Este artículo se redacta en un tiempo presente donde el tráfico de hachís procedente de Marruecos está aumentando de forma escandalosa en los últimos años. Nuestra motivación responde al campo de la antropología, donde la observación y su respectivo análisis de la realidad social, nos lleva a buscar aquellas fisuras que forma parte de un mundo peligroso y que ese peligro vive con nosotros de forma irreversible, lamentablemente.
La situación geográfica donde residen los autores de este trabajo hace que tengan de primera mano una información en tiempo y modo real. En principio, el trabajo iba a ser un trabajo de investigación novedoso y con unos datos muy centrados en la propia investigación antropológica, pero esto nos llevaría a solicitar permiso a la Dirección General de la Policía del Gobierno de España. Por ello decidimos dar un cambio de sentido al trabajo y centrarnos en la elaboración de este texto, omitiendo aquellos datos que podrían poner en riesgo las posibles investigaciones policiales contra el narcotráfico.
El trato del negocio
Un mar y un océano separan los casi 14 kilómetros por la parte más angosta de dos continentes: África y Europa. En sus aguas tiene lugar la travesía de embarcaciones pilotadas por narcotraficantes que buscan a toda costa alcanzar tierras europeas.
Todo comienza con el cierre de negocios en España por parte de los narcotraficantes que llevarán a cabo la operación de la compra y venta de hachís, y de ahí los compradores se desplazarán hasta Marruecos para zanjar la calidad del producto, concretamente a ciudades como Chaouen o la región del Rif.
Marruecos es el país líder en producción, exportación y expansión del cultivo del hachís en toda la geografía mundial. Sus condiciones ambientales, altitud y temperatura, hacen posible el florecimiento y cultivo de las plantaciones de cannabis, de donde se extrae el polen de hachís, y se prepara el producto hasta su comercialización. De ahí su oscuro negocio ilícito que se distribuirá por toda Europa y más allá, pero su principal entrada pasa por el puente marítimo del Estrecho de Gibraltar, desembarcando en la costa de Cádiz (aunque también se transporta hasta otros puntos como Huelva y Sevilla, entrando a esta última por el Río Guadalquivir).
Concretamente en la zona del Campo de Gibraltar y un poco más allá, las poblaciones que tiene lugar el primer destino antes de ser distribuida por el territorio nacional e internacional son: Bárbate, La Línea, Tarifa, Algeciras, y otras poblaciones, pero en los últimos tiempos se puede hacer especial mención al río Guadarranque, cauce que separa las poblaciones de San Roque y Los Barrios. Este último destino es el lugar preferido por los narcotraficantes debido a la ubicación estratégica de chalets que colindan con el río, y donde en los últimos años se han construido compuertas que dan acceso directamente a la vivienda, y que una vez dentro la embarcación (planeadora), se cierran unos portones automatizados. Dichas compuertas son también conocidas en el argot del narcotráfico como “narcoembarcaderos”, de manera que impide que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad marítimas, puedan detener y/o abortar las operaciones de los narcotraficantes de las aguas procedentes de Marruecos.
También hay que decir, que la introducción de la droga procedente de Marruecos y con destino en España, no solo se lleva a cabo por vía marítima, sino de vehículos terrestres por los puestos fronterizos desde Ceuta o Tánger hasta Algeciras o Tarifa a través del ferri que se destina al transporte de pasajeros y vehículos, aunque también hay buques de transporte exclusivamente para mercancías en camiones o contenedores. Otra de las vías de introducción de las drogas a la Península, y que en los últimos tiempos está teniendo lugar su presencia, es por el espacio aéreo, mediante avionetas piratas, que están siendo utilizadas para el transporte de la droga desde Marruecos hasta las zonas rurales de Sevilla, Málaga, Córdoba y Cádiz.
Antes de partir y cerrar definitivamente el negocio, el producto es catado por el comprador, y después se le pondrá un sello personalizado que sólo el comprador identificará en sus fardos de hachís que ha negociado. Normalmente van empaquetados en fardos de 25 o 30 kilogramos, y cada fardo lleva estampado en seco una marca. Las embarcaciones son exclusivas para este tipo de mercancía pesada, pudiendo transportar entre 1000 y 3000 kilogramos de ese producto ilícito, dependiendo del tamaño de la neumática (embarcación) y su potencia. Estas embarcaciones son adquiridas en España, desde donde partirán hasta las costas de Marruecos para cargar la mercancía. Normalmente cuando llegan a la otra orilla marroquí, aguardan hasta el momento oportuno para regresar con la mercancía; todo tiene que salir bien porque está en juego mucho dinero.
