Un derrame cerebral o accidente cerebrovascular se debe a la falta de oxígeno suministrado al cerebro, también conocido como isquemia. En un accidente isquémico transitorio, un coágulo bloquea un vaso sanguíneo, mientras que un accidente isquémico hemorrágico, ocurre la ruptura de un vaso sanguíneo. Aunque los accidentes isquémicos transitorios son más prevalentes (85% de los casos), ambos causan muerte celular masiva de neuronas en el área afectada, llamada el núcleo, y muerte neuronal menos extensa en áreas adyacentes, llamada penumbra.
Los derrames cerebrales son la segunda causa de muerte a nivel mundial y afectan alrededor de 795,000 personas en los Estados Unidos. Las enfermedades cerebrovasculares ocupan la quinta posición de mortalidad en Puerto Rico, siendo sólo rebasadas por enfermedades como el cáncer, condiciones del corazón y el Alzheimer.
Usualmente, los pacientes con derrame cerebral enfrentan signos como adormecimiento de la cabeza, brazos o piernas y dificultad para hablar y puede estar acompañado por confusión. Basado en estos signos se ha creado un acrónimo para identificar una persona que ha sufrido un derrame cerebral: Face, Arms, Speech, Time – FAST.
Este acrónimo no sólo indica síntomas identificables de un derrame sino que también enfatiza la importancia de actuar rápido para asegurarse de que el sobreviviente tenga mejores posibilidades de recuperación.
El tratamiento en caso de un derrame cerebral usualmente es la administración de un anticoagulante que diluye y reduce la obstrucción de los vasos sanguíneos que suministran oxígeno y nutrientes al cerebro. Este tratamiento es efectivo solo si se inyecta dentro de las primeras 3 a 4.5 horas después del derrame cerebral.
Los pacientes que sobreviven un derrame cerebral, frecuentemente experimentan problemas de memoria y déficit cognitivo persistentes. Esto surge como consecuencia de una serie de procesos celulares que causan daño permanente o la muerte de las neuronas tales como el estrés oxidativo, la apoptosis (muerte celular programada) y respuestas excesivas del sistema inmunológico.
Actualmente, los científicos utilizan modelos animales para entender e identificar los mecanismos celulares que han sido alterados a consecuencia de un derrame cerebral. Estos procesos celulares se podrían utilizar entonces como blancos para desarrollar estrategias terapéuticas que ayuden a los pacientes que sufren derrames.
Una de estas estrategias es la protección neuronal. Entre los mecanismos celulares efectivos para neuroprotección que se han considerado prometedores recientemente se encuentran las interleuquinas, las cuales actúan como señales tanto pro-inflamatorias como anti-inflamatorias. Ciertas interleuquinas que actúan como factores anti-inflamatorios han mostrado reducir el daño al tejido neuronal en modelos animales.
Otra estrategia que se está estudiando es reducir la toxicidad causada por especies reactivas de oxígeno (ROS, por sus siglas en inglés). Las ROS son producto normal del metabolismo de nuestras células. Sin embargo, cuándo la célula está bajo estrés (como cuando ocurre un derrame cerebral), las ROS pueden producirse en exceso, causando daño a las células y a los tejidos que forman. El desarrollo de tratamientos que reduzcan los niveles de estas ROS o la neutralización directa de las mismas puede ayudar a reducir la muerte celular neuronal.
El estudio de los derrames cerebrales ha demostrado que tiene unos mecanismos celulares complicados. Aunque la ciencia y la medicina han avanzado mucho en su tratamiento, existen muy pocas terapias actualmente para reducir el impacto de lesiones a causa de un derrame cerebral. Por lo tanto, cambios en nuestro estilo de vida y una mayor concienciación acerca de los síntomas de un derrame cerebral siguen siendo nuestra primera línea de defensa en contra de los efectos devastadores de un derrame.