Siempre sufrí del mismo síndrome. Recuerdo cuando vi su rostro por primera vez: Me invadió el terror. Era tan fascinante que hubiera podido absorber mi naturaleza entera, mi alma, incluso todo mi arte. Con sus colores he pintado mil paisajes y saboreado exquisitas alegrías, aunque también amargas penas, porque nunca es sano amar así. Adoraba su rostro, lo hubiera devorado hasta el hastío. Y hubiera lamido cada uno de sus órganos realzando el sabor con un leve rocío de su dulce sangre. Y esto no es perversión, no es morbosidad: Un artista puede expresarlo todo. Aunque a menudo me veo obligada a decir frases banales y presentarme en sociedad, lo justo para recordarle al mundo que no soy una salvaje.
¿Pero qué? ¿Acaso el espíritu de alguna fierecilla indomable insaciable de amor, dotado de enorme cantidad de palabras y multiplicidad de sentidos se ha instalado adentro mío? Es que no puedo parar de amar. Amor es todo lo que quiero; Amo cada uno de los rincones, el néctar de las flores, el agua cuando quema y esos dolores que envenenan. Amo las palabras conjugadas y las narices arrugadas. Las orquídeas y las curvas de ciertas líneas. Las pecas, los perfumes, la luna, los ñandúes.
Me expongo a la cima de la sensibilidad y despacio voy desvaneciendo hasta quedar devastada. Aunque no sepa explicarlo con exactitud puedo comprenderlo y hasta reprimirlo, digo, como para no perjudicarme. Pero en cuanto me descuido toda esta pasión sale disparada, sin pedir permiso, y se cuela en mis sentidos como si la magia existiera. Quisiera tener poderes para convertir mi realidad, quisiera enfriar este pecho, entumecerme, dejar de amar por un rato, no sentir más este vacío que a veces me consume las entrañas, es inmundo, es demasiado profundo. Me duelen las venas, las muñecas, el cabello, las caderas y las pestañas. Es muy duro controlarlo y tampoco sé si quiero. Es veneno que gusta, es dolor que llena, es un dulce amargo y eterno.
Es que si dejara de sentirlo, ¿Qué me quedaría? ¿Cómo se vive sin intensidad? No sé hacerlo, no sabría manejarlo. ¿Acaso es pecado amar hasta los huesos? ¿Acaso nadie está preparado para recibir esto? Pues yo si, yo quiero darlo y preciso me sea devuelto. El amor es mi sangre, es mi mundo todo entero. Es un trozo de mis fibras, ingrediente de mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo frío, tengo sueño. Dicen por ahí que si regulo este amor el dolor va a pasar, que ningún corazón está físicamente listo para amar así. Entonces tendré que tener menos matices, pocos deseos. Ya no me dejaré seducir por toda esta belleza macabra. Prometo enfriar esta alma y este cuero, prometo cumplir con lo que dicen que debo. Mis reservas de amor son inagotables, pero debo ser medida, cuidadosa. Hay demasiado de mi contenido sustancial en todas mis expresiones.
*La autora (Argentina, 1988), es actriz y estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Bs. As. Algunas de sus obras podrán encontrarse en el blog "Respirar drama, crear presente". "Amor al amor" es un fragmento del monólogo de Amanda, personaje de una producción teatral en la que la autora viene trabajando como dramaturga y actriz.