Nota de la Editora: Diálogo presentará durante esta semana una serie de reportajes confeccionados por estudiantes del curso Redacción Periodística II, que ofreció durante el pasado semestre el doctor Mario Roche de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico.
“Cuidado que la paloma no eche a perder al palomo;
la mujer es la que hace o deshace al hombre”
-Merinla tonti Iroso (14-4)
Pablo Torres rompe con el estereotipo existente sobre los seguidores de la santería al no aparecerse vestido de blanco de pies a cabeza, con collares de colores y pulseras en cada muñeca. No habla un lenguaje desconocido ni camina bailando. Su ropa no muestra manchas de sangre de gallina, efecto de un “trabajito” encomendado, o un “fufú”. Pablo es simpatizante de la religión santera desde los años noventa, aunque no le gusta llamarla de esa manera.
“Santería es un nombre errado. En muchos sentidos se usa porque mucha gente lo conoce de esa manera, pues ese es el nombre que vamos a usar, tampoco nos vamos a poner muy necios al respecto… Fue una curiosidad que me atrapó. Me atrapó la cuestión intelectual. En los 90, estaba de moda de nuevo describir las ciencias, la crítica posmoderna y las maneras no racionales de adquirir conocimiento. Pues Ifá es una de ellas. Se me presentó así en el camino y estoy estudiando. Llevo casi diez años pero es muy complicado, hay que aprender muchas cosas, además de trabajar, estudiar, hacer doctorados y tener hijos”, explica con una sonrisa.
Torres es un babalawo: un intérprete y “padre del secreto” en su religión. Como intérprete, Pablo no tiene poderes sobrenaturales como sentir y ver espíritus, contrario a la percepción común, por eso les dicen “los científicos de la religión”. No obstante, tiene el poder de orientar a los creyentes y curiosos que vencen el miedo y lo visitan para un registro, o consulta. Si hacemos una comparación con el catolicismo, un babalawo sería un sacerdote.
“Yo interpreto la letra según la profecía que sale a lo largo del registro. Es un servicio. Vas a mi casa, el babalawo suele trabajar en su casa, se hace una consulta, cuesta $21, aunque hay algunos que están queriendo subirlo por la inflación, pero algunos seguimos tradicionales con nuestros 21 pesos como hace mucho tiempo”, señala, mientras mezcla el azúcar en el café. “Yo las hago de una hora, más o menos, porque a la gente le gusta hablar y que uno le hable, pero puedes hacerlo en 15 o 20 minutos. Se hace una consulta y se marcan unas obras, generalmente porque nosotros partimos de la premisa, como toda religión animista, que hay que dar para recibir. Hay reciprocidad”.
En ese momento, todos los cuentos sangrientos de sacrificio animal a cambio de deseos cumplidos buscaban un espacio en la explicación que carecía del morbo acostumbrado en las historias santeras.
Sincretismo religioso
“La santería es un sistema afrocubano producto de un proceso de sincretismo entre la religión del grupo Yoruba de África y las creencias católicas”, resume Sistemas Folclóricos de Ayuda, página del curso de Ciencias Sociales del Recinto Universitario de Mayagüez, de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
En el siglo 19, las congregaciones esclavas africanas, o cabildos, radicadas en Cuba acostumbraban reunirse para rendirle homenaje a sus deidades por medio de bailes y rituales. Cuando sus prácticas fueron prohibidas por las autoridades europeas, los Yoruba optaron por esconder a sus dioses e identificarlos utilizando los santos en el catolicismo. Por eso, los dioses Yoruba tienen un equivalente en los santos católicos.
Luego, en el 1959 y con la Revolución Socialista Cubana, una gran cantidad de santeros cubanos establecieron contacto con espiritistas puertorriqueños en Puerto Rico y en otros lugares como Nueva York y Nueva Orleans. “En Nueva York y otras partes de los Estados Unidos donde los puertorriqueños practican el espiritismo, es casi imposible encontrar un centro espiritista que no haya sido influenciado por la santería”, apunta la página manejada por el RUM.
En esta religión, creen en un ser supremo como el autor de la creación: Olofi, Olodumare u Olorum. “En las estructuras primitivas, mientras más nombres tenías, más poder social tenías. Por ejemplo, los caciques tenían cinco nombres. Yuquiyú tenía cinco nombres y la mamá de Yuquiyú, Atabeira, tenía cinco nombres porque eran los dioses máximos dentro de la cosmogonía taína”, destaca el babalawo, también conocido como sacerdote de Orula. “Orula es una de las deidades del panteón Yoruba, es el testigo de la creación”, dijo.
Junto al creador Olorum y a su testigo Orula, existen más seres espirituales sin edad, como los orishas, que no son nada menos que santos. “Algunos orishas son emanaciones directas de Olodumare y otros fueron seres humanos que murieron de manera excepcional. Se les considera guardianes e intérpretes del destino”, explica la página del RUM.
