¿Quién no siente el impulso por cantar de vez en cuando, porque sí? En la bañera cualquiera puede, pero pararse frente al escenario es de valientes. Y no es solo cosa de valor; hay que saber hacerlo.
Por los pasados dos meses, Teatro Repertorio, la compañía de teatro residente de la Universidad de Puerto Rico, estuvo ofreciendo talleres intensivos de teatro musical en el recinto riopedrense. Estos buscaban capacitar talento nuevo en las tres ramas del género: canto, baile y movimiento.
Edgar García, director del Teatro UPR, comentó a Diálogo que el interés en crear estos talleres surgió ante la necesidad de desarrollar talentos para la obras de la compañía, que han tenido una gran acogida del público.
Pero más allá de esto, los talleres buscaban brindarle a los participantes una formación más completa. Jeliannys Acevedo, una de las coordinadoras, explicó que “la iniciativa se da a partir de las necesidades que Edgar identificó en muchos actores en los musicales que ha dirigido. Tenía actores que no cantaban o bailaban, o bailarines que no cantaban o actuaban. Era necesario trabajar esos puntos débiles”.
“No hay una cultura de teatro musical en el país. Edgar está haciendo un movimiento bien bonito al trabajar actores a partir de su voz, a partir de su cuerpo. Aunque no usen esto en algún musical, lo van a utilizar en algún otro momento. Como actor necesitas tu cuerpo y necesitas tu voz. Si no tienes eso, estarás incompleto. Edgar entendió eso y decidió traer estos talleres”, indicó Acevedo.
Luego de una audición abierta, para los talleres se seleccionaron veintidós estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, ocho niños entre las edades de ocho a 17 años y diez adultos de la comunidad en general. Estos se dividieron en tres grupos que se alternaban las clases de canto, baile y movimiento de martes a jueves.
En el teatro musical la voz es quizás el elemento de mayor protagonismo. De ahí la búsqueda constante de actores con voces expresivas y versátiles. Alberto Rivera Santaliz , quien ha trabajado para el Teatro Repertorio desde 2011 como asistente musical, ejerció como maestro de canto de estos talleres.
Según Rivera Santaliz, en el taller se les da a los estudiantes herramientas básicas para que entiendan las complejidades de la voz y cómo trabajar con ella. “Yo los reto a hacerlo con partitura para que se acostumbren a ese tipo de lectura. Hay que seguir una estructura y la forma que está allí, en la partitura. Ahí ves todas la voces que están contigo junto con la orquesta. Se le enseña una conciencia coral y a desarrollar oído”, sostuvo.
Por su parte, José Chema Urrutia, tocó las puertas de Teatro Repertorio buscando un lugar donde poder cantar. Urrutia decidió tomar clases de canto para vencer el miedo que tenía a cantar en karaoke. “Yo no esperaba que hubiera una respuesta positiva más allá del karaoke donde estuviese estimulado a seguir en el área musical, particularmente en el canto”, comentó.
Urrutia, hizo su primera incursión en la producción Man of la Mancha. “Eso inició una ola totalmente diferente porque me doy cuenta de que aparte de la música, estar en el escenario en calidad de actor, en ese tipo de obra, me despierta una emoción tan intensa como la que he sentido por la música, en un momento de mi vida donde profesionalmente llevo 21 años de abogado”, confesó el ahora actor.
Aparte de las sesiones durante la semana, cada sábado se reunían los tres grupos en el teatro Julia de Burgos para el “master class” donde cada estudiante recibía coaching individualizado y era responsable de interpretar un tema musical asignado por la producción.
Diálogo presenció cuando Urrutia recibía coaching de García, quien dirigiría el “master class” un sábado. En ese momento ensayaba la pieza Being Alive del musical Company y explicó que García lo estaba llevando a que se posicionaría dentro de la psiquis del personaje. “Es una canción bien bonita y romántica, no obstante, cuando entras en el contexto del personaje, su idiosincrasia es de un tipo bastante jaquetón, muy seguro de sí mismo, y en este momento tiene que reconocer que está añorando una pareja y no la tiene”, anotó.
Omar Nieves, bailarín de la Compañía de Danza 21 (CoDa21), dirige el taller de baile. Nieves mencionó que trabaja la danza, pero en términos coreográficos, enseñándoles a los muchachos piezas específicas de distintos musicales.
“La primera semana enseñé Money, Money, la segunda, In the Heights, que es un poco más urbano, y la tercera, Newsies, que es jazz. Esto con la idea de que vean un poco los estilos de lo que se está trabajando hoy día en la industria y que entiendan el por qué se está bailando en ese momento. Es ubicarlos en términos de perspectiva”, especificó.
Más allá de memorizar una coreografía, un guión o una canción, el actor tiene que ser capaz de improvisar y ponerse en contexto. Esto es lo que buscan los talleristas al poner en perspectiva distintos musicales o al hacer énfasis sobre la ejecución de un verso.
Precisamente, buscando estimular procesos creativos que permitieran mejores interpretaciones escénicas se decide integrar el taller de movimiento. “Allí se buscaba cómo trabajar el cuerpo para que pudieran soltarlo y ser lo más libre posible en su expresión y en su búsqueda creativa”, comentó Teresa Hernández quien junto a la bailarina Jeanne D’Arc Casas ofreció los talleres de movimiento.
“Lo más interesante de esto es que yo soy el opuesto del teatro musical. El teatro musical es un lenguaje de pose y justamente lo que yo trabajo en el escenario y la manera en que yo trabajo con el cuerpo es la antipose. Es en puntos opuestos que se crea una tensión y en esa tensión hay conocimiento. El pensamiento de oposición es la manera en que construimos conocimiento”, aseguró la intérprete de danza contemporánea.
“En algunos de los talleres hice alguna improvisaciones y hubo momentos en que empezamos a construir un antimusical. Mira que chévere, se puede deconstruir el musical. Por eso es tan importante la combinación de estéticas y perspectivas. Estos muchachos han recibido en estas semanas tres miradas diferentes al cuerpo: Jeanne D’Arc, Omar y yo”, agregó.
Hernández aludió al “virtuosismo del estar“. Estar inmersos en el proceso. Destacó que lo que buscaba con su taller era realizar un proceso de reflexión que abriera paso a nuevas posibilidades.
Estando o no estando, el estímulo en estos estudiantes era evidente. Se lo estaban disfrutando. No necesitaban público ni dirección. Por los pasillos cantaban e improvisaban movimientos. Estar allí era estar dentro un musical. Por ahí los verán juntos en algún lugar interrumpiendo la cotidianidad para ponerse a cantar.