Si ha sido inútil a veces escoger entre la ciencia y la religión, la más reciente novela “Ángeles y Demonios” de Dan Brown, llevada al cine, no nos da pistas para resolver el dilema. Robert Langdon regresa a la pantalla grande con su primer misterio a resolver: el secuestro de cuatro cardenales una vez ha comenzado el proceso de elegir al sucesor del Papa. Pero eso no es todo, en un período de 24 horas, el reconocido simbiólogo deberá evitar la muerte de los preferidos a ocupar la silla del máximo pontífice y encontrar un artefacto que contiene una partícula antimateria que podría destruir la ciudad del Vaticano. Suena como una propuesta ambiciosa para las dos horas y media que dura la cinta. No obstante, el proyecto logra sustentarse, al satisfacer a los espectadores por tres factores: guión, música y efectos especiales. Al inicio, la precuela del Código de Da Vinci cae en una saga de explicaciones para situar al público en la historia para que éste pueda digerirla. Desde el procedimiento para seleccionar un nuevo Vicario de Cristo hasta una rumorada hermandad secreta conocida como los Illuminati cuya misión es reorganizar la Iglesia como institución. Varios miembros de este grupo, son los que han desatado un caos interno al raptar a los representantes de la fe. El largometraje entrelaza con un guión bastante honesto y entendible. Este alude al debate eterno entre la ciencia y la religión y sus respectivas teorías sobre el origen del Universo. Más que nada, la primera despega el dilema al inventar con el Gran Colisionador de Hadrones, una partícula que plantean, creó el Cosmos. Esta creencia fue rápidamente desmentida por el Vaticano en la realidad, ya que el proyecto se encuentra en marcha y se espera que para el 2010 se tengan resultados más concretos. Sin embargo, el filme se enfoca en generar una controversia entre los dos mundos, con el propósito de que el espectador llegue sus propias conclusiones. Las actuaciones dramáticas de Tom Hanks, quien repite el papel protagónico como Langon, y Ewan McGregor, como el camarlengo Carlo Ventresca-mano derecha del Papa difunto- son buenas, pero no muy convincentes. Sobre todo de éste ultimo, pues su credibilidad se atrofia cuando intenta persuadir al público de que es inocente de principio a fin. Lo que eleva a la cima una cinta como “Ángeles y Demonios”, es la combinación de efectos especiales precisos y una ejecución musical meritoria de filmes de suspenso. A pesar de contener una trama pesada por sus elementos religiosos y científicos, la película emplea la misma sensación de estar en una bomba de tiempo que su predecesora en estreno, el Código de Da Vinci. Ron Howard, director de ambos largometrajes, aprovechó sus tiros de cámara e iluminación en Roma para darle más sentido al relato y prevenir que la cinta se tornara en una para eruditos y no para la masa popular. En el 2006, el Vaticano expresó su rechazo a la trama del Código Da Vinci por establecer que Jesús tuvo una relación amorosa con María Magdalena, y que producto de su enlace nació un descendiente, al que se denominó el Santo Grial. El fenómeno que generó la película a nivel mundial tuvo un recaudo de $77 millones en su primera semana y un estimado reportado los informes de taquilla de $ 758,239,851. La exhibición de “Ángeles y Demonios” en el Festival de Cannes, este pasado 13 de mayo, fue condenada por el portavoz de la Vicaría de Roma, Marco Fibbi, quien expresó que “la película sigue una línea que perjudica al sentido religioso común”. Ciertamente, la cinta reta el intelecto de los espectadores pero comprende un enigma que atente contra los pilares de la fe católica, como lo fue el Código de Da Vinci. En una de las escenas culminantes de la cinta, cuyo estreno mundial fue este viernes 15 de mayo, se infiere el mundo actual donde se necesitan las dos cosas. Fe para creer y ciencia en qué apoyarte. Principios no muy lejanos de la realidad.