Contaba con solo tres años, pero ya los padres tenían dificultad para manejar su conducta. Las rabietas eran fuertes y continuaban escalando en severidad, si no se le entregaba lo que ella quería. Procuraron una cita con una psicóloga para que interviniera con su hija, pero la respuesta de la profesional los impactó: la cita sería con ellos, los padres, no con la niña, porque a los tres años si aún la niña no había entendido quién era la autoridad en el hogar y los manipulaba con gritos y golpes, el problema lo tenían ellos. La conducta de la niña era un reflejo del mal manejo de los padres.
La incidencia de niños con problemas de conducta es alarmante. Algunos pasan por cambios de escuela desde Kínder producto de suspensiones por conductas inadecuadas que interfieren con el aprendizaje en el salón de clases. Otros padres limitan las salidas de sus hogares porque los niños forman unos berrinches tan fuertes en tiendas y restaurantes, que prefieren quedarse en el hogar a pasar un mal rato.
Algunos niños les pegan a sus padres, los muerden, les gritan, tiran objetos, se tiran al piso, forcejean, rompen objetos y llevan a sus cuidadores a la desesperación, los cuales terminan tirando la toalla y cediendo a los reclamos del “pequeño tirano”.
¿Qué ocasiona un problema de conducta tan serio?
Cuando se les pregunta a estos padres sobre cuál es el sistema o método de modificación de conducta que utilizan en el hogar, generalmente se miran el uno al otro y no saben qué contestar, indicando que lo único que hacen es sentarse con el niño y dialogar, explicándole por qué esa conducta no es buena. No hay consecuencias a una conducta inapropiada, no hay eliminación temporal de privilegios ni ninguna otra reacción que le sirva a los niños de disuasivo para no volver a realizarlo.
Además, añaden que están muy ocupados con sus respectivos trabajos, que cuando por fin llegan al hogar están agotados y lo menos que quieren es estar regañando al niño en el poco tiempo que pueden compartir con él.
También argumentan que no quieren pegarle a su hijo porque a ellos les pegaban sus padres y no quieren causarle un trauma, o que temen que los acusen de maltrato en un lugar público, o que no están seguros desde qué edad los niños entienden suficientemente como para modificar una conducta.
¿Desde qué edad debe comenzarse a trabajar con la conducta de los niños?
Durante el primer año los niños lloran por necesidad física o emocional, por lo cual no es adecuado comenzar a tan tierna edad a modificar conductas, pero cerca de los 18 meses ya un niño comienza a manipular, a tratar de imponer sus deseos, a desafiar para determinar dónde están los límites y quién es la autoridad.
Es en ese momento que se debe implantar un modelo de modificación de conducta que ayude al niño a inhibir conductas socialmente inapropiadas y a reconocer la autoridad de los padres, así como los límites que se establezcan en el hogar.
Sin límites y sin reconocer quién es la autoridad, tendrá serios problemas de ajuste escolar y social. Es en el hogar en donde un niño aprende a respetar a un maestro, a un adulto y a los demás semejantes.
¿Cuáles son algunas sugerencias para modificar conductas inadecuadas?
Eliminación de privilegios, como retirarle los juguetes por un tiempo (horas o días, mientras mayor sea el niño, se pueden retirar por más tiempo), no televisión o vídeos, no salida al parque o cualquier otra actividad que el menor disfruta.
No se retira la comida ni nada que sea una necesidad básica del niño. El refuerzo negativo, o retiro de privilegios, funciona más que el positivo, como prometerle que le comprarán un juguete si se porta bien.
Cese de toda actividad o “time-out”, el cual debe ser de un minuto por año del niño. Durante el cese el menor no tendrá acceso a nada con lo cual pueda entretenerse. Debe permanecer sentado, sin moverse, mientras transcurra el tiempo. Es menester aclarar que en todo acto de disciplina los niños deben estar claros sobre por qué se les está disciplinando.
