El Capitolio de Puerto Rico ha sido en muchas ocasiones la sede de controversias, pero de esas que uno no espera que sucedan en la “Casa de las Leyes”. Cómo olvidar el cierre de puertas al público y la prensa, o los insultos que a veces allí se manifiestan entre legisladores y ni hablar de las peleas entre algunos de los denominados “honorables”, como si el Senado o la Cámara de Representantes fueran, en verdad, un cuadrilátero de boxeo.
El caso es que uno, como ciudadano, siempre tiene la esperanza (o por lo menos yo) de ver un cambio, al menos, o de no volver a ver esas y otras actitudes indignantes en el espacio en donde se crean y establecen las normas y reglas que van a regir el País y donde debe comenzar el ejemplo.
Partiendo de esa premisa, como cada mañana, observé las portadas de los distintos periódicos y acompañado de un café comencé a leer hasta tropezar con la siguiente información: “El representante popular Narden Jaime subió a las gradas en varias ocasiones para hablar con (Wanda) Rolón y otros de sus colaboradores, con el objetivo de informarles sobre propuestas de enmienda que estaban en curso”.
El párrafo anterior forma parte de uno de los artículos de portada que publicó El Nuevo Día esta semana y que hablaba del tranque entre los representantes del Partido Popular Democrático (PPD) respecto a la aprobación del Proyecto del Senado 238 para erradicar el discrimen contra la comunidad LGBTT en la Isla. El párrafo simplemente, como decimos hoy día algunos jóvenes, “me voló la cabeza”. ¿Cómo era posible que un representante subiera a las gradas del Capitolio para informar sobre posibles enmiendas y recibir recomendaciones, precisamente de la parte en contra del proyecto, mientras se discutían medidas en el pleno? ¿Cómo la opinión de una fundamentalista religiosa era más importante que la opinión, y más que opinión, que la seguridad y protección legítima de una comunidad que ha sido evidentemente marginada?
Mientras continuaba leyendo el artículo, que había llegado a mí luego de que una compañera, indignada, me lo entregara en las manos, la colega se acercó a mí nuevamente y me hizo entrega del Volumen 81 de la Revista Jurídica de la Universidad de Puerto Rico. La publicación contenía un extracto de una tesis presentada en julio de 2011, cuyo título es el siguiente: “Grupos de presión religiosos y su influencia sobre la reforma del Código Civil de Puerto Rico”.
Inmediatamente comprendí por qué aquel libro estaba en mis manos. La presión y la influencia de los grupos religiosos en la toma de decisiones de las leyes del País no es nada nuevo. La separación de Iglesia y Estado, por ser respetuoso y cortés, aquí no existe. ¿No comprenden los religiosos, no comprenden los políticos o no comprenden ninguno que sencillamente hay asuntos del Estado que le competen únicamente y exclusivamente al Estado?
Quiero compartir con los lectores solo cinco importantes oraciones de la tesis del periodista Carlos Martínez Rivera, que mencionan directamente las estrategias más comunes por parte de los grupos religiosos para lograr que la aprobación de ciertas leyes sea en su favor, aunque los invito a leerla completa.
Todo cuadra. “Tenían recurso de movilización social y electoral porque las iglesias poseen la capacidad de convocar manifestaciones en los predios de la Legislatura con amplia participación”, señala Martínez. Esta estrategia evocó en mí el recuerdode aquella gran marcha frente a las escalinatas del Capitolio, a la que miles de religiosos acudieron para alzar su voz en contra de los proyectos que otorgan derecho a la comunidad LGBTT.
Recuerdo las manos de miles de personas orando con sus manos levantadas, al tiempo que una Wanda Rolón expresaba todo su odio disfrazado. Recuerdo como una mayoría reclamaba su derecho a coartar derechos a otros simplemente por ser la mayoría. Tantas causas verdaderas por las que sí se debería organizar una marcha en pro de la familia, tantos problemas sociales reales que sí afectan la familia, pero no, es la homosexualidad lo que verdaderamente a ellos les preocupa, pero olvidan que al pasar juicio, son ellos los primeros en cometer pecado; el pecado de pasar juicio sobre su prójimo y sentenciarlo a la marginación y al rechazo, cuando ésta es una prerrogativa que solo le compete a Dios.