El cometido es que la mercancía llegue al destino acordado, cuyas coordenadas son fijadas desde que se sale rumbo a Marruecos. Para ello, viajan entre dos y cuatro narcos, uno o dos con conocimientos náuticos y con experiencia en travesías de mercancía ilícita, para cuya navegación cargada con casi dos o tres toneladas de hachís, se requiere tener ciertas habilidades, aun más cuando hay que iniciar la maniobra de darse a la fuga tras ser detectados por los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Cuando la patrullera marítima les pisa los talones a los narcos los llevan hasta la línea imaginaria marítima que limita a España de Marruecos. Pero los narcos, también suelen buscar “refugio” en aguas gibraltareñas, así que se ponen en rumbo de Gibraltar, donde saben que allí las fuerzas actuantes españolas no podrán pasar tampoco la línea imaginaria que limita la soberanía española y las aguas de Gibraltar. En varias ocasiones (y cabe decir lamentablemente), se crea una disputa entre ambas fuerzas policiales por competencias jurisdiccionales, y los narcos acaban saliéndose con la suya porque huyen.
Otro punto a tener en cuenta durante el cierre del trato del negocio, es la visita a las plantaciones que se hace a través de sus cultivadores, quienes normalmente son los mismos productores y distribuidores de la sustancia de cannabis. También son los encargados de que el producto se empaquete herméticamente para protegerlo del agua, y de que todo quede preparado para que la mercancía esté a punto de cargarla en las planeadoras neumáticas. Estas embarcaciones son propulsadas por varios motores de gran potencia, lo que necesitan un elevado consumo de combustible. Para ello se prevé una treintena de garrafas de gasolina comunicadas en serie para abastecer estos vehículos marítimos que tendrán que realizar una travesía a toda máquina en el menor tiempo posible por el Estrecho de Gibraltar.
Y hasta aquí esa podría ser la última fase del comprador-vendedor del producto ilícito en España, Europa y casi en el mundo. A partir de ahí, los transportistas que se encarguen de cruzar el Estrecho de Gibraltar hasta tierras españolas, serán los responsables de que todo salga de acuerdo a sus predicciones. Para ello, cuentan con medios tecnológicos avanzados, incluso se podría decir que van por delante de los medios destinados para combatir la lucha contra el narcotráfico por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, quienes impedirán por todos los medios (incluso jugándose sus propias vidas, para darle caza a los narcotraficantes) que el producto llegue a las costas españolas.
El momento idóneo y el destino
No vale cualquier momento para aventurarse con bastantes kilos de hachís encima de una planeadora de goma. En el argot del mundo del narcotráfico, la goma hace referencia a la embarcación, que por su diseño neumática hinchada, y con casco rígida, hace que sea el vehículo de transporte marítimo idónea para calar en la playa, entrar por ríos y tener otras ventajas debido a sus características técnicas. Elegir el momento para alcanzar el destino final de la travesía, es cuestión de una organización que se lleva a cabo desde la otra orilla. Para ello, se establecen puntos de vigilancia con personas colaboradoras con los narcotraficantes, que controlan el paso de vigilancia de los vehículos policiales por tierra, además del helicóptero con base en una de las zonas del Campo de Gibraltar, y que cuyos colaboradores dan aviso a otros cabezas de la organización para informarle si el “pájaro” (el helicóptero) está en tierra o en el aire.
Cuando se establece el momento oportuno de emprender la travesía marítima de escasos minutos, si no hay complicaciones, se da la respectiva señal y empiezan los motores a poner rumbo a las coordenadas fijadas. No importa si es de noche o de día, pero preferiblemente la noche oscura suele tener más ventajas, como ser menos visto durante la travesía. Además, una vez en tierra, si los narcotraficantes tienen que salir corriendo, es más fácil perderse por el regazo de la noche que a plena luz del día, o esconderse entre la maleza hasta que las fuerzas policiales desistan su búsqueda. Estas artimañas les dan cierta ventaja para que los narcos pueden escapar y no ser detenidos.
