“Policías marchan por su retiro”. Así señalaba el titular de un periódico virtual el lunes 24 de julio de 2017. Desde el comienzo promocional de esta actividad, se podían observar diversas y apasionadas discusiones en diferentes redes sociales sobre esta convocatoria.
Se percibía la molestia, indignación o resentimiento de muchos, debido a que serían policías los que estarían llevando a cabo una manifestación. Entiendo que la crítica mayormente expresada no era por la acción que este grupo tomaría, sino por la ironía de ser ese sector —que históricamente ha sido herramienta de agresión, opresión y censura por parte del gobierno contra otros sectores que se han manifestado en ocasiones anteriores— el que ahora tengan la necesidad de lanzarse a la calle hacer reclamos contra su patrono. Los llamados a proteger los derechos, la ley y el orden, ahora protestan porque su bienestar está siendo amenazado.
En medio de la controversia sobre el derecho y la legitimidad a manifestarse —recibiendo ataques, desprecio e insulto en redes sociales— tuve la oportunidad de estar presente en la marcha de los policías junto a compañeros y compañeras de la lucha estudiantil de la Universidad de Puerto Rico.
Nuestra presencia allí fue con unos objetivos puntuales. Lo que para algunos fuera una incomodidad, preocupación o molestia, fue utilizado como un espacio para mostrar lo que en innumerables ocasiones hemos expresado: que la lucha no es de los estudiantes, de los policías, de los maestros o los ciudadanos en Peñuelas, por mencionar algunos, sino que es una lucha de país.
No quiero utilizar esto como un cliché sin sentido, al contrario, como se ha mostrado históricamente, los estudiantes hemos estado presente en las luchas de diferentes sectores de Puerto Rico.
Recientemente, hemos dicho presente en el movimiento en contra del depósito de cenizas en Peñuelas y Humacao, en la oposición al acoso laboral contra la mujer, en los reclamos por la protección de nuestros recursos ambientales en Playuela, Aguadilla, y en la defensa y colaboración con comunidades desventajadas utilizando una variedad de servicios y recursos de la UPR, entre muchas otras ocasiones.
Pensemos en el país
No fue sorpresa que mientras llegábamos al lugar de la manifestación se nos viera como alienígenas. “¿Qué hacen estos aquí?”, preguntaban algunos cercanos al grupo de oficiales que se preparaban para marchar desde el Capitolio hasta La Fortaleza. Para algunos, la única explicación de que estuviéramos allí era para oponernos a la manifestación que se estaba llevando a cabo. Si bien podía parecer que estuviésemos en la zona para boicotear su actividad, nuestro propósito era totalmente opuesto.
Suministrada por Rochelymar Maldonado Serrano
A pesar de los prejuicios de muchos ciudadanos hacia nosotros los estudiantes, con o sin fundamento, nos dimos cita desde nuestro carácter personal para ejemplificar y concienciar que la lucha es por el bien común.
De igual manera, nuestra acción fue para recordarles al cuerpo de la Policía que, en lugar de reprimir y abusar de los manifestantes, se unan a los reclamos del pueblo. El contexto político-económico-social en el que nos encontramos demanda organización y movilización multisectorial. Eso era parte de lo que expresábamos a aquellos que se acercaban indagando sobre nuestra presencia. “Estamos en apoyo a la lucha de país”, sostuvimos.
Partiendo de esa premisa, no se debería ver nuestra presencia como el respaldo a un grupo particular, sino a los esfuerzos de construir una mejor sociedad. Personalmente, tuve espacio para escuchar la voz de este sector que muchas veces es deshumanizado. Es realmente preocupante su vulnerable condición. La indignación en sus expresiones es palpable. Están indignados e inconformes con el sistema, la clase política, así como la división y falta de apoyo en su sector y la vida a la cual están sometidos. Esto es muy similar a lo sufren otros sectores, la diferencia es que, debido a precedentes de confrontación y el manejo de situaciones, resulta difícil ver a los policías utilizar estas herramientas de lucha.
Algunos de los oficiales presentes me compartieron detalles sobre la situación en la que se encuentran. No solo el cuerpo policíaco tiene altas tasas de divorcio (que repercute en la desintegración de sus hogares), sino que se les imposibilita participar de los beneficios del Seguro Social y del plan médico que es subsidiado por el Gobierno.
