La economía deteriorada, aunque en distintos grados, es común en los países sudamericanos donde gobiernos llamados de izquierda tienden a caer sucesivamente, en un vuelco iniciado en Argentina y que debe seguir en sus vecinos al norte.
“No es posible aún definir si se trata del fin de un ciclo, porque las razones de su ocurrencia continúan fuertes”, pero si “hay una crisis de gran complejidad, con los gobiernos que yo llamo ‘distributivistas’ en dificultades, sobre todo en Brasil, Argentina y Venezuela”, evaluó para IPS el profesor Tullo Vigevani, de la Universidad Estadual Paulista.
“No es fin de un ciclo en América Latina, sino la mengua de un grupo de gobiernos con propensión al populismo asociado al nacionalismo”, definió por su parte el diplomático retirado Marcos Azambuja, exembajador brasileño en Argentina y Francia.
Izquierda es un concepto que perdió validez, agregó, prefiriendo hablar de gobiernos populistas, destacando los de países atlánticos. “Los de la costa del Pacífico son más modernos”, opinó.
Argentina sí vive el “fin de un ciclo con normalidad democrática que se debe celebrar”, tras 12 años de Presidencia del binomio Kirchner, dijo en referencia a las consecutivas presidencias de Néstor Kirchner (2003-2007) y de su esposa y sucesora Cristina Fernández, que entregará el poder el 10 de diciembre.
Pero “cualquier gobierno no peronista enfrenta duras dificultades en ese país”, advirtió Azambuja.
Los dos últimos presidentes no peronistas, Raúl Alfonsín (1983-1989) y Fernando de la Rua (1999-2001) no lograron concluir sus mandatos, renunciaron antes.
Ese será un desafío de Mauricio Macri, jefe del gobierno de Buenos Aires desde 2007, quien ganó la segunda vuelta electoral el domingo 22, postulado por la opositora coalición Cambiemos, aglutinada por su partido, el conservador Propuesta Republicana (PRO), y la tradicional y cambiante Unión Cívica Radical.
Pero si en el campo político él contará con la división del Partido Justicialista (peronista), que lo ayudó a ganar las elecciones, en lo económico tendrá que lidiar con una crisis que se prolonga hace años y también fue decisiva en su victoria.
Estancamiento y consecuente desempleo elevado, inflación elevada cercana a 30 por ciento, según analistas, pero reducida a la mitad en los índices oficiales, bajas reservas internacionales y un mercado negro donde los dólares se cotizan cerca de 50 por ciento por encima del cambio oficial, son algunos problemas.
Además, hay distorsiones como: fuerte protección a algunos sectores, gravámenes sobre exportaciones agrícolas y subsidios que afectan la producción nacional y el comercio con Brasil, que en un momento tuvo a Argentina como su principal mercado para exportaciones industriales.
Los cambios económicos que promete Macri, como poner fin al cambio controlado y a muchas restricciones al comercio exterior, tendrá efectos en las relaciones con los vecinos. Pero es su política externa la que podrá alterar dramáticamente el cuadro regional.
Quiere, por ejemplo, excluir Venezuela del Mercado Común del Sur (Mercosur), mientras persista el régimen actual de ese país, aplicándole la cláusula democrática del bloque, que ya llevó a la suspensión de Paraguay por más de un año, debido a la destitución del expresidente Fernando Lugo en 2012.
Reacercamiento a Estados Unidos, acuerdos de comercio con Unión Europea y bloques del Pacífico y mayor abertura comercial en general hacen parte de los planes de Macri, en contraposición a las tendencias proteccionistas de los gobiernos calificados de izquierda, populistas, “distributivistas” o bolivarianos, según los distintos vocabularios ideológicos.
Pero espacios como Mercosur, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanas y Caribeños (Celac) no entrarán en crisis por los cambios políticos en la región, según Vigévani.
Son organismos de acción lenta, que “ha servido adecuadamente a algunos objetivos limitados”, explicó.
El cambio en Argentina y las crisis de Brasil y Venezuela, con vertientes políticas y económicas, apuntan a una probable oleada en América Latina de gobiernos escorados a la derecha, liberales o neoliberales, con prioridad a la economía más que a las políticas sociales de sus antecesores.
Son situaciones distintas. En Venezuela, con su economía en virtual colapso, “mi temor es que el chavismo moribundo tenga un desenlace no democrático, ante la fragilidad del presidente Nicolás Maduro, mientras en Brasil el cambio será seguramente democrático”, vaticinó Azambuja en su diálogo con IPS.
En esos tres países del lado Atlántico “no administraron adecuadamente la política económica, con bajas inversiones, baja tasa de ahorro y capacitación tecnológica y no supieron desarrollar políticas para ampliar, en lugar de disminuir, el consenso. Así se redujo decisivamente la capacidad de evitar avances liberales”, admitió Vigevani.
Brasil sufre una recesión económica desde fines de 2014, agravada por una inflación que se acerca al diez por ciento al año y un déficit fiscal que asusta inversionistas. A todo eso se sumó un escándalo de corrupción que golpeó la petrolera estatal Petrobrás e involucró todas las grandes constructoras brasileñas y medio centenar de políticos.
Además, la campaña electoral que culminó con la reelección de la presidenta Dilma Rousseff en octubre de 2014 se hizo con un grado de violencia sin precedentes en confrontaciones y acusaciones que destruyeron posibilidades de diálogo y negociación.
En consecuencia, las contradicciones entre el discurso electoral y la práctica de gobierno quedaron tan enfáticas que le restaron legitimidad y popularidad a la presidenta, aprobada por menos de diez por ciento de los entrevistados en las últimas encuestas y amenazada de inhabilitación.
La pugna en que se convirtió la actividad política hizo inviable mayorías estables y por ende el ajuste fiscal, que exige la aprobación de recortes de gastos públicos y aumento de impuestos en un parlamento amotinado.
Así se prolonga la crisis económica que el oficialismo atribuye al cuadro internacional adverso y la oposición a errores del gobierno en los últimos años.
“Los resultados económicos son factores importantes” de ese vuelco que favorece candidatos conservadores. “Pero además de las crisis y la recesión, hay problemas teóricos de fondo a ser enfrentados, para los cuales tampoco los liberales tienen respuestas, resultando un equilibrio, incluso en el caso argentino”, analizó Vigevani.
“El distributivismo sin capacidad de inversión, de innovación y adecuación del sistema productivo no es suficiente, aunque necesario”, acotó.
Subestimar o conducir mal las cuestiones económicas parece ser un “talón de Aquiles” de gobiernos dichos de izquierda o populistas en América Latina.
Esa maldición no alcanza a gobernantes que, aun siendo “distributivistas” y “bolivarianos”, adoptaron políticas económicas ortodoxas, como Evo Morales, en el poder en Bolivia desde 2006, y Rafael Correa, quien gobierna Ecuador desde 2007.
Por otra parte, no parece posible a los nuevos y futuros gobernantes, incluso los liberales, eliminar o siquiera reducir los programas sociales con que los gobiernos “populistas” sacaron millones de familias de la pobreza. Macri ya anunció que los mantendrá.
Todo indica que es una dimensión que se incorporó a la política regional, mientras persista la pobreza y la desigualdad social en niveles considerados inaceptables, como ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos en la que pese a las políticas de inclusión sigue siendo la región más desigual del mundo.