
SOBRE EL AUTOR
I
Agosto, 2017.
Poco después de ser nombrado presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad de Puerto Rico (UPR) –no importa mucho el cuándo, la verdad, sino lo que sigue– el licenciado Walter Alomar Jiménez visitó las oficinas de Diálogo.
Ahí hay un problema de entrada. Habrán, también, otros de salida.
Porque antes de salir, el licenciado nos dijo allí, en plena redacción, más o menos lo siguiente: que la administración universitaria y Diálogo debían trabajar más “estrechamente”; que Diálogo debía reportar más las “cosas buenas” que pasaban en la universidad; que Diálogo tenía que lavarle la cara a la UPR porque esta recién salía de una huelga estudiantil de 72 días y ocho de sus unidades estaban en probatoria.
Las últimas treinta palabras no las dijo. Pero fue lo que quiso decir. Lo que sí dijo –y lo recuerdo por lo paternalista– fue “the sky is the limit”.
Yo, incómodo y hasta mis límites en medio de todo esto –porque el licenciado fue mi profesor mucho antes de que yo supiera quién era él en realidad y mucho antes de que él supiera a qué yo me dedicaba– entonces no disimulé mi cara. Porque el abogado sabe de leyes. Y el periodista sabe de periodismo. Y porque uno no debe hablar de lo que no sabe.
Claro, que no era la primera vez que la administración de la UPR quería incidir en cómo Diálogo la fiscaliza.
II
Febrero, 2016.
Cuando empezaban a revelarse las irregularidades de las becas presidenciales y se publicaban artículos sobre el asunto en otros medios, menos en Diálogo, la entonces directora rechazó que escribiéramos del asunto.
Yo, por incrédulo y por principio, me opuse a la oposición. Lo que sucedió, para ser honesto, fue que discutimos muy malamente, hasta que terminé diciéndole: “Lo que pasa es que te llaman de allá arriba”. Porque, en efecto, en ocasiones eso ocurría. Por ejemplo, llamadas para verificar si quien se identificó como periodista de Diálogo en verdad lo era.
En fin, que la entonces directora negó muy malamente el planteamiento –es decir, que la llamaban de Administración Central (“allá arriba”) para cuestionar algunas publicaciones y quiénes las escribían–. En fin, que publicamos el reportaje. Y en fin, que llegado el momento, la entonces directora no me renovó el contrato, lo que me pareció una represalia bastante estúpida. Tiempo después inició la investigación contra el entonces presidente Uroyoán Walker Ramos por las irregularidades de las becas presidenciales que se publicaron en otros medios, y en Diálogo también.
Claro, que poder decir las últimas cuatro palabras de la oración anterior costó mucho para mucha gente.
III
Los dos episodios anteriores los viví en Diálogo el tiempo que llevo allí, que son casi cuatro años. Los que vinieron antes de mí reconocerán que, si bien con otros protagonistas, compartimos la misma historia: esa de los intentos de censura de la administración universitaria, de querer controlar lo que se publica, de que hagamos más relaciones públicas y menos cuestionamiento, más chijí-chijá y menos fiscalización.
Menos fiscalización como esta: que pese al discurso de echarle la culpa a la huelga estudiantil, a un año de su fin todavía las ocho unidades están en probatoria, todo esto ante el hecho de que se escogió al presidente interino Darrel Hillman por su supuesto expertise en acreditaciones. Irónicamente, la Middle States Comission on Higher Education levanta la misma interrogante que el estudiantando: ¿cómo la UPR va a operar y mantener un estándar educativo de calidad con los recortes presupuestarios propuestos?
Menos fiscalización como esta: que cinco de los seis miembros directa o indirectamente nombrados por el gobernador Ricardo Rosselló Nevares a la Junta de Gobierno de la UPR son donantes del Partido Nuevo Progresista: Walter Alomar Jiménez, Zoraida Buxó Santiago, Luis Berríos Amadeo, Antonio Monroig, Eric Pérez Torres.
Que siete de los once rectores también lo son: Luis Ferrao, Segundo Rodríguez Quilinchini, Wilma Santiago Gabrielini, Carlos Andújar Rojas, Héctor Ríos Maury, Jorge Valentín Asencio, José Molina Cotto.
Que donar dinero al partido de tu preferencia es legal, ciertamente, pero cuando el criterio para dirigir el primer centro docente del país parece ser la lealtad política por encima del mérito pues qué triste ¿no?
En resumen, que quieren que nos prestemos para los lavados de cara. Como si fuéramos estúpidos.
IV
Julio, 2018.
Ahora mismo Diálogo no tiene ni director ni reporteros. Sí tiene un recorte presupuestario: de $282,000 a $209,000 para este año. Pero el recorte neto –o prespuesto final– es $109,000, toda vez que los $100,000 serán para las unidades a las que se “adscribirá” el periódico.
La cifra de $109,000 implica que el equipo de sobre diez personas que montaban el periódico diariamente ya no lo harán. Y que Diálogo está inoperante –o cerrado, que en términos prácticos es lo mismo–.
A pesar de lo anterior, la administración de la UPR dice que Diálogo “mantendrá su operación”; que será reestructurado bajo un “nuevo modelo organizacional” que incluirá “extenderse” a los recintos y unidades que ofrecen programas de comunicación en el sistema –Río Piedras, Arecibo, Humacao, y en menor medida, Carolina–.
Dice también la adminsitración universitaria que el “nuevo modelo organizacional” será desarrollado e implementado con el equipo de Diálogo –lo que hasta el momento es falso–.
Pero lo que supongo que sucederá es lo siguiente: luego de desarticular el periódico, y para resolver la falta de contenido diario, mueven su operación a las unidades con programas de comunicación, para que los estudiantes hagan y publiquen lo que sea que les digan sus profesores. Profesores que no podrán ponerse muy creativos al momento de fiscalizar a la universidad, porque por encima de ellos están los directores. Y por encima de estos, los rectores. Y por encima de estos, el presidente.
El “nuevo modelo organizacional” terminará convirtiendo a Diálogo en una estrategia de relaciones públicas. De ahí que lo correcto es decir que cerraron el periódico.
V
Hasta hoy, no había un medio en Puerto Rico que destinara la mayor parte de su tiempo y sus recursos a fiscalizar la UPR. Con el cierre de facto de Diálogo, la comunidad universitaria se queda sin su principal vía de información y su principal instrumento de denuncia. Y los gerentes de turno quedan con la dicha, para ellos, de no tener que responderle a este medio.
Hoy muere lo que inició en septiembre de 1986. Independientemente lo que diga la administración universitaria sobre la “continuidad” del medio y su “nuevo modelo organizacional”, Diálogo se pensó como un taller de periodismo. No como lo que se pretende, que no sabemos qué es. Y sabemos, sin embargo.
Dos apuntes sobre el cierre (premeditado) de Diálogo, para finalizar.
Los profesores de los programas de comunicación que participen de un nuevo modelo operativo para Diálogo excluyente de los principios periodísticos que han regido este medio, no se merecen el respeto de todos los que hemos estado vinculados al proyecto. Son igual de culpables, o quizás más, que quienes lo cerraron.
Sea lo que sea que hagan con él, cámbienle el nombre al menos. No utilicen lo que por mucho tiempo ha significado tanto para tanta gente para otros propósitos que no sean hacer buen periodismo. Llámenlo UPR en posi+ivo o lo que les venga en gana. Pero no se lucren de la trayectoria de Diálogo para sus relaciones públicas, porque no les pertenece.