Changó, por ejemplo, es de los más famosos en el estereotipo santero. Es el dios del fuego, lo equivalente a Santa Bárbara en el catolicismo, el más rudo, la representación de la virilidad, lo material y terrenal, el hijo predilecto del dios de la santería. Contrario a Changó, Obatalá (Virgen de las Mercedes) es más cercano al cielo. Obatalá es el creador de todas las personas y una de las deidades más influyentes. Estos seres, depende de quién cuente la leyenda, no tienen edad y no son únicos. En la santería, hay muchos Changós y Obatalases porque son solo símbolos.
De Cuba a Puerto Rico
Desde los 15 años, la estudiante universitaria Gabriela Saker Jiménez reside en Puerto Rico, luego de salir de su natal Cuba. El recuerdo de sus días en La Habana sigue vivo, a pesar de que solo visita los veranos. Desde pequeña, recuerda que ha estado expuesta a la santería porque sus vecinos eran practicantes.
“Siempre me crié al lado de unos santeros, mis vecinos practicaban la santería, me crié escuchando los ritos, la música de las diferentes manifestaciones de ellos, veía todo esto de los animales degollados y, realmente, como niña lo veía normal porque me crié con ellos, pero sí como que me chocaba porque ver animales degollados…”, recuerda con un poco de inquietud.
Poco a poco, Gabriela investigó sobre los ritos y prácticas de sus vecinos, y comprendió lo que era. “Yo no estoy de acuerdo con ellas pero comprendo. Uno tiene que comprender a las demás personas para respetarlos como se supone”, aclara.
Desde que Gabriela llegó a Puerto Rico, cuenta que las personas la trataban con reservas porque, al ser cubana, inmediatamente pensaban que era santera y podía hacerles daño. “Aquí la gente es un poco más cerrada con esto, veo como una paranoia e incluso a mí me han dicho: 'cuando te conocí y me enteré que eras cubana, dije que tenía que tener cuidado porque eras santera'. Pienso que aquí en Puerto Rico se demoniza mucho más estas prácticas. Quizás la gente no está muy acostumbrada a ellas.”
En Cuba, según relata la estudiante de la UPR, Recinto de Río Piedras, hay personas que le temen a la santería porque algunos lo utilizan para causar mal. Incluso, a su madre le han dejado muñecas vudú en el patio.
Conexión con la espiritualidad
Los santeros tienen una visión muy particular de la vida y de la misión del ser humano en el mundo. Para Torres, por ejemplo, la vida es aquello que se encuentra entre dos polos extremos que nunca van a destruirse: el bien y el mal.
“La religión nuestra se divide en dos: la regla de Ocha, que es la del santo, y la regla de Ifá, que es la de Orura. Se supone que trabajen en combinación. Es un Ying-Yang. Hay fuerzas expansivas, hay fuerzas de contracción, hay fuerzas de luz, hay fuerzas de oscuridad, hay fuerzas del bien y hay fuerzas del mal. La vida son dos polos que se dividen y la vida en realidad está entre medio de esas cosas. Por eso nunca vamos a destruir el mal. Ni el bien va a destruir el mal, ni el mal va a destruir el bien. No va a pasar”, declaró.
Para poder creer en la santería, es mandatorio creer en la espiritualidad y en el poder que tiene sobre nosotros. “Lo único que tú necesitas para que esto te bregue es creer que hay un mundo espiritual que existe y que ese mundo espiritual te afecta. Lo demás es cultura, lo demás es el cuento que te hacen. O es el diablo, o son fantasmas, o son zombis o qué se yo. Tú lo crees como tú quieras, pero si tú crees que hay un mundo espiritual que te afecta, el espiritismo, la santería, la regla de Oshi y la regla de Ifá, lo puedes comprender, porque eso es lo que hacemos, trabajar a nivel espiritual: (el) manejo de las energías que nos rodean y nos afectan”, afirmó Torres.
Como existe un balance en el mundo, según Torres hay 200 manifestaciones negativas y 201 positivas, el mundo no se destruirá ni las deidades con poder, como Eleguá y Olum, se destruirán entre ellas. En esta religión sin imágenes, los orishas sirven de ayudantes en el destino, como los llamados guerreros: Eleguá, Ogún, Oshun y Osun.
El guerrero en nosotros
Como otras religiones, la santería cuenta con niveles de progreso que otorgan ciertos ‘poderes’ al que los pase, basándose en el oráculo de Ifá, que contiene toda la sabiduría del mundo, sujeta a interpretación. Esta sabiduría está contenida en 256 letras, la combinación de Ogbe, con 16 letras, multiplicadas por las 16 de oyecun Ogbe.
El primer paso consiste en “sacar quién es tu ángel de la guarda. El segundo paso es escoger los collares. Eso te lo dan de acuerdo a tu ángel de la guarda. Después son los guerreros: Eleguá, Ogún, Oshun y Osun”, explica Pablo Torres, todavía con café en su taza.
Cada guerrero tiene su historia, además de sus características como santo. Eleguá, por ejemplo, “es una entidad muy complicada y muy poderosa que no fue creada por dios, se creó a sí misma”, dice Pablo antes de comenzar con la leyenda de Eleguá (San Antonio de Padua), el abridor de caminos.