Si el pecado será la vara con la cual van a juzgar y decidir quién puede tener empleo, quién puede tener casa, quién debe y quien no debe recibir unos servicios, si quieren mirar por convicciones la homosexualidad como un pecado (no siendo este mi sentir) recuerden entonces juzgarse a sí mismos primero y contéstese usted mismo si cometer un pecado es suficiente motivo para que te nieguen un trabajo, te expulsen de tu trabajo, te nieguen vivienda, te nieguen protección, servicio y ayuda.
¿Es tan difícil colocarse en los zapatos del otro? ¿No hace Dios un llamado al amor, a la compasión? ¿No se dan cuenta, ustedes mismos religiosos, que al juzgar, al señalar, ofender, son ustedes realmente los primeros en pecar?
Continúa la tesis: “manejaban (los grupos religiosos) el recurso de consenso porque al ser la ficha de tranque en la discusión del Código Civil su cambio de posición era crucial para que se aprobara el proyecto en su totalidad”. Una de las cosas que más me molesta de todo este asunto de la aprobación de proyectos que le otorgan derechos a la comunidad LGBTT es que si los grupos religiosos mostraran su apoyo a estos proyectos, hace tiempo que todos estuviesen aprobados, ni siquiera hubiera sido necesario realizarle enmiendas. El hecho de que este proyecto de ley no se haya aprobado por la fuerte influencia de un sector religioso sobre varios legisladores demuestra la falta de liderazgo y de valentía de muchos de los legisladores que hoy nos representan en el Capitolio, incuso legisladores que previo a las elecciones se comprometieron con la plataforma política de un partido que abrazaba la equidad y justicia para todos, específicamente, para la comunidad LGBTT.
Otra de las estrategias identificadas en la tesis es que “poseían el recurso de la información porque siempre tuvieron acceso a los borradores y al tener contacto directo con los actores con poder de decisión que tenían información privilegiada”. Es esta la estrategia que conecta directamente con la acción del representante Narden Jaime y la pastora Wanda Rolón. Así es como muchos representantes en nuestro País trabajan por el bienestar del Pueblo, sirviéndole a los intereses de quien más les conviene, pagando con sus legislaciones. Me pregunto qué interés o qué relación personal tan estrecha tiene el legislador con la pastora como para subir en varias ocasiones a las gradas, dirigirse a ella e informar y consultar sobre enmiendas a los proyectos. De Wanda Rolón qué más se puede esperar.
Finalmente, la investigación de Martínez destaca que los grupos religiosos “gozaban del recurso de la infraestructura”. A pesar de que la comunidad homosexual es representada como la comunidad LGBTT y sus líderes han logrado en gran medida convocarla y reunirla en la lucha por sus derechos, sin duda alguna, enfrentarse a una institución poderosa como lo es la Iglesia, no es tarea fácil, pues ciertamente la Iglesia tiene mucho interés y alcance en los asuntos del Estado. No obstante, el mundo camina en una dirección firme y clara de igualdad, equidad y sobre todo, respeto a la dignidad humana.
Una vez lo dije y lo reafirmo, ¿qué deber tiene la comunidad LGBTT de respetar los mandatos de la Constitución de Puerto Rico o las leyes del País si no se siente tan siquiera protegida por ellas? Se trata de una inclusión por derecho de ciudadano. Ya el Senado actuó con valentía, casi no lo hace, pero lograron vencer sus prejuicios. No te conviertas, Cámara de Representantes, en cuna de odio, prejuicio y discrimen. Demuestren, legisladores, que pueden representar dignamente a la comunidad LGBTT, cuyo voto también fue importante para que hoy, estén cada uno de ustedes ocupando el puesto que gozan.