No paremos, sigamos hablando de perspectiva de género e identidad nacional deportiva, pues también vale esa de cuerpo sano en mente sana. Viajemos en el tiempo, veamos el caso de ‘Cusa’. Es que antes de que Carla Cortijo fuese la mejor jugadora de Puerto Rico, estaba María ‘Cusa’ Rivera, una de las mejores armadoras que ha visto el planeta. Y antes de lo que le pasó a Cortijo, Rivera también atravesó por una controvertible situación.
“En 1979 fui suspendida por un desacuerdo con don Germán Riekehoff en relación a dónde me iba a quedar durante las prácticas de la preselección nacional, que iba a Panamá. Él y yo no llegamos a un acuerdo. Fui con Elliot Castro y Claridad y publiqué que las razones por las cuales German Riekehoff eran de prejuicio por mi preferencia sexual hacia el género femenino”, recordó Rivera durante una cándida entrevista telefónica que le realizara Diálogo durante la tarde de este pasado domingo.
La magnitud del caso se hiperboliza cuando se entiende que la orden de suspender a Rivera no vino de la propia Federación de Baloncesto de Puerto Rico, como en el caso de Cortijo. La dio el máximo jeque del olimpismo nacional en ese entonces, el que se inventó el Albergue Olímpico, una de las personas más importantes de la historia del deporte puertorriqueño, aquel que se atrevió liderar el grupo que se le fue por encima a Carlos Romero Barceló y desfiló en las Olimpiadas de Moscú en el 1980, el legendario (y hasta pudiese decirse emérito) presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico de aquel entonces: Don Germán Riekhehoff Sampayo.
“No tuvo nada que ver con la Federación, aunque sí se puede decir que tuve diferencias con la Federación, pero ahí ni Tuto Marchand ni Paquito Rodríguez, con quien mantengo comunicación y le agradezco mucho, tenían que ver. Pero el asunto no fue entre la Federación y yo, fue entre don Germán Riekhehoff y yo”, prosiguió Rivera.
“Un día me llama y me dice que yo no me puedo quedar con la preselección, durante las prácticas para la preselección, que me tengo que quedar en un hotel. Le digo: ‘¿Cómo que me tengo que quedar en un hotel?’. No querían dejarme ver a aquella persona con la que yo estaba, que ahora mismo esa persona y yo no somos nada más que amigas, pero en aquel momento sí y estaba ligada a un dueño de un equipo de la Liga de Baloncesto Superior Nacional (BSN) Femenino. Era un asunto más personal que ético. Fue al punto de que yo mantuve buena relación con la Federación, pero un día me dicen que don Germán se murió y lamento que nunca pudimos haber hecho las paces”, apuntó.
En aquel entonces, Rivera tenía 17 años de edad. Es que ella era un fenómeno del baloncesto. En un escrito de Elliot Castro titulado Cusa Rivera: “Se nos discrimina por ser mujeres”, publicado el 4 de marzo de 1984 en Claridad, se narra cómo de niña Rivera armonizó el baloncesto con el ballet, lo que ella asegura que le dio gran dominio de sus destrezas motoras.
‘Cusa’, 1984: “Se nos discrimina por ser mujeres”
Escribió Castro: “A los siete años, ‘Cusa’ se agenció una beca para tomar clases de ballet, disciplina en la que llegó a destacarse en Ballet de San Juan, hasta que Flor Meléndez la sacó de un ensayo para llevarla a una práctica de baloncesto de las Gigantes de Carolina. Eso fue en 1978 y ‘Cusa’ tenía catorce años”.
En ese mismo artículo, la propia Rivera explica varias diferencias físicas entre el baloncesto masculino y el femenino, incluso cómo la menstruación y los senos pueden afectar el desempeño de la atleta.
“‘No creo que la regla (menstruación) sea un problema para las deportistas”, le dijo a Castro en aquel entonces, aunque reconoció que algunas “sufren trastornos”.
Castro narró que “de acuerdo a ella, tal vez el mayor problema lo constituyen las toallas sanitarias o los tampones. La verdad es que independientemente de lo que digan los anuncios televisivos, no puede ser lo más cómodo jugar, correr y saltar con una toalla sanitaria o un tampón puesto”.
En el artículo, Rivera aseguró que produce más en “aquellos días del mes”, aunque reconoció que durante el segundo día siente un poco de malestar y dolor, el que desaparece a los cinco o diez minutos de ejercicios. Dijo además en aquel entonces que los medicamentos que se usan para calmar el dolor de menstruación constituían un problema durante los torneos internacionales, pues arrojaban positivo en pruebas de dopaje.
