
Cercano a la barra ubicada en la Calle del Cristo, un trío de jazz comenzaba a preparar su equipo, para lo que parecía ser una noche prometedora. Adentro, la bartender, con sus labios rojos y su camisa blanca de manguillos revelando sus tatuajes y su pantalla en el ombligo, continuaba sirviendo cervezas, vodka y coñacs, mientras bailaba al son de la música que tocaba su aparato portátil. Al pedirle un trago, me advirtió, en forma de broma, que no me desmayara, que era un trago fuerte. Tenía razón.
Un señor en la barra bromeaba con los turistas. Le preguntó a uno de los jóvenes estadounidenses qué deporte practicaba. El americano le contestó el golf, a lo que el boricua le dijo en inglés “¡Pero si eso no es un deporte!”, lo que causó mucha risa entre los presentes. Acto seguido, compró tragos de tres leches para todo el mundo. Resulta que era el dueño. También la estaba pasando bien.
El trío de jazz comenzó a deleitar a los presentes. El saxofón retumbaba en las paredes de la Capilla del Cristo y los antiguos edificios del Viejo San Juan. Parejas, amigos y compañeros de trabajo reían mientras que, con el rabito del ojo y la oreja ‘pará’, escuchaban el espectáculo de otra edición de Adoquín Jamming Nights, concierto auspiciado por el Municipio de San Juan que se celebra todos los viernes en la ciudad capital.
De nuevo en la barra, un joven llamado Luis, quien trabaja en la industria hotelera, me dijo que venía a visitar una amiga. Aunque Luis no conocía del evento, opinó que la música y el ambiente le permitían relajarse. “El que me diga a mí que el trabajo no causa estrés definitivamente no trabaja”, aseguró.
De la Calle del Cristo pasé a la Plaza de Armas. Allí, otro trío de jazz, con un poco más de tumba’o, entretenía a los que se iban acercando a la fuente. A juzgar por sus expresiones, muchos no sabían de qué se trataba toda esa música. Mientras algunos negocios hacían su agosto, el percusionista del Trío Kalani Trinidad hipnotizaba a todos con un solo demente.
En los banquitos detrás de la fuente, tres viejos amigos, Jorge, Luis y José, escuchaban el ‘jameo’. Negaron varias veces que pasaran estrés durante la semana, que eran unos hombres tranquilos, hasta que al final Jorge admitió que le preocupaba los cambios en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), cuya directora, Lilliana Ramos Collado, renunció la semana pasada a la entidad.
No obstante, los hombres indicaron estar de acuerdo en que se usen fondos públicos para eventos artísticos, ya que los artistas emergentes necesitan oportunidades de empleo para hacerse conocer. De hecho, el coordinador de Adoquín Jamming Nights, Luis Amed Irizarry, señaló que el Municipio no gastó dinero en equipo de sonido, luces y equipo de producción, para que la mayor parte del dinero llegara directo a los músicos, en su mayoría jóvenes.
Ya abandonando los sonidos de la fuente, llegué a la inmensa Plaza de la Barandilla. El quinteto Aeta Brass, ocupando solo un pequeño espacio, hipnotizaba a doce o quince personas que se detuvieron a disfrutar de buena música. Con sus trompetas, trombón, trompa y tuba mostraban a todos una música que normalmente no se escucha. Uno de los integrantes se tomaba el tiempo de explicar la historia detrás de cada pieza musical.
En unos escalones, una mujer, Liz, escuchaba atentamente la oferta musical. Aunque no sabía cómo se llamaba la actividad, Liz llegó con su esposo a pasarla bien, y confesó que la política y las enfermedades, particularmente el asunto con el ébola, la movieron a “desconectarse”.
El tiempo no daba para mucho más, lo más cercano era el callejón Tamarindo. Olores de un restaurante estremecían a los presentes, en su mayoría extranjeros, que disfrutaban de una música progresiva y experimental solo con un aparato electrónico y una batería compuesta por el dúo Turista.
Aunque muchos miraban con admiración y asombro, solo un joven turista bailaba en un viaje profundo a la música electrónica. Al terminar la música, José y Jessica, una pareja que presenció la interpretación del dúo, explicó que necesitaban una “escapada” del trabajo, los estudios y las malas noticias.
Tarde o temprano en la semana, todos queremos liberar la tensión que nos agobia como país. Entonces… ¿no es mejor pasar los viernes por el Viejo San Juan, tomarse algo y escuchar buena música?