Luego de una larga espera, llega a nuestras salas la película puertorriqueña Antes que cante el gallo. La producción, dirigida por Ari Maniel Cruz, es una visión singular del proceso de crecimiento de niña a mujer de una adolescente barranquiteña. Es una historia interesante que cuenta con actuaciones y una cinematografía estelar. En momentos no es fácil relacionarnos con los personajes y aguantar lo que se nos presenta, pero es imposible negar el talento en la pantalla.
El largometraje sigue a la joven Carmín de 13 años. Esta vive con su abuela paterna con quien tiene una relación muy volátil y hasta mutuamente abusiva. Su madre le promete varias veces que se la llevará a vivir con ella, pero nunca cumple. La vida de Carmín toma un giro inesperado cuando su padre es liberado de la cárcel luego de varios años. La joven tiene que adaptarse a vivir con un hombre en la casa por primera vez, justo cuando está en la etapa de experimentar su sexualidad.
La tensión sexual entre Rubén, el padre, y Carmín es muy presente y hasta incómodo. La intimidad entre estos, las miradas de Carmín y la falta de espacio personal entre ambos son perturbadoras. En algunas escenas confieso que hasta quise cerrar mis ojos para no ver lo que sucedía entre ellos. Quienes se familiarizan con la teoría del Complejo de Electra de Carl Jung gozarán al ver un ejemplo tan explícito en la pantalla.
Carmín es un personaje complejo. Como muchos adolescentes, es rebelde, tímida y soñadora. Tiene un carácter fuerte, y es muy “malcriá”. Esta tiene episodios violentos y emocionales y frecuentemente reta a su abuela. Miranda Purcell la interpreta muy bien en todas sus facetas. Vemos el personaje en varias ocasiones meditando, pero en todo momento sabemos lo que Carmín está pensando. Su interpretación posee la madurez de una actriz con mucha experiencia. Es difícil aceptar que la joven tiene solo 17 años.
Rubén es un “macho”, mujeriego, fuerte y explosivo, pero no muy sabio. La sociedad tradicional del Barranquitas que nos presenta el filme le impone ciertos valores a sus hombres y Rubén se ve forzado a tomar decisiones para defender su honor como hombre. José Eugenio Hernández lo interpreta con mucho carisma y porte.
Otro tema que trabaja el filme es la sexualidad en un pueblo tan ligado al catolicismo. En varias escenas, nos presentan unos espectáculos religiosos en el medio de los campos y en otras escenas, los episodios sexuales de estas figuras pseudo-religiosas.
Las actuaciones de Cordelia González, como Gloria, la abuela de Carmín, y Kisha Burgos, como la madre de Carmín, aunque con poco tiempo en la pantalla, son bien realizadas.
El director, Ari Maniel Cruz, pensó en cada detalle de cada toma y cada momento en la pantalla tiene algo especial. Todo, desde el sonido, los paisajes utilizados, la edición y la cinematografía crean una experiencia sensorial digna de admiración. El sonido del campo es muy real, y más eficiente que una banda sonora pomposa. Las canciones utilizadas evocan memoria a un pasado puertorriqueño al que pocos llamamos realidad en el siglo 21.
Santiago Benet Mari, el cinematógrafo del filme, hace tremendo trabajo en esta producción. Algunas tomas siguen a Carmín con cámaras portátiles, que nos dan acceso íntimo a la joven. Las tomas no siempre se enfocan en los personajes, sino que nos permite ver sus alrededores mucho más de lo normal y nos provee un toque de familiaridad con Barranquitas. Las escenas en los afueras lucen la belleza de la geografía. Los personajes interactúan con la naturaleza de tal manera que Barranquitas y todo su esplendor merecen su espacio al lado de Purcell y Hernández en el cartel del filme.
La belleza en la pantalla y la ejecución técnica son razones suficientes para ver Antes que cante el gallo. Aunque tiene sus momentos incómodos, la película tiene una narrativa interesante y es una muestra ejemplar del cine puertorriqueño.