Comenzóa estudiar ingeniería en la República Dominicana, su país natal, en la década del 40, pero fue a trabajar como ayudante en el museo de su universidad, y desde entonces se enamoróde la arqueología, disciplina a la que ha entregado lo mejor de sídurante 68 años.
“La arqueología es mi vida”, afirma sin reparos y con un singular brillo en su mirada al preguntársele lo que ejercer esa profesión significa para él. Mientras contesta, sus ojos parecen repasar todo un catálogo de recuerdos, vivencias diversas investigando, excavando y analizando cada capa de las tierras antillanas y caribeñas donde ha servido como arqueólogo.
Chanlatte estudióArqueología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, país en el que posteriormente documentóel yacimiento de mayor antigüedad en Barrera Mordan. Pero cuenta que fue en Venezuela donde tuvo sus primeras experiencias arqueológicas formales, a principios de 1960 en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). En el IVIC, junto a JoséMaría Cruxent, catalogado como el padre de la arqueología científica venezolana, participóen varias investigaciones. Poco tiempo después tomóun curso intensivo en Jamaica, auspiciado por la UNESCO donde colaboróen una importante investigación en la que se encontróun puerto muy antiguo.
Como buen investigador respalda cada palabra con los datos. Se levanta de su silla del Centro de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad de Puerto Rico (CIAUPR) del cual es el director desde hace cinco décadas, y busca en un archivo contiguo a su escritorio un pequeño y viejo cuaderno para evidenciarnos sus hallazgos. Allíguarda con mucho cuidado los datos de sus primeras investigaciones en Jamaica y Puerto Rico. Abre con delicadeza sus páginas donde figuran sus anotaciones sobre el yacimiento de Utuado.
También trabajo en Guayanilla, Loíza, Luquillo, Trujillo Alto, Cabo Rojo y San German. Estos sitios ya habían sido estudiados por otros arqueólogos, entre los que figuraba Don Ricardo Alegría, quien le invito a dirigir el CIAUPR para mediados de la década de 1960.
“Vine por seis meses. Entonces, pensando en la familia y en los hijos, hice un contrato de un año. La cuestión fue que llego el momento que dije, pues mira vamos a ocupar la plaza”, comentó. Explicóque para ese entonces en la UPR solo se encontraban muchos depósitos de los yacimientos, pero que aún no existía un programa de investigación. Alegría le invito a revisitar las excavaciones tratando de buscar información nueva. Y la encontró…aunque unos años más tarde.
Durante los trabajos que realizaban en Guayanilla, Chanlatte e Yvonne Narganes, su colega y colaboradora en el CIAUPR por alrededor de 30 años, se percataron de una peculiaridad en la cerámica de la Cultura Saladoide, una sociedad indígena proveniente de Suramérica y que tuvo su origen mil años antes de Cristo. Notaron que la cerámica era multicolor. Este hallazgo fue clave para establecer que esa policromía era un desarrollo exclusivamente antillano.
“Además nos ofrecióel descubrimiento de una cultura que aunque se había estado manejando, resulto ser completamente independiente o particular”, resaltó. Chanlatte se refiere al descubrimiento o identificación, como él prefiere llamarle, de la Cultura La Hueca, bautizada asípor estar localizado su yacimiento en el barrio La Hueca de Vieques. Explicóque llegaron hasta allíprocurando corroborar el hallazgo de Guayanilla en otros yacimientos saladoides.
Una vez allí, encontraron otro tipo de cerámica, que a diferencia de la saladoide, no estaba pintada. En su lugar, estas piezas presentaban diseños artísticos en forma de incisiones. Además, encontraron amuletos sumamente elaborados. El hallazgo, sin embargo, no tuvo buena acogida entre sus pares inicialmente.
“Por poco nos fusilan”, dice en tono jocoso. “Lo lanzamos en el Primer Congreso (de Arqueología del Caribe) que tuvimos en el 1979 en Saint Kits y cuando presentamos aquella cantidad de amuletos, el amuleto del cóndor de Los Andes, esa cerámica y esas cosas , por poco se acaba el Congreso”, recuerda.
“Bueno, todavía hay gente que se reciente”, confiesa con cierta tristeza. Y es que arqueólogos anteriores habían establecido que al Caribe solo había venido un grupo migratorio indígena desde Suramérica. Los datos presentados por Chanlatte, en cambio, demostraban que eran dos las migraciones que se habían asentado simultáneamente en esta zona, lo que cambiaba por completo las bases de la arqueología antillana establecida primordialmente a partir de los hallazgos del famoso arqueólogo estadounidense Irving Rouse.
Actualmente estos hallazgos de los arqueólogos de la UPR han sido reconocidos internacionalmente. Al preguntarle si consideraba esta como su principal aportación a la arqueología puertorriqueña, aclaró: “Nuestra principal aportación. Yvonne y yo hemos sido un equipo de investigación. Yo solo no hubiera podido hacer ni la cuarta parte de esto”, declara con humildad, reconociendo asíla extraordinaria labor de Narganes, su mano derecha en el CIAUPR, un pequeño espacio lleno de mesas y anaqueles repletos de piezas arqueológicas. La estructura, ubicada en el sótano del antiguo edificio de Tesorería, funge además como depósito de los yacimientos trabajados al no haber suficiente espacio en la Universidad donde colocarlos. Esto, segun Narganes y Chanlatte, ha imposibilitado que se emprendan nuevas investigaciones.
“No podemos excavar más porque no hay espacio donde meterlo”, observóNarganes. A sus 88 años, ya a punto de jubilarse, Chanlatte no cesa de producir. Próximamente estaráparticipando en el Vigésimo Quinto Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, donde se le rendiráhomenaje. Que le inspira a mantenerse productivo a una edad que hace mucho tiempo otros se hubieran ido para sus casas?, le preguntamos.
“Aparte de que la arqueología es mi vida, el problema es que si me retiro me ponen a cuidar nietos y hacer mandados”, sonríe bromeando. O sea que usted se quedara en la Universidad hasta…. Nos interrumpe: “Hasta que el cuerpo aguante”. Aunque aclara acto seguido que llega el momento que uno tiene que irse. “Ya uno ha contribuido bastante y el cuerpo no da más”, manifiesta y añade que “la arqueología es el campo”, la investigación en la excavación donde hay que trabajar muy fuerte y pasar muchas horas explorando.
Sin embargo, Chanlatte no se ve del todo alejado de la academia. En su agenda esta mantenerse como consejero de investigación una vez se acoja al retiro. “La experiencia de todos estos años, lo que puedo aportar todavía, estáa la disposición de los estudiantes”, concluye.