Con motivo del 156 aniversario del natalicio de Luis Muñoz Rivera, una vez más, el Mausoleo y Museo de la familia Muñoz en Barranquitas abrió su campo santo para conmemorar la vida de quien es considerado, el más grande prócer barranquiteño, ayer domingo. Para estos fines, el historiador, catedrático y sacerdote jesuita, Fernando Picó brindó un mensaje que se aferró a la revitalización de la fuerza del pueblo, así como lo entendió e hizo el prócer Muñoz Rivera.
Picó, quien hace unas semanas sufrió un pequeño infarto, luciendo su típica guayabera de hilo y cargando toda la parafernalia que acompaña a un buen historiador en sus bolsillos, brindó un mensaje alentador. Al ser llamado al estrado por su homólogo y amigo, Jorge Rodríguez Berouff, el profesor de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP), fue ayudado por sus familiares a levantarse y, con su andador, asumió el podio.
Fue una escena que conmovió a muchos amigos y al público en general, mas la persistencia y tenacidad del profesor lo llevaron nuevamente a tocar corazones e inspirar un espíritu emprendedor y de lucha. “Compatriotas”, dijo para comenzar con voz rasgada, muy distinta a la que el pueblo está acostumbrado a escuchar del Padre Picó, como le llaman algunos. Sin embargo, solo bastó escuchar esa exclamación para que desatara vítores y aplausos que demarcaban, sobre todo, emoción.
El profesor, de esa forma, relató cómo el pueblo puertorriqueño ha sido la figura del detrimento de los intereses tiránicos y absolutistas porque ha emprendido luchas y, Muñoz Rivera fue una de las figuras fundamentales en ese proceso, que supo escuchar a la gente, enfatizó.
A través de un recuento sucinto pero muy sustancioso, el insigne investigador utilizó a Muñoz Rivera en su discurso como un modelo para alentar al País en tiempos de desasosiego e incertidumbre. “En un momento en que ciertos sectores fomentan el desprecio por nuestras tradiciones y nuestros entendidos colectivos, es necesario recordar cuánto hemos luchado, como pueblo, para alcanzar ciertos objetivos. El derecho a la sindicalización, el derecho a la huelga, el acceso a la escolaridad universal, la electrificación de toda la Isla, el desarrollo de un sistema de acueductos, el reconocimiento de los derechos de la mujer, la defensa de nuestros ecosistemas, la remoción de la Marina de Guerra de Culebra y Vieques, la eliminación de todas las formas de discrimen, el acceso a servicios básicos de salud, la articulación de un sistema de carreteras, el desarrollo de nuestras universidades… El disfrute de iguales garantías bajo las leyes no llovieron de las nubes”, puntualizó.
Asimismo, Picó no perdió ocasión para destacar la nobleza y solidaridad de la sociedad puertorriqueña en circunstancias adversas. Como ejemplo de ello, revivió una imagen que trastocó la Isla durante la huelga universitaria de 2010. “Hay países que pueden vivir con la conciencia de saber de docenas de sus estudiantes vilmente asesinados por autoridades corruptas, pero basta que una sola universitaria nuestra sea agredida por las fuerzas del orden y el País se levanta en repudio al acto”, sostuvo con firmeza.
Sin embargo, el también experto en historia medieval, con su mirada esquiva y apaciguadora dijo apenado y a la vez molesto que, “hay gente que han desarrollado un capital cultural acumulando pruebas de que nuestro pueblo no vale, que somos los peores en todo, y han generado estadísticas fatulas para apoyar sus pretensiones de descalificarnos como pueblo”. Consecuentemente, estas prácticas demagógicas y maltrechas han menoscabado la sociabilidad y solidaridad que distinguen al ser puertorriqueño, aseguró.
La constante devaluación del pueblo, además de erosionar las cualidades más notorias del País, ha creado un sentimiento de acomplejamiento donde, “nada vale, ni la constitución, ni el voto, ni nuestro sistema educativo, ni nuestra cultura, ni nuestro orgullo propio”- dijo, añadiendo que- “a esos les digo, con Muñoz Rivera, la fuerza está en el País, la fuerza está en la gente”.
El autor de libros historiográficos como El día menos pensado: historia de los presidiarios en Puerto Rico (1793-1993), que resalta el afán del humanista en trabajar la “historia desde abajo”, defendió, como siempre, a las minorías y a los desdichados. De igual manera, instó a que la juventud se inserte en la sociedad y vea de primera mano las necesidades y luchas de aquellos sectores en desventaja trabajando en servicio comunitario porque esto, “fomentaría su compromiso con el país y acortaría las distancias que han crecido entre los sectores marginales y el resto de nuestra sociedad”.
Entre otras cosas, el reconocido profesor de historia del recinto riopedrense condenó el encierre de menores y la deshumanización de los reos en el País, y explicó que, “hay que abrir ventanas para que el aire fresco de nuevas ideas reanime nuestra vida cotidiana, que no puede estar dominada por el estéril partidismo”.
Al concluir su mensaje, a Picó le fue obsequiado un tallado de la Epifanía del artesano Edwin Báez, de mano del presidente de la Asociación Puertorriqueña de Historiadores, Félix Huertas, que no quiso que el profesor se levantara de su silla de ruedas, cosa que la persistencia y gentileza de Fernando Picó ignoraron.