Sonó la Marcha Triunfal de Aida, esa melodía que suele anteceder los actos de graduación. Los estudiantes comenzaron a desfilar. Allí estaba Carla Michelle Pérez, como muchos otros, lista, con toga puesta y un sostén de ‘’mamá canguro’’, porque su hija Sofía de 10 meses, tiene que marchar con ella. “Fue difícil porque ella nació en julio y las clases empezaban en agosto, pero se pudo. Fue un proceso de transformación“, sostuvo la hoy egresada de la Universidad de Puerto Rico en Bayamón (UPRB).
Sí, ayer se celebró la cuadragésima cuarta colación de grados de la UPR en Bayamón en el Centro de Convenciones de Puerto Rico y como si se hubiese hecho eco de la alumna, el presidente del Consejo General de Estudiantes de la UPRB, Kevin Robles, proclamó el cambio y hasta la reforma.
“No seamos víctimas de la obstaculización de un discurso que menosprecia el valor de esta institución. Demuestren que la inversión y la confianza que nuestra sociedad nos ha depositado está íntimamente ligada al futuro de nuestro país”, exhortó Robles.
“No se enajenen de los problemas que tiene nuestro país. (…) Necesitamos incorporarnos al proceso democrático de nuestro país, y de una manera más palpable a la de simplemente ir a las urnas cada cuatro años“, continuó.
Asimismo, la cadena de protocolos debía continuar: una decana de estudiantes interina pedía el aval de la rectora, Margarita Fernández Zavala, para continuar con la ceremonia. Ambas en polos opuestos de la tarima, como sugiere la parafernalia.
Ya eran casi las 6 de la tarde y tocaba escuchar la alocución de la rectora Fernández Zavala. Sin embargo, antes de continuar, se escuchó un abucheo que duró poco menos de cinco segundos, seguidos de un aplauso que lo opacó.
La rectora hizo un recuento de los logros de la institución: que tienen una universidad donde el 40% del estudiantado cursó carreras relacionadas a la ingeniería, las ciencias y las matemáticas y que ya van dos años en los que la UPRB se lleva el reconocimiento de la organización global, Enactus. Para la rectora, este fue un año de logros.
Por otra parte, reconoció una gran pérdida de la institución: la muerte de la profesora Aminda Sierra Archilla, del Departamento de Química. Allí tenían a su representante y esposo, el profesor Noel Motta. “Fue un honor estar aquí y darle un representante de su profesora a estos estudiantes que tanto la querían“, explicó Motta en una entrevista luego de la graduación.
Luego de Fernández Zavala, tocó el turno del discurso del presidente de la UPR, Uroyoán Walker Ramos. “La graduación universitaria es un hito en donde todo el que la atraviesa sale transformado’’, dijo. ‘’Tienen que hacer una categoría de porrismo solo para Bayamón“, proclamó casi de corrido. “Ya son casi 14 años ganando las competencia de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI)”.
Asimismo, la cuadragésima cuarta colación de grados de la UPRB se merecía el broche de oro. Tenían con ellos a Lola Iglesias, directora ejecutiva de Enactus en Puerto Rico. “Cada vez que alguien entra a la universidad, urgen por salir. Primero no veían llegar el día y hoy que están aquí, solo piensan en salir“, explicaba al comienzo.
“Ahora bien, ¿qué significa el éxito?“, cuestionó la profesora por vocación o –al menos- así la presentó la rectora de la UPRB.
Bueno, “se supone que yo te diga que vas a salir airoso“, aseguró con sonrisa en boca. Pero ella no se los deseó porque eso sería muy fácil. “Perdónenme los papás, pero no puedo asegurarles que todo va a salir bien”, continuó.
Explicó luego que una vez baje el telón de la graduación, el espectáculo tiene que continuar, aunque se rompan una pierna. Los que es cómodo es fácil y los convierte en presa fácil, aseguró. “Hay que emprender y no es un curso que se aprende en la universidad (…) es desempeñar tu rol cabalmente“, sumó.
A diferencia de los discursos anteriores, la profesora les deseó un camino lleno de obstáculos para que los sobrepasen, crezcan y aprendan de cada uno de ellos.
Después de todo, “Mambrú se fue a la guerra. Qué dolor, qué dolor, qué pena“, cantó el Coro de la UPRB. Pero habían dado las 7 de la noche y tocaba declararlos graduados y reconocer las gabardinas, no sin antes premiar a todos los estudiantes que obtuvieron el mayor promedio en su facultad. Cada vez que llaman a uno de estos talentosos alumnos, sus compañeros gritaban y aplaudían con mucha emoción, mostrando orgullo y compañerismo.
Pero esa graduación no terminó con un montón de birretes por lo alto. Fueron las y los porristas de la institución los que le dieron la despedida a los vaqueros entre pompones y y piruetas.