La Conferencia Mundial Río+20 (20-22 de Junio de 2012) puso sobre el tapete no sólo la problemática global ambiental. Por el contrario, el cúmulo de información, análisis, propuestas y deliberaciones que se dieron cita en Río, ponen bajo la lupa los aspectos económicos, sociales, políticos y finalmente éticos, amalgamados detrás de la mentada crisis. Analizar esto permitirá tener una mejor lectura sobre porqué la Cumbre de Río estuvo lejos de lograr el compromiso político y económico de los países poderosos para apoyar al desarrollo sostenible de los países menos favorecidos, en el contexto de crisis ambiental que todos reconocen.
Problemas globales y globalizados, cuáles son, la exacerbación de los eventos hidrometeorológicos extremos, degradación ambiental, deterioro y agotamiento de recursos naturales, pérdida de biodiversidad y extinción de ecosistemas frágiles, están sobre-exigiendo a la naturaleza más allá de toda posible resiliencia, y están produciendo más pobreza y muerte en las poblaciones y países ambientalmente vulnerables. El planeta está sometido a una crisis ambiental, la cual se debe a:
i) el cambio climático generado por el hombre, que a lo largo del presente siglo va a agravarse.
ii) las actividades económicas extractivas no responsables, formales e informales, que imponen externalidades negativas al ambiente y a la sociedad
iii) el uso y ocupación del territorio de manera reñida con aptitud y limitaciones de sus recursos naturales
iv) el marco legal y las condiciones de gobernabilidad que no facilitan ni propician la conservación de los recursos naturales, la preservación de los ecosistemas frágiles, ni la reducción de la vulnerabilidad ambiental.
La esclarecedora disertación de don José Mujica, presidente de Uruguay, en la Conferencia de Río+20, obliga a recordar que si se habla de la dicotomía pobreza-desarrollo, no puede dejarse de reflexionar y elaborar sobre la filosofía de la pobreza y del desarrollo. Lo que remite a hablar del hombre como sujeto y objeto de su desarrollo individual y colectivo, de su razón de ser de su realización personal, en suma, de su felicidad.
El estilo o modelo de desarrollo vigente, que se viene imponiendo desde el siglo pasado, no tiene respuestas frente a la crisis ambiental. Más bien la ha generado. El modelo busca un crecimiento económico continuo. La expansión de la economía está basada en el consumismo. Necesita de una “sociedad de consumo” y materialista por ende, donde el afán de lucro y el individualismo es el combustible. El modelo conlleva a agudizar las diferencias entre ricos y pobres, es decir, entre quienes están dentro y fuera del sistema. Según el Banco Mundial, en los últimos 40 años se han duplicado las diferencias entre los 20 países más ricos y los 20 más pobres del planeta.
La contradicción que tiene el actual modelo es que es insostenible. El afán de lucro desmedido y la codicia de los productores y proveedores, conduce a buscar ampliar la base de consumidores y a elevar cada vez más los niveles del consumo. Es insostenible, además, porque el planeta no puede proveer ni menos mantener en el tiempo los recursos naturales para que todo el mundo pueda acceder y gozar del nivel de consumo que el modelo promete. Es decir, si las economías y sociedades “emergentes” alcanzan el mismo consumo y opulencia que ostentan Norteamérica y Europa Occidental, el resultado es la irremediable degradación de la calidad del ambiente y los ecosistemas, y el agotamiento de los recursos naturales. Por esto hay una “deuda ecológica” de los países desarrollados con el resto del planeta.
Los promotores y favorecidos del modelo saben o intuyen que el modelo es insostenible; que es perentorio, y que eventualmente colapsará. Pero aun así lo promueven, por un interés egoísta y un razonamiento cortoplacista. La voz de alerta de la comunidad científica mundial es clara: de persistir las tendencias del cambio climático que se están reportando, se producirán impactos catastróficos e irreversibles en los recursos hídricos, ecosistemas, alimentos, costas y salud humana.
Pero no sólo es insostenible. El actual modelo de desarrollo es irresponsable e injusto. En realidad, esta cualidad no debe aplicarse al modelo per se, puesto que es una creación humana, sino a las personas quienes lo promueven, lo apologizan y/o se favorecen de él, de modo irresponsable e injusto. Más que eso, lo injusto transita a perverso en la medida que quienes el modelo beneficia desarrollan acciones sistemáticas para evitar que grupos marginales puedan acceder a mejorar sus condiciones de vida.
¿Por qué irresponsable? Hay una asolapada y diluida cuota de responsabilidad en el consumidor consumista que se beneficia y es favorecido por el modelo. Esto en la medida que éste puede y debe tomar conciencia que vive en la aldea global y en un ambiente que es patrimonio de toda la humanidad, la actual y la futura. El hombre sólo usufructúa y administra el ambiente en donde vive. Lamentablemente, con su afán desmesurado e irrestricto de satisfacer el apetito de “tener más”, el hombre está dificultando, impidiendo, que otros, que viven ahora y que vivirán después (las futuras generaciones) puedan aspirar a gozar de la “calidad de vida”, o mejor dicho, del nivel de consumo, que ahora éste tiene.
La responsabilidad es mayor en los tomadores de decisión y en los formadores de opinión. Estos deben saber que el planeta no aguanta esta carrera de locos. No hay excusas en este mundo globalizado, con su formidable avance en las comunicaciones, informática y el gran desarrollo de la investigación científica.
Está fuera de posible discusión las legítimas aspiraciones de millones de personas para acceder a los beneficios de un trabajo digno, que le permita atender las necesidades y aspiraciones de progreso de sus familias. Alimentación, salud, techo, educación, transporte, comunicaciones. Sin embargo, ¿cuándo una necesidad se convierte en un deseo? ¿Acaso no están las empresas y los proveedores, en complicidad con los comunicadores y publicistas, compitiendo ferozmente para aumentar sus ventas, seduciendo a los consumidores para que estiren sus bolsillos?
Son millones de consumidores insatisfechos y frustrados, buscando la oportunidad de adquirir lo que aún su bolsillo les prohíbe, o endeudarse para conseguirlo. Después de 20 siglos cuán vigentes son las sabias palabras del filósofo Séneca “Pobre no es el que tiene poco, sino el que mucho desea”.
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El autor es profesor e investigador de Perú