Amigos ambientalistas: ¿Por qué no les dio con las latas de refrescos? ¿Por qué no les dio con las botellas igualmente de plástico de los juguitos de china o de cranberry? ¿Por qué y triplemente por qué se empeñaron con el agua embotellada para aplacar la culpabilidad de cómo hemos desbaratado democráticamente el equilibrio del planeta en menos de los 65 millones de años que le tomó al planeta recuperarse de la catástrofe del periodo Catámbrico? Es decir: si el problema es la basura humana que afecta la fauna de los océanos, ¿por qué no atacaron otros recipientes de basura con el mismo denuedo? ¿Por qué les dio con prohibir los recipientes que contienen agua? ¿Tengo que abundar innecesariamente de porqué el agua es sagrada para la vida y porqué me puedo enojar si se me prohíbe obtenerla en botella? Es decir: prohíban todos los otros líquidos embotellados, pero no toquen el agua, porque el problema, mordaz como es actualmente, no es el agua embotellada, es la inconmensurable y pavorosa basura que producimos diariamente.
Yo no voy a dejar que nos demos el bótate viral de que fuimos la primera universidad que prohibió las botellas de agua en el campus para disminuir el impacto del plástico. Eso es demagogia: imagen política, apariencia que tapa otros puntos de vista. Desde que comenté mi punto adverso he sido atacado como sería atacado por un fundamentalista religioso y no voy a dejar que corra lejos ésta mitomanía que ustedes han diseminado con orgullo porque aquí no se hizo el proceso como debe hacerse.
“En Octubre de 2014 la UPR-RP aprobó eliminar la venta de agua embotellada porque es un recurso básico humano que NO se debe vender, además de reducir el gran impacto del plástico. La nueva política estuvo en un año transitorio y preparativo y ahora se comenzó con detener la venta en los negocios. Ya pronto tendrán fuentes, estaciones de rellenar termos, una campaña educativa y mucho más”, esto dijo una tal Amira, una de las del movimiento “No más botellas”, que fue el dínamo detrás de la carta circular que prohibió la venta de botellas de agua en el campus al primero de noviembre de 2015.
Muy bien que esa haya sido la causa: para reducir el gran impacto del plástico; con lo otro, aunque es muy poético y primermundista, no estoy enteramente de acuerdo. Yo sigo pagando un dólar, no más, si la necesito y punto. Ahora, procedo a explicar porqué el problema de prohibir la venta de botellas de agua de un tronante zarpazo de notario. Esto es usar el sentido común que no enseña la universidad: el bendito campus, el campus reverberante, a veces urente y a veces amigable, ese campus real: no cuenta todavía, a esta hora, con “… fuentes, estaciones de rellenar termos, una campaña educativa y mucho más”.
¿Es mucha la astronomía que pido comprender con todo mi enojo como testigo de este desmadre? Trabajo en una cafetería del campus y yo quisiera que ustedes vieran las caras de los clientes cuando les dicen: «No podemos venderte agua». El cliente dibuja un mohín irredimible en la cara de incredulidad. No estoy esgrimiendo un argumento a favor de la comodidad primermundista, pero sí ante lo factual de que los que se mueven por el campus saben que el campus no está preparado para que se siembre de un mazazo una prohibición así. Es decir: no es sólo una adaptación de las especies a una carestía enviada por los decretos divinos, no es sólo un cambio de hábito; es que se ha obrado sin un orden consciente de toda la problemática y según he observado: al parecer, para vendernos públicamente como los primeros. ¿Sabe qué han hecho los clientes? Escogen un jugo o una Coca Cola, a falta del otro líquido. Lo que deja ver lo más rotundo: todavía el campus no está preparado para dispensar de la venta embotellada de agua.
Aparentemente hay 80 fuentes disponibles en el radio del campus. Aparentemente la purificación del agua está fiscalizada por las agencias pertinentes y todo el mundo puede beber de esa agua sin temer dolores dispépticos u otros entuertos gastrointestinales. Pero consta que de ese total de fuentes: hay varias averiadas o escondidas en dimensiones del campus no muy visibles. Es decir: No -repito-, No estábamos preparados para implementar una medida tan rigurosa. De hecho, el que una de las que lleva el movimiento anti-botellas diga que vendrán como una promesa evangélica: “… fuentes, estaciones de rellenar termos, una campaña educativa y mucho más”, tiene consigo el peso de la admisión de una deficiencia que se pasó por alto al momento de implementar la prohibición.
Eso es lo que ha acaecido aquí con todo desmadre atildado: escribir una circular es fácil; dejarle el contratito hasta diciembre a la Pepsi es más fácil; habilitar un campus completo para que sea innecesario comprar botellas de agua mientras uno se mueve entre Sociales a Humanidades o entre Música a Naturales o Generales, eso no es tan fácil, pero esa debía ser la primera fase de la logística que debieron asumir y por la que no empezaron. Mi humilde pedido es que antes de romper a cantarse como la primera universidad latinoamericana que ha prohibido la venta de botellas de agua para que no mueran tortugas ni ballenas, debieron habilitar adecuadamente todo el radio del campus por el que transitan humanos de gran actividad cerebral cuyo 80 por ciento del cuerpo es agua. Pero empezaron concretamente patéticamente y escaldadamente por donde no es y no era y no debe ser.