Establecer reglas claras de la conducta que se espera y de la inapropiada. Se puede crear un tipo de reglamento con fotos en el que se refleje la conducta que se quiere modificar, disminuir o eliminar. El mismo debe incluir la consecuencia de la conducta inapropiada.
Por ejemplo, una foto de un niño gritando en el piso versus una de un niño jugando con sus juguetes dejaría claro que si quiere jugar con sus juguetes, no puede tirarse al piso con una pataleta porque perderá ese privilegio por determinado tiempo. De esa forma el menor estará informado de lo que se espera y de las consecuencias si desobedece la regla.
No cuenten hasta tres. Decirle al niño que usted contará hasta tres para que él cese la conducta es un error porque le estará permitiendo que desobedezca tres veces, no de forma inmediata.
Todo modelo debe tener un balance. Si solo se le presta atención cuando su conducta es impropia, buscará llamar la atención de esa forma. Si se le refuerza con elogios cuando su conducta es adecuada, el niño no sentirá que solo logra atención rompiendo las reglas.
Cuando le esté llamando la atención, su voz y su lenguaje corporal deben reflejar su molestia. Si le ruega que se porte bien con una voz de súplica, como un favor, o si su voz es la misma que siempre usa para comunicarse (sin reflejo de enojo), no le estará enviando un mensaje claro al niño. Su rostro tiene que evidenciar desagrado para que eventualmente, con solo mirar a su hijo, este inhiba la conducta inapropiada.
No le prometa villas y castillas si deja de portarse mal porque le estará reforzando la conducta. Su hijo utilizará conducta inapropiada porque es como único logra que lo lleven a comer helado o le compren el juguete que desea. Si cada vez que grita le entrega el celular para calmarlo, estará reforzando una conducta que seguirá empeorando. Vemos cada vez más niños que solo se calman cuando tienen un teléfono celular en sus manos.
Sea específico, evite el término general de portarse bien o mal. Describa claramente la conducta indicándole, por ejemplo, que irán de compra a las tiendas y que espera que él no llore, ni grite, ni se tire al suelo para que le compren un juguete.
Esa conducta es inaceptable y si lo hace tendrá consecuencias, las cuales debe saber anticipadamente. No acostumbre a su niño a que siempre que van de compras tiene que comprarle un juguete. Desde pequeño debe aprender el valor del dinero y a respetar cuando sus padres dicen que no.
No ignore la conducta inapropiada. El niño debe aprender lo que es inadecuado socialmente desde pequeño. Además, si no se corrige la conducta inmediatamente surge, el menor seguirá gritando hasta que se le preste atención y, para ese entonces, los padres ya estarán tan molestos que entonces sí podrían maltratar al niño.
¿Cuál es la clave del éxito de un programa de modificación de conducta?
La consistencia. Si solo se corrige al niño cuando los padres tienen tiempo, si los padres no se ponen de acuerdo y uno de ellos es más permisivo, si los abuelos intervienen a favor del menor y le quitan autoridad a los padres, ningún programa funcionará.
¿Por que un alto número de los niños de educación especial tienen problemas de conducta?
Por la pena que les tienen los padres, por la sobre protección y por la subestimación al pensar, erróneamente, que no entenderán. La pena y la sobre protección los mantendrá aún más lejos de los niños de su edad y no los preparará para la vida fuera del hogar.
Por último, disciplinar es amar. Todos soñamos con que nuestros hijos sean amados, aceptados y exitosos, sin embargo, un problema de conducta es un claro obstáculo a tales sueños. Es la responsabilidad de los padres trabajar por ese sueño, que también es el anhelo de todo niño.
La autora es patóloga del habla y lenguaje y directora del Instituto Fonemi de Puerto Rico, una institución terapéutico-educativa. Ha desarrollado un programa para niños con autismo, así como uno de intervención temprana para infantes con rezago en la comunicación. Para más información pueden llamar al 787-774-1163/ 1164 o escribir a info@fonemipr.com.