La travesía de pocos minutos de duración, termina cuando la embarcación toca tierra y la colla (colaboradores) del jefe de la banda del narcotráfico, descargan los 50 ó 100 fardos en cuestión de escasos minutos y lo vuelven a cargar rápidamente en vehículos 4×4, que salen de la playa a marcha forzada con destino a las viviendas cercanas a la playa o zona costera, donde la mercancía es almacenada hasta su distribución nacional e internacional.
La duración desde que sale la embarcación de Marruecos hasta las costas más cercanas españolas, dependerá del lugar exacto donde haya que descargar la mercancía, y por supuesto, no valdrá cualquier sitio; cada banda u organización tiene su propia zona de desembarco, su propio personal de confianza en tierra, y sus propios conductores, guiaran los vehículos 4×4 hasta el destino más cercano y a escasos metros o kilómetros desde donde se produce el desembarco de la mercancía; normalmente no se lleva a cabo el transporte terrestre hasta su destino final de otras poblaciones, sino que durante días podría quedar escondida en parcelas, garajes, viviendas, etc., esperando su distribución. Aunque cabe la posibilidad de que sea el propio comprador quien se desplace desde su lugar de origen a recoger parte de su mercancía. Pero lo normal es que sea el propio vendedor quien haga entrega de la mercancía hasta su destino final. Todo dependerá del precio final del producto, del trato entre transportista y comprador, y de la confianza que el comprador tenga con el transportista y/o distribuidor que se encarga de comprar en Marruecos un producto cuya calidad y relacionado con su precio acordado, será puesto en la calle y vendido por pequeñas comerciantes en pequeñas posturas de varios tamaños, como por ejemplo en función de su peso.
Pero también durante la travesía los narcotraficantes pueden verse sorprendidos por miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que realizan la vigilancia del Estrecho de Gibraltar en embarcaciones y/o helicópteros, además de vehículos especiales por tierra que son los que finalmente le dan el alcance y consiguen incautar la mercancía y detener a los transportistas del narcotráfico.
La mayoría de las operaciones son interceptadas en alta mar, donde los narcotraficantes se deshacen de los fardos para llegar a tierra, y aunque sean detenidos por las fuerzas policiales, intentaran demostrar que el caso omiso a los Agentes de la Autoridad, se debía a motivos administrativos, como no estar en posesión de la licencia, de documentos de la embarcación, etc., porque saben que ante la justicia, el no llevar la documentación es motivo de infracción o delito leve ante la desobediencia a los mandatos de la Autoridad competente. En cambio, si los narcos son detenidos por un presunto delito contra la salud pública, sabrían que la pena privativa de libertad sería mucho peor. Aunque ante estos casos, muchos transportistas narcotraficantes preferirían ser capturados por este último motivo, que tener rendirle cuentas a la organización, quienes podrían ponerle un precio muy alto a la pérdida del producto ilícito, y a la propia vida del transportista, o en cualquier otro caso, a la de su propia familia, quienes podrían pagar las consecuencias de la pérdida del producto y su deuda; de ahí que se produzcan crímenes silenciosos, secuestros exprés, etc., a consecuencia de ajustes de cuenta entre jefes de bandas y miembros de su organización.
La cuestión de todo esto, es que una vez que un sujeto se presta para este tipo de organizaciones y decide introducirse en este mundo del contrabando de drogas, es muy difícil que pueda zanjar sus deudas y abandonar el narcotráfico, además de ese estilo de vida peculiar que los hace ser diferente con su vestimenta, vehículos y otro tipo de lujos. El dinero rápido suele ser goloso a corto plazo y continuo, ya que se puede ganar una cifra curiosa en cada operación que se lleva a cabo, y la adquisición de artículos de lujos como vehículos de alta gama, motocicletas, etc., suele ser el motivo de seguir trabajando para las mafias. Además, cuando un miembro de la banda quiera ponerle fin, quizás sea demasiado tarde antes de pasar un tiempo en la cárcel.
No se pierda mañana: Los destinatarios del hachís
Los autores son dos antropólogos sociales y culturales españoles. Este texto es una versión abreviada de un ensayo de 14 páginas, producido entre diciembre de 2015 y enero de 2016.