También en aquel artículo de Claridad, Rivera abordó cómo el tamaño de los senos pudiera causar un problema en algunas jugadoras por ser ésta un área sensitiva del cuerpo. Recordó además, “con una sonrisa a flor de labios”, según narró Castro en 1984, que “también hay protectores vaginales, así como protectores para los senos. Las cubanas siempre los usan. Una vez nos prepararon unos protectores vaginales, pero algunas de las muchachas no los quisieron usar porque se les notaba mucho bulto”.
Pero quizás lo más contundente de sus declaraciones en aquella entrevista con Castro fue cuando comentó sobre el discrimen que vive la mujer en el deporte organizado, situación que si bien ha mejorado aún queda mucho por hacerse.
“El sentimiento general entre las atletas puertorriqueñas es que se nos discrimina por ser mujeres”, dijo Rivera en el inicio de la nota publicada en aquel entonces en Claridad. Además, Rivera resalta que “a las mujeres siempre se les cría para que sean madres” cuando “esa es una opción personal”.
La figura de Rivera ha sido mencionada recientemente, ante los titulares alcanzados por Cortijo, primero por sus aspiraciones de llegar a la WNBA y, claro está, por su conflicto con la Federación de Baloncesto local tras no recibir el aval del organismo para integrarse al Dream de Atlanta de la liga mejor pagada del mundo. Repetimos: antes de Carla Cortijo estuvo Cusa Rivera. Y eso también tiene que ver con haber jugado básquetbol en la NCAA y baloncesto profesional en las mejores ligas del mundo, antes de que incluso existiese la WNBA.
“Un día Piculín me regaló dos mil dólares”
Recordó recientemente el veterano periodista Rey Colón en su página The Sport Press: “Fue la estrella de los Huracanes de Miami de 1984 al 1988 estableciendo en su paso 16 marcas entre ellas la de líder en anotaciones, en ambos sexos, con 2,358 puntos dejando en el olvido la que poseía Rick Barry, miembro del Salón de la Fama de la NBA”.
Por si acaso, entró hace algunos años al Salón de la Fama del prestigioso programa deportivo de la Universidad de Miami. El impacto de su carrera deportiva en la NCAA se puede apreciar en el vídeo que posteamos a continuación.
No obstante, Rivera también fue pionera en jugar baloncesto profesional femenino. Lideró una camada de jugadoras que a finales de los ochenta y principios de los noventa encontró fortuna en prestigiosas ligas alrededor del mundo.
“En Venezuela, por ejemplo, jugué en el club de Tinaquillo que tenía Gerónimo De León. Allí también estaban conmigo las puertorriqueñas Damaris Colón, Miriam Camacho y Paquita Benítez. También jugué profesional en Estados Unidos; aunque no existía la WNBA era el mejor baloncesto en ese momento. Ah, y también estuve jugando en Suecia durante un tiempo”, indicó durante su entrevista con Diálogo.
Diálogo: Para ti, ¿cuál es la mayor diferencia entre el baloncesto femenino y el masculino?
Rivera: Definitivamente, al menos en el baloncesto profesional, tengo que decir que es la cuestión económica. Para empezar, en términos de negocios, la liga masculina y la femenina son dos entidades muy, muy diferentes, aun cuando prevalezcan las reglas de la federación. Hay que decir que el respaldo de los fanáticos no es igual. Aunque haya incrementado en los últimos años, el respaldo al baloncesto femenino es distinto. Entonces, por ejemplo, para un varón un sueldo (en el BSN) de $5,000 por tres meses, que creo que es más o menos lo que gana una jugadora, pudiera ser poco. De hecho, eso comparado con los tiempos en que yo jugaba es mucho, mucho, mucho más. Imagínate, yo recuerdo una vez que Piculín, que él y yo empezamos al mismo tiempo y somos amigos, pues un día Piculín, que sabía que una no ganaba lo mismo, me regaló dos mil dólares después de un juego de baloncesto. Me los puso en un sobre y me los dio, como que diciéndome: ‘Cusa, tú te mereces esto’. Eso te dice todo sobre la diferencia económica de aquel entonces entre el baloncesto masculino y el femenino.
Díalogo: ¿Y cómo es la diferencia con respecto al equipo nacional?
Rivera: Yo no te puedo decir que vi mucha diferencia, aparte de lo que me pasó. Te digo en cuestiones como del seguro, por ejemplo, el seguro para lesiones allí era idéntico al de los varones. Lo que yo recuerdo es que no había “dietas” para las jugadoras o los jugadores, que ahora hay, porque era ilegal. Ni por encima, ni por debajo de la mesa vi que había “dietas”. Yo te digo, lo que a mí me pasó con el equipo nacional no lo veo como una cuestión de ética, más bien como una cuestión personal y directa con Germán Riekhehoff. Sí, fue discrimen por preferencia de género, pero no veo que tuviese conexión con cuestiones de lealtad al equipo y esas cosas.
