Por Joyce González
De ser un espacio concebido para la relajación total y conexión con la naturaleza, la playa también se ha posicionado como un lugar perfecto para socializar, comer, divertirse, practicar deportes y, recientemente, para poner en marcha toda clase de despojos o rituales de prosperidad en la tradicional Noche de San Juan.
La playa ha adquirido nuevos significados, pero también nuevos peligros y contaminantes. A muchos ya no les resulta primordial acudir a una playa con arena limpia, con aguas cristalinas, libre de piedras y fango, segura para nadar o con estaciones de vigilancia.
Lo que cada vez más puertorriqueños toman en cuenta son los servicios y facilidades que las diversas playas de la Isla puedan ofrecer, como estacionamiento de vehículos, área de duchas, vestidores y servicios sanitarios, facilidades para barbacoa, áreas para acampar, restaurantes, kioscos o cafeterías aledañas, entre otros.
Sin duda, nuestra percepción del disfrute de lo natural ha cambiado. Incluso, la apreciación de lo natural se ha visto distorsionada frente al rol protagónico que muchos han otorgado al alcohol.
También podríamos debatir sobre la construcción de la playa como espacio público, desde la perspectiva social, turística, económica y hasta legal. De hecho, el geógrafo y consultor ambiental mallorquín, Xisco Roig, plantea que hay que “entender la playa como un sistema ambiental sobre el cual gravita la economía, y no crear un conflicto entre medio ambiente y economía”. En otras palabras, se trata de entender la playa como las dos cosas y llegar a un consenso.
El ser humano, consciente o inconscientemente, en mayor o menor intensidad, ha arremetido contra este recurso natural. Por esto es vital repensar el asunto. Roig propone un “cambio de mentalidades y tendencias”. Es decir, aún es posible una visita sostenible a la playa.
He aquí varias sugerencias:
Transportación: utilice medios de transportación públicos o la bicicleta para ir a la playa y así reducir la contaminación con el humo del automóvil cerca del balneario. Si la playa le queda cerca, también puede optar por irse a pie, y de paso volver a revivir la experiencia del peatón que prácticamente ya no practicamos.
Limpieza y recogido de basura: resulta fundamental depositar los desperdicios en un zafacón o llevar consigo una bolsa donde pueda disponer de su basura o de los desechos abandonados. Lleve unos guantes en caso de realizar un recogido voluntario. La limpieza no solo vela por el aspecto estético de la playa, sino que preserva la vida de los animales que habitan allí.
Protectores solares: los protectores solares contribuyen a la contaminación de las aguas por las altas concentraciones químicas en su composición. Algunos consideran sustituirlos con el uso de cremas ecológicas y naturales que no contengan ingredientes nocivos.
Equipos electrónicos: la idea de visitar la playa es desconectarse de la prisa y el estrés del día a día. No se trata de llenarnos de mal humor porque no encontremos un receptáculo para cargar la “tablet” o el celular. Además, la contaminación no implica únicamente suciedad. El ruido y las ondas electromagnéticas también constituyen un tipo de contaminación.
Respeto a la especies y vida marina: existen leyes que protegen áreas ecológicamente sensitivas y que imponen penalidades a quienes practiquen actividades prohibidas en dichas zonas, como el paso de lanchas y motoras acuáticas, tocar los corales, arrojar basura o hacer fogatas en el área del islote.
Finalmente, la mejor regla para disfrutar de nuestras playas es visitarlas y dejarlas mejor de lo que las encontramos.