Pablo cuenta que, según la leyenda, antes del “Big Bang”, hubo una gran oscuridad en el universo, a excepción de una pequeña bola de luz. Esa luz, era Olorum, mientras que la oscuridad era Echu, el lado oscuro de Eleguá. El caos. Eleguá y dios llegan a una negociación donde Eleguá le permite a Olorum hacer la creación con una condición: todo lo que había, le pertenecía. Olorum aceptó. La primera célula se divide, se hace la luz, surge la evolución y todos los pasos que hemos tomado hasta llegar aquí.
Al recibir a un guerrero, como Eleguá, nace la capacidad y el poder de hacer ciertas obras, ya sean para la salud, para la suerte, para pedir fuerzas para el trabajo, entre otros. Después de ese poder, viene la mano de Orura, también un fundamento de Ifá, y se te da una letra, llamada melli. “Te dan uno de esos signos, esos signos te dan un conocimiento profundo de quien eres tú a nivel espiritual y qué es lo que vas a hacer en la tierra”, añade Torres con mucha calma, porque es un procedimiento que se sabe de memoria y que ya experimentó.
Luego de adquirir ese conocimiento y completar una serie de obras, el destino y el deseo continúan trazando tu camino hacia otras aspiraciones, ya sea convertirse en babalawo o más. “Coronar el santo. Eso es que te asientan mediante una ceremonia. Te abren una puerta cósmica, por usar metáforas, con esa entidad que para mí es Obatalá, para otros será Changó y Echú, así distinto”, reveló.
Compartir al cantarle a los espíritus
Cuando cae la noche, los santeros y compañeros curiosos, se reúnen en ceremonias públicas en las que “bajan al santo” por medio de música. Las ceremonias de tambor y güiro, como se les conoce, consisten en un toque constante de tambor, porque esa es la manera en la que los espíritus se comunican. Cada canto narra la historia de un santo.
“Mi canto favorito es el de Oshun, que es una historia de Oshun y Ogún”, relata Pablo, aunque acepta que no le gusta asistir a las ceremonias de tambor y güiro porque entiende que para hablar con un santo lo puede hacer en la tranquilidad de su casa.
“Ogún es el primer santo que baja a la tierra, y por eso pensamos que representa al ser humano en su estado primitivo, cuando agarró el primer palo y le metió por la cabeza a algo (ríe), vio que esa era la primera herramienta, le sacó punta y vio que podía arar la tierra y hacer cosas, y de momento vio una piedra, la amoló y le hizo un tajo. Ese ser humano que encontró la tecnología es Ogún. Es el dueño de la tecnología y de las herramientas”, cuenta entusiasmado.
Dice que Ogún se fue, llevándose todo el conocimiento en tecnología y herramientas con él. Estaba molesto. Dios decidió encomendarle a Oshun, la diosa del amor, el dinero y la miel, la tarea de buscar al ser primitivo y regresarlo a la civilización. “Es una mulata muy bonita, dicen todos los cuentos, mulata porque tiene el pelo largo que le cae, no es un afro, con su piel canela, por eso Oshun también es la tierra, por eso la Caridad del Cobre tiene el color de Oshun”.
Entonces, Oshun emprende el viaje para buscar a Ogún y una vez frente a él, se quita la ropa y se baña en miel y comienza a bailar para tentarlo. Poco a poco, Oshun logra regresar a la civilización seguida de Ogún, atontado por su belleza.
“¿Qué significa esto? Significa que primero, para que funcione, las mujeres son las que domestican a los hombres, la mujer es la base de la sociedad porque es la que es estable, a pesar de su desestabilidad lunar, menstrual y toda esa cosa hormonal que pueda tener la mujer. La mujer es la que le da estabilidad a la sociedad porque es la que mantiene agrupada a la sociedad a través del cuido de los hijos, y no estoy diciendo que se deba dedicar al cuido de los hijos, de darle estabilidad al hogar. Porque la naturaleza del varón, es la que ustedes conocen: aquí, aquí, aquí, con esta, con esta, con esta. Con todas. Esa es la naturaleza del hombre”, finalizó el relato con una sonrisa porque le divierte.
Una religión inmadura
Aunque Torres encontró una historia que le convence y métodos que le funcionan, admite que la santería tiene espacio para cambios que modernicen la religión y puedan atraer más simpatizantes.
“Le falta mucha madurez a esta religión. Mucha filosofía. El cristianismo tuvo a su San Agustín, Santa Teresa de Jesús, tuvo sus poetas y sus filósofos para poder depurarse. A nuestra religión le hace falta mucho eso. Esto es una religión oral porque no se escribe, es fetichista. Es totalmente fetichista porque tiene unos collares, das sangre, das cosas. En ese sentido es bastante primitiva, después de un sacrificio hay unos olores, unas plumas y hay un reguero de cosas que se están manejando. Es muy primitivo. Incluso, practicantes dicen que no bregan mucho con la sangre, pero es parte de”, analizó.
Por eso, Torres piensa que lo que queda en cada individuo es la ética, ser mejor uno mismo para acabar con el miedo y la desinformación. “Hay que cultivarse, hay que leer. Es la manera de romper el miedo. El miedo es lo que nos detiene a todas las cosas […] La interpretación es buscar tu lugar en toda esta creación”, concluyó.