Un almuerzo de confraternización con tu rival antes del juego más importante de tu vida y luego caminar juntos hasta el parque, eso está bien hecho. Enredarte con el entrenador de tu oponente tras derrotarlo en la culminación de una travesía de odio y rencor, eso no está muy bien que digamos.
Sin duda, el deporte puertorriqueño vive uno de sus momentos más dignos ahora mismo, en presencia del renacer de la estrella boricua en Grandes Ligas, en todo el sentido de dignidad deportiva que la propia palabra propone, más allá de los sueldos multimillonarios.
Uno pudiese hasta ponerse cuasi religioso, en júbilo ante estas nuevas deidades de la identidad deportiva puertorriqueña: ¡Oh, Francisco Lindor y Bebo Pérez en Cleveland! ¡Oh, Javy Báez en Chicago! ¡Desde la Atlántida, Roberto Clemente bendice sus gestas! Vamos, no seamos tan tarugos. No se trata de eso, aunque no es extraño que estas figuras reciban alabanzas. Después de todo, la situación social y económica en Puerto Rico no es la mejor, los héroes deportivos arrancan vítores, parecen flores naciendo del cemento.
“La forma en que juegan el béisbol, en que se comportan, dentro y fuera del terreno. Para los 22 años de edad que tienen Lindor y Báez, eso es admirable”, destacó el veteranísimo periodista Hiram Martínez, actual editor de contenido y reportero para varias de las plataformas digitales de ESPN.
Tres peloterazos, “cada uno en lo suyo”
Martínez no duró mucho echando loas. Fiebrú del béisbol y estudioso del juego durante años, el periodista comenzó a desmenuzar el desempeño del trío de jugadores nativos en la Serie Mundial, pues “cada uno está en lo suyo”.
“Primero, hay que ver lo que puede hacer el lanzador Corey Kluber en lo que quede de serie, si llega a un último juego, pero creo que Lindor apunta a ser el Jugador Más Valioso de la serie. Para mí ahora mismo es la bujía de ese equipo”, señaló, recordando que sería la primera vez que un boricua logra tal gesta desde que Mike Lowell lo hizo con los Medias Rojas de Boston en 2007.
Báez y Lindor, vacilando en el primer juego de la Serie Mundial:
Las palabras de Martínez llegan con números que las respaldan. Al cierre de la edición de esta historia, en cinco juegos de Serie Mundial, Lindor bateaba para .421 con dos carreras remolcadas, ocho indiscutibles, un doblete y una base robada.
“Es el Derek Jeter de los Indios y de Puerto Rico. La gente dice que no, que todavía le falta, y aunque no me gusta hacer pronóstico, yo me atrevo a decir que será uno de los mejores diez peloteros de la historia de Puerto Rico cuando finalice su carrera”, agregó sobre el estelar campo corto de los Indios.
Ahora, en Cleveland también hay otro boricua en la alineación. Ese es Roberto ‘Bebo’ Pérez, el receptor de los Indios que ha logrado llevar bien los picheos de los lanzadores de la tribu pero además ha brillado con el bate, a pesar de no ser reconocido durante su joven trayectoria como un gran bateador, contrario a Lindor o Báez u otro grande de su generación, el Novato del Año de la Liga Americana en 2015, Carlos Correa, de los Astros de Houston.
“‘Bebo’ Pérez es un jugador al que siempre hay que tenerle cuidado cuando se le lanza. Los receptores que no son conocidos por su bateo o cuyos números muestran que son débiles bateando, generalmente tienen historial de ser peligrosos en la Serie Mundial y en los playoffs. Mira el jonrón que dio en el primer juego. Son jugadores que pueden explotar cuando más el equipo los necesita”, explicó.
Martínez recordó otros receptores de ofensiva tímida durante la temporada regular que han tenido grandes actuaciones en el Clásico de Otoño. Entre ellos, mencionó a Darrell Porter, de los Cardenales de San Luis, que en 1982 ganó el premio del Jugador Más Valioso en la Serie Mundial, y Rick Dempsey, de los Orioles de Baltimore, que al año siguiente también fue el Más Valioso en Serie Mundial.
“Porter era un bateador con promedio de bateo de carrera de .247 y en la Serie Mundial del 1982 bateó para .282, siendo muy oportuno cuando lo necesitaban. Dempsey bateó en su carrera para .233 y en la Serie Mundial del 1983 acabó con promedio de .385. Son bateadores que quizás los subestiman, y por eso ven mejores lanzamientos. Y ahí es cuando se crecen. Así es ‘Bebo’ Pérez”, explicó.
Entonces, está Javy Báez, quien experimenta uno que otro dolor de crecimiento.
“El guante de Báez ha estado espectacular todo el año. Entonces, en la postemporada entró con el bate caliente. Pero en la Serie Mundial lo he notado muy desesperado al batear. Han logrado neutralizarlo en la serie completamente. Buscan pasarle el primer strike y después del primer strike, el abre la zona y le tira a todo lo que viene. Cleveland sabe eso y lo que está haciendo es tirarle a todo fuera de la zona. Mientras más alejado, mejor para Cleveland, porque les tira comoquiera. Lo bueno es que no falla en la defensa, su guante sigue botando fuego”, exaltó sobre Báez, quien en la Serie Mundial batea para .143 con tres hits y nueve ponches en 21 turnos al bate.
Claro, que la suerte de Báez pudiera cambiar esta noche, en el sexto juego entre sus Cachorