, aproximadamente un 8% del terreno de la Isla. En las partes que no caen en esa cifra es donde están creciendo los nuevos bosques, “lo que quiere decir que están en manos privadas y que sufren usos más intensos”.
En su parte, el doctor González habló sobre la experiencia que tuvo organizando la reforestación en una de esas áreas desprotegidas. En la cuenca del Río del Espíritu Santo, un grupo identificó algunas áreas que necesitaban reforestar. Éstas estaban en su mayoría en manos privadas, por lo que enviaron 250 cartas proponiendo la iniciativa. Según él, sólo el 8% respondió con algún interés y el 4% fue receptivo.
A partir de esa experiencia, González enumeró varios factores necesarios para la implementación de una iniciativa como esa: evaluar reglamentos y programas, considerar mercados efectivos, analizar la región, adopción y apoderamiento del residente, contacto con colaboradores. Luego de aplicar estas nociones, lograron desarrollar un consejo, Amigos del Espíritu Santo.
Por otro lado, para lidear con el problema de la conservación de áreas forestales nuevas, los presentadores propusieron: expandir las áreas de conservación a través de la compra de terrenos de alto valor ecológico, mejorar los esfuerzos de reglamentación ambiental y fomentar una ciudadanía ambiental.
Esta última solución es para ellos la más importante. “El cambio que necesitamos va más allá de esta acción (política)…necesitamos afinar el entendimiento del proceso de movilización social”, pues la información no necesariamente lleva a la acción, comentó Torres Abreu.
Entonces, para llevar a una mayor movilización, ellos proponen el “saber interdisciplinario en torno al paisaje forestal y máneras más creativas de acercar al público a estrategias de conservación”. El mecanismo, sugirieron, puede ser la participación, que para él es también “un asunto de justicia social”.
Para Edgardo González es importante considerar el pasado: “prácticamente deforestamos a todo Puerto Rico. Hubo unos cambios que nos llevan a ver un paisaje diferente de esta Isla”.
También destacó que el enfoque administrativo actual necesita un reajuste. El Departemento de Recursos Naturales y Ambientales trabaja las áreas forestales por regiones que, en ocasiones, integran varios municipios, lo que causa un problema en su administración.
“Los nuevos bosques deben ser vistos con un enfoque diferente y debemos romper los esquemas que tenemos”, dijo.