
Es el último edificio monumental del siglo 19, apostado entre Puerta de Tierra y el Viejo San Juan en la avenida Constitución. Es una imponente estructura que, aunque visiblemente sufrida, simboliza estoicismo, y no precisamente ese que derivó Zenón en Atenas, sino de fuerza, y que alberga, sobre todo, un patrimonio cultural. El Archivo General de Puerto Rico, casa de historia, conocimiento y cultura cumple 60 años.
La celebración de estos años de aportaciones académicas, intelectuales y culturales no pasarán por alto. El aniversario está siendo dedicado a uno de los más insignes historiadores e intelectuales del País, el doctor Fernando Picó. Probablemente, el usuario número uno del Archivo y quien más trabajos ha derivado con lo que allí se dispone por más de 35 años.
El centro, custodio de una infinitud de documentos históricos, fue creado por la Ley 5 del 8 de diciembre de 1955 con prominentes figuras como Ricardo Alegría y Arturo Morales Carrión. Estuvo adscrito a la Universidad de Puerto Rico (UPR) hasta que, por orden ejecutiva del entonces gobernador Luis Muñoz Marín, pasó a ser parte del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), que se había fundado el 21 de junio de ese mismo año. Así ha sido hasta hoy, con la misión de salvaguardar toda información que forme parte del acaecer histórico, político, social, económico y cotidiano de la Isla.
Su directora, Karín Cardona lo considera, “imprescindible para toda investigación histórica”. Y es que, esta magnánima institución es pieza integral de consulta de todo historiador, sociólogo, antropólogo, politólogo, o curioso.
“Vienen historiadores y otros académicos, pero también está el que viene por curiosidad y se queda”, contó.
La extensión del Archivo le da cabida a 80 mil pies cúbicos de documentación. Entre esa amalgama informativa hay textos, planos, mapas, dibujos, periódicos, revistas, fotografías, filmes y diversas otras grabaciones. La colección parte del Puerto Rico en la postrimería del siglo 18 hasta la contemporaneidad.
Por los recovecos del precinto se respira un aire frío y sobrio que batalla contra la innata humedad caribeña que amenaza el bienestar de los documentos. Esa es una lucha que lleva la pequeña plantilla laboral de la institución con otros numerosos escollos, que no se deberían mencionar tan de pronto, cuando se celebran tantos años en los que, entre todos los aportes, se resalta la profesionalización del mismo oficio de historiar.
Los documentos, que bien podrían llamarse citadinos de la capital ancestral e histórica de la sociedad, sobreviven por los grandes esfuerzos de los empleados y voluntarios que a diario buscan cumplir con los más altos estándares de control y calidad. La tarea no sería tan agotadora si el centro contara con las debidas instalaciones, personal y equipos.
La realidad es que, la estructura, aunque se considere hermosa e imponente, no es el lugar idóneo para almacenar el material histórico de una nación. El que el Archivo General terminara allí, de cara a las brisas del Atlántico, no fue pura coincidencia, sino un acto de rescate y conveniencia.
Del ron al intelecto
Donde hoy pernoctan las millones de páginas y artículos de valor patrimonial, pernoctaron, se destilaron y se embotellaron millones de onzas de ron, cuando la Bacardí desde la avenida Constitución operaba.
“La Bacardí cesó operaciones a mediados de los 60, y pensaban demoler el edificio, pero a don Ricardo Alegría se le ocurrió pedirle dinero a la legislatura para que entonces el archivo estuviese aquí”, sostuvo la directora del Archivo, quien le ha servido a este anexo de la cultura por más de 12 años.
Al momento de su fundación, “don Ricardo comenzó una campaña agresiva en cuanto a recuperar documentos, no solo de agencias gubernamentales, sino también que estaban en manos del sector privado”, explicó Cardona sobre los inicios del Archivo.
Las aportaciones de Alegría se conjugaron con los esfuerzos de los primeros archiveros y con otras figuras como Arturo Morales Carrión. El rol de estos personajes sería el rescate de documentos que andaban por otros lares tras el cambio de soberanía en la Isla.
Documentos de aquí y allá
“Hubo muchos documentos que se enviaron a Washington, D.C. y ellos los lograron traer de vuelta”, relató la directora. Sin embargo, hubo muchos otros documentos que por razones desconocidas se extraviaron en Cuba, la isla vecina, de la que ya no se sabe si comparte el cuerpo de un pájaro con Puerto Rico.
Muchas partes de la documentación puertorriqueña se hallan fragmentadas en países distantes. “Hay archivos en la Biblioteca del Congreso, en el Hunter College en Nueva York y, si de los siglos 16 y 17 en Puerto Rico se quiere investigar, están los documentos en Sevilla”, explicó.
Pero eso no le resta mérito alguno al Archivo General donde a diario llegan cajas llenas de documentos, como si las que ya están allí no fueran suficientes. “Aquí llega de todo, de todas las dependencias y de todas las ramas de gobierno”, dijo Cardona.
El Archivo podría verse como un océano. Las municipalidades como charcas. Las ramas ejecutiva, legislativa y judicial como ríos. Y la ciudadanía como el salmón, que nada con insistencia contra la corriente, distanciándose de esa información, desembocando así solamente un arsenal de documentación destinada a arroparse con polvo.
“Es un centro de gravedad”
Pero para los historiadores, que coquetean con la corriente y se dejan arrastrar hasta la institución, según el director del Departamento de Historia de la UPR en Río Piedras, Luis Agrait, “el archivo es un centro de gravedad o un imán”. Pues ahí convergen la información y la curiosidad que desdeñará los saberes para el bien del pueblo.
Así, los estudiosos con tanta información funden la relación del ciudadano y el estado, investigando temas tan amplios como: los cabildos, la infraestructura, las transacciones gubernamentales, los gobernadores españoles, la División de Educación para la Comunidad (DivEdCo), las partituras musicales del folclor puertorriqueño y hasta la historia del mismo ICP.
De lo pensable a lo impensable, el Archivo, baluarte desvalido, ¿se sostiene o lo sostienen la riqueza del patrimonio puertorriqueño? De ahí que se le reconozca como una institución estoica a la que el olvido histórico y la devaluación cultural han mancillado injustamente, batallando contra numerosos escollos y obstáculos que serán tela para recortar en la próxima parte de esta serie conmemorativa de Diálogo del 60 aniversario del Archivo General de Puerto Rico.