Diálogo: Tú tuviste varios encontronazos con el COPUR y luego, en 1987, con la Federación y con el COPUR, cuando quisiste representar a Estados Unidos, pues prácticamente estabas sembrada en ese equipo. También regresaste a jugar por Puerto Rico, siendo tu último torneo el Centrobásquet de Ponce ’93. ¿Qué opinas de la situación por la que pasó Carla Cortijo?
Rivera: Yo recién me entero. Es lamentable la posición que ella se encontraba. Me da flashbacks de cuando he sido jugadora internacional, de cuando jugué profesional en Estados Unidos, de cuando quise jugar por el equipo nacional de Estados Unidos internacional. Hay cosas en las federaciones que se llaman protocolo. Por ejemplo, en el 1987 a mí no me dejaron jugar en el equipo nacional de Estados Unidos, y para mí eso fue muy fuerte, porque yo lo veía como una oportunidad para mejorar mi carrera, me daba una gran exposición como una de las mejores del mundo, porque lo era, eso me iba a ayudar. Además, yo ya había pasado mucho en Puerto Rico, en especial con lo que me pasó en el equipo nacional, con lo que me pasó en la Liga. Cuando a mí me pasó lo que me pasó, que jugaba con el equipo de Carolina, yo fui discriminada mucho, mucho en la Liga. Hubo una temporada que tenía que llegar vestida desde el estacionamiento, jugar, y así mismo irme. El tema de la orientación sexual era un completo tabú, no es como ahora que se habla abiertamente. Yo veía a Gigi Fernández en 1987, que le permitieron participar con Estados Unidos, jugando como doble con Martina Navratilova, y su carrera despegaba, pero sin embargo German Riekhehoff me negó la oportunidad. En el 1979, tuve encontronazos con Riekhehoff, pero en el 1987 también fueron discusiones bien fuertes, al punto que le restrallé el teléfono. Yo estaba en Miami estudiando y me había desatado por completo del baloncesto de Puerto Rico. Yo pensaba: ¿Por qué, si yo ya le di tanto a Puerto Rico, ahora no me quieren dejar jugar por Estados Unidos? Pero luego entendí que es una cuestión de protocolo internacional. De hecho, regresé a jugar y acabé mi carrera en el ’93.
Entonces, en el caso de Carla, veo algunas cosas parecidas. Aquí, lo malo es que las jugadoras y los atletas tienen cierta ventana de oportunidad que se les cierra. Y esa ventana de oportunidad es la que en el deporte profesional te da la clave para lograr la estabilidad financiera que ese atleta busca, asegurar lo que es su trabajo. La Federación debe entender eso. Y también Carla, que me imagino que ahora mismo debe estar afectada mentalmente, también Carla debe entender eso, no decepcionarse y seguir intentando, pues ya sabe que es una de las mejores del mundo, que está a ese paso de la estabilidad financiera.
Desenlace de Cortijo y reacción de ‘Cusa’
Al cierre de edición de este artículo, se supo que la Federación de Baloncesto de Puerto Rico otorgaría el permiso para que Cortijo jugara en la WNBA y no la suspendería por ausentarse del Torneo Preolímpico que arrancó este pasado domingo en Edmonton, Alberta, Canadá, según explicó el secretario federativo Paquito Rodríguez.
Sin embargo, el caso de Cortijo sirve como precedente moderno que pasa revista sobre la perspectiva de género en el deporte organizado y que, en el curioso ejemplo de Puerto Rico, lo pone de frente con la identidad nacional deportiva, uno de los bastiones de la puertorriqueñidad bajo la colonia. Pero como llevamos diciendo desde que empezamos, antes de Carla Cortijo estuvo Cusa Rivera.
“La realidad es que Puerto Rico se beneficia”, dijo Rivera a Diálogo vía mensaje de texto al enterarse de que Cortijo había recibido el visto bueno federativo para jugar en la WNBA.
“Hemos sido siempre tan emocionales, siempre con nuestro ¡Ay bendito! Nosotros queremos lo mejor para lo que conocemos, y sin embargo, por seguir reglas de lo que conocemos, entonces el atleta no tiene la oportunidad de respirar propiamente”, había dicho antes en nuestra entrevista inicial.
“Es como si tuvieras una bola de baloncesto y le metieras un alfiler y se va vaciando. Una jugadora de baloncesto con los años se va vaciando, y para Carla esta es su oportunidad porque el cuerpo se desinfla y tiene que aprovechar. Al fin y al cabo, es lo mejor para todos”, finalizó Rivera vía telefónica, desde donde vive y trabaja, en un domingo en que su aura legendaria de mujer del baloncesto seguía tan intacta como la integridad que demostró en su particular lucha de género.