El recorrido hacia la Hacienda Gran Batey comenzó a las cinco de la mañana, desde el pueblo de Toa Alta hasta el centro de Puerto Rico, Utuado. Al llegar, como si se tratara de un lugar que no había sido tocado por el tiempo, con las casas de madera, el dueño, don José Bernardo Morales, se acercó a los visitantes con una guayabera que le faltaba algunos botones y unas botas oscuras.
Con un singular “¿Quieren café?”, don Bernardo se acercó al equipo Diálogo para demostrarle con cariño la genuina hospitalidad de los que habitan en el campo. Algunos minutos luego de hacer un comentario jocoso con el grupo sobre su mañana, volvió a preguntar: “¿Ya tomaron café?”.
Luciendo una sonrisa amable, se dirigió a la Asociación de Estudiantes de Protección de Cultivo de del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico, que trabajarían como voluntarios del recorrido de café. Algunos voluntarios decidieron quedarse desde el día antes, algunas carpas todavía sin recoger y los gallos a lo lejos avisando el nuevo amanecer.
Estudiantes de la asociación observan insectos recolectados.
José Daniel Morales, hijo del propietario de la hacienda y quien también estudió agronomía en el recinto de Mayagüez, luego de dar la bienvenida a su brigada de trabajo, compuesta mayormente por estudiantes voluntarios y tres baristas de un coffee shop en Hato Rey, levantó su mano al aire y con un singular grito de júbilo anunció “¡A recoger café!”.
A cada uno de los voluntarios se le ofreció una canasta, que según explicó Morales, son pailas de pintura recicladas. El “cincho” se utiliza para cargar la canasta y según don Bernardo, se utiliza para que no le lastime el cuello a los recogedores de café.
La Hacienda Gran Batey divide sus siembras en dos áreas: los arbustos de sombra y los de sol. A diferencia de los arbustos de sombra, las podas de sol son más pequeñas y, por tanto, se hace más fácil su recogido. La gran parte de las podas de sol tienen más de cuatro años de sembrado. La semilla, según Morales, es “una plantita de un pie y medio que no tiene ramas laterales” que consiguen en la Estación Experimental de la UPR en Mayagüez.
Existen varias especies de café, pero el caficultor abundó sobre la canéfora y la arábiga porque son las que cultiva en su finca. La producción de la canéfora se basa en “cantidad en vez de calidad”, según él. “En Puerto Rico particularmente las canéforas tienden a coger raspa’o de la rama, se tiran al sol con todo y cáscara a secar”, comentó.
El café de la especie canéfora tiende a ser más amargo y tiene más cafeína. Para los catadores de café, es necesaria una “acidez brillante” porque es uno de los factores determinantes en el sabor. “No es la acidez que te revienta el esófago. Se percibe la acidez en los cachetes. Mientras más calidad y más altura, se percibe más la acidez. En Puerto Rico no tenemos suficiente altura para tener acidez”, explicó.
“En calidad, un arábiga tiende a ser una taza más rica. A diferencia de los cafés comerciales, que en su mayoría están mezclándolo con los canéforas. En Puerto Rico los cafés comerciales son de baja calidad a propósito, a menor costo, mejor ganancia. Los cafés de alta calidad, o cafés especiales, son libres de defecto y son carísimos. El proceso es más riguroso”, indicó.
Luego de su explicación breve, el caficultor llevó a su “equipo” hacia la zona soleada e instó a participar del recogido del café. El cantar de los pájaros y la leve brisa que hacía mover las ramas de los árboles cercanos, eran los únicos sonidos que armonizaban el ambiente. Recoger los granos rojos y maduros era sencillo, pero mantenerse afincado al suelo fangoso, inclinado y húmedo era trabajoso.
“¡Están destinados a caerse hoy!”, gritó el caficultor con una risa. Diez minutos más tarde un estudiante de Mayagüez se cayó por la cuesta empinada.
Al final del día, el equipo Diálogo y los voluntarios solo recogieron 124 libras de café que tendría en total una ganancia de $24 dólares. Para que una hacienda tenga buena producción, una cuerda de terrenodebe rendir aproximadamente diez quintales o mil libras.
La Hacienda Gran Batey en Utuado está abierta para voluntarios que deseen formar parte de la recolección del producto, así como vivir la experiencia de tomar el café acabado de moler.