Además, en esta ocasión marcharon debido a que el pseudo-gobernador, Ricardo Rosselló Nevares, vetó el Proyecto del Senado 404, el cual buscaba proteger a los oficiales del recorte a su retiro. Finalmente, La Fortaleza culpó a la Junta de Control Fiscal por la falta de aprobación de la medida. Ahora, ¿acaso los policías son los únicos que han sido engañados por las campanas de promesas bipartidistas que han dominado el gobierno en los últimos 65 años?
Esto es un asunto de dignidad humana. El recurso económico que tenían para la búsqueda de una vida digna se les está arrebatando. Como me comentó uno de los participantes: después de 30 años de servicio, enfermo física y emocionalmente, se quedará prácticamente con la mitad de su salario para poder sufragar sus gastos de hogar y pensión alimentaria. Esto sin incluir el pago de deudas por utilidades y servicios.
Otro de los oficiales ya retirado, luego de servir por décadas a este sector, tuvo que recurrir a programas gubernamentales de asistencia social ya que no cuenta con los recursos económicos para algo tan básico como la alimentación. Incluso, algunos no cuentan ni con plan médico para cubrir sus gastos de salud.
Todas estas situaciones les suceden a varios oficiales, al igual que a otros empleados de diferentes sectores en Puerto Rico, mientras que vemos alcaldes, legisladores e incluso puestos designados en la Junta de Control Fiscal con tremendos sueldos en aumento, sin preocupaciones de recursos ni seguros. Estos puertorriqueños y puertorriqueñas que se encuentran en esta condición precaria, ¿no necesitan la solidaridad del pueblo al que sirven?
No debemos olvidar que los policías siguen siendo ciudadanos y trabajadores. Una dama, que no es de la uniformada, me compartió su impresión sobre el discurso que se dio frente a La Fortaleza: nada lejos el de un obrero común en nuestra sociedad que reclama beneficios que compensen su labor o servicio .
La presencia del puñado de estudiante que estuvimos en el evento fue en apoyo a los reclamos legítimos de la ciudadanía. La situación que atraviesa ese grupo no es exclusivo del mismo ya que al igual que los maestros, trabajadores sociales, terapistas, entre otros, viven situaciones semejantes. Esa marcha fue una representación de la opresora realidad en que se encuentran trabajadores y trabajadoras. Mientras algunos son intocables y protegen su fortuna con el discurso de que “todos debemos sacrificarnos”, otros sufren la crisis. ¿Deberíamos dejar que continúe expandiéndose la injusticia como la levadura en la masa de harina?
Adicional a la situación antes descrita, no debemos pasar por alto que también el sector de la uniformada es reprimido de expresar sus reclamos y movilizarse. Personas con rangos altos utilizan diversas estrategias de censura, enviando misivas que solicitan informes de la asistencia en fechas cercanas a sus manifestaciones. Esto no es otra cosa que intimidación desde posiciones de poder para evitar que salgan a la calle a protestar. Ahora bien, a nosotros los estudiantes, profesores o empleados no docentes de la UPR, ¿acaso en diversas ocasiones no hemos estado en la misma posición recibiendo mensajes y comentarios de censura y represión con el propósito de callar nuestros reclamos?
Para reflexionar
No pretendo haber solucionado los conflictos y tensiones históricas que se tienen con la Policía al haber asistido a manifestación. No obstante, nos encontramos en un buen momento para continuar la reflexión sobre la condición de los diversos sectores a los que pertenecemos y cómo podemos reformarnos. Para esto, necesitamos la participación de todos.
Un día como el pasado 25 de julio, hace 119 años comenzó la segunda etapa de colonialismo bajo el imperio estadounidense. Luego, 44 años después, en el 1952, se le colocó cosméticos a la colonia que, recientemente, no pudo ocultarse más. Todos estamos en el mismo barco. Los efectos de la colonia y la injusticia social nos hieren a todos. Como en muchas ocasiones, los estudiantes han modelado las habilidades y valores necesarias para atender la crisis social del País.
Necesitamos aún más reflexión, concienciación, organización y unión de los sectores que componen la sociedad puertorriqueña. Muchos estudiantes entendemos la importancia de la solidaridad, la empatía y los logros que pueden ser alcanzados colaborando unos con otros. Por tal razón, seguiremos buscando espacios de diálogo y solidarizandonos con las manifestaciones que son en defensa de los puertorriqueños y respaldando la lucha de país.