Ariadna Castellarnau ha ganado el Premio las Américas 2016, el galardón que otorga el Festival de la Palabra. Es más, es la segunda mujer, en los siete años del festival, en ganarse el premio desde que la peruana Claudia Salazar se hiciera con la distinción en el 2014.
Si hablamos de la mujer en la literatura, podríamos resaltar que desde la creación del premio Nobel de Literatura en 1901, solo 14 mujeres han sido distinguidas con esta mención.
Sin embargo, estamos en un mundo donde los roles de género se están redefiniendo, por tal, la literatura debe tomar la palabra y llevar el mensaje.
¿Cuál ha sido el papel de la mujer en la literatura? ¿Ha sentido usted el discrimen en este círculo?, le preguntó Diálogo a Castellarnau en la presentación de su premio en el anfiteatro del Museo de Arte e Historia de San Juan el pasado viernes.
“Ojalá llegue el momento que no haya que preguntar eso”, respondió en primera instancia la escritora novel.
Castellarnau resaltó que la mujer ha escrito desde siempre, pero son las mismas sociedades las que han limitado la voz femenina de la literatura nacional. “Por suerte se están cambiando los paradigmas sociales”, destacó con una chispa de emoción.
“Yo preferiría un mundo en que exista ese equilibrio entre hombres y mujeres”, resaltó la escritora mientras enfatizaba que este cambio social que está comenzando a verse, no es un relevo de posición de poder entre los géneros, sino una revolución que se está dando un tanto retrasada en el tiempo.
La joven literata se hizo con el premio, dotado con $25 mil, por su primera novela publicada Quema.
La autora -quien nació, se crío en Cataluña y que ahora reside en Argentina- resalta que su novela es la historia de una tierra desarmada donde los personajes “sobreviven como pueden en este mundo desamparado”.
Sí, es una novela posapocalíptica. La escritora y periodista Mariana Enríquez, en la contraportada del libro precisó que “no se escribe mucha ciencia ficción posapocalíptica en español, y hasta resulta injusto limitar esta novela fragmentada, intensa y tenebrosa en ese subgénero: pero sí resulta justo decir que Castellarnau escribe sobre el fin como si lo conociera, como una testigo que sabe, intuye y lastima, que está rabiosa ante la muerte de la luz”.
Sin embargo, cuando Castellarnau escribió la novela, jamás lo vio como una ciencia ficción. “Lo que se juega es la ética misma de la supervivencia”, como en The Walking Dead comparó la escritora y soltó una carcajada.
Pero, esta vez, no es una lucha contra los zombies sino entre humano y humano. Todo arde. El mundo está desolado. Los personajes intentan sobrevivir alimentándose con lo que pueden, con lo que encuentran. Toman las decisiones más fuertes: hasta el abandono de sus propios hijos. Todo, por la supervivencia.
La narrativa de Quema no es lineal, “yo quería que fuera una novela lo más dislocada posible en tiempo y lugar”, apuntó la joven.
Así, la novela se convierte en una narración que muestra cómo el más fuerte sobrevive. ¿La sorpresa? Al final, todos los personajes con vida, son mujeres.
Castellarnau también ha sobrevivido. Ha sobresalido en el campo literario con esta novela. Y más, ha ganado el Premio las Américas. Uno que ha llegado para cerrar con broche de oro un año doloroso, pues al comienzo de 2016, la catalana fue despedida del Ministerio de Cultura de la Nación junto a 500 compañeros.
La también periodista, destacó que fue criada en el interior de Cataluña, en una familia muy conservadora. Sus libros eran el escape de su vida campesina. Así, cuando terminaba un libro que le gustaba mucho le inventaba secuelas, historias relacionadas u otros finales. De este modo, logró que Ana Frank no muriera en el campo de concentración, sino que se convirtiera en una heroína: una justiciera sanguinaria que vengaría la muerte de su familia. Pero, ser un escritor de secuelas también aburre. Y escribió lo suyo.
Empero, “escribir en Cataluña, algo que no sea catalán, es casi imposible”, pero Castellarnau también lo superó con creces.
Entre los ganadores del premio en ediciones anteriores se encuentran, el chileno Arturo Fontaine, el argentino Eduardo Berti y el puertorriqueño Juan López Bauzá.