El arquitecto boricua Wilfredo Méndez Vázquez explora cómo aplicar la forma y estructura del fémur, el hueso de la parte superior de la pierna, al diseño de edificios y casas resistentes a los terremotos. A la integración de la biología y la arquitectura se le llama biotectónica.
Existen muchos ejemplos de tecnologías inspiradas en la biología. El hecho de que a la piel del tiburón no se le pegan otros organismos marinos llevó a un científico a crear un tipo de plástico con una textura que inhibe el crecimiento de bacterias. El velcro surge cuando un científico observó cómo ciertas semillas con espinas o pelitos se pegan a los animales (o a la ropa de la gente) y son transportadas de un lugar a otro. Los sistemas de radar se originan en cómo los murciélagos usan las ondas de sonido para volar aún en la más oscura noche.
Recientemente Méndez Vázquez de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras completó un proyecto de investigación en el que combina las propiedades físicas y estructurales del fémur humano para diseñar edificios en cemento que sean resistentes a los terremotos.
Investigar las propiedades físicas y biotectónicas del fémur tiene mucho sentido. El fémur es el hueso que va de la cadera a la rodilla. Este hueso es uno de los más largos y fuertes del cuerpo humano, a pesar de que tiene múltiples orificios, casi como una esponja. Un fémur puede soportar verticalmente sin quebrarse hasta treinta veces el peso de una persona.
Con los parámetros definidos y utilizando métodos computacionales, el arquitecto Méndez Vázquez diseñó columnas y vigas que se ajustan al movimiento generado por un terremoto. Así se redujo la cantidad de material necesario para manufacturar las columnas de hormigón mientras se aumentó su resistencia comparado con la construcción convencional en cemento.
Esta investigación para mejorar la resistencia de los edificios a los terremotos es particularmente importante para Puerto Rico. Nuestra isla está localizada en una zona susceptible a los terremotos, justo en el borde entre la placa tectónica de Norteamérica (que se desplaza más o menos hacia el oeste) y la placa tectónica del Caribe (que se desplaza más o menos hacia el este). Este roce de placas tectónicas puede ser lento, creando temblores menores, o rapidísimo, creando terremotos devastadores como los que afectaron a Puerto Rico en el 1787, 1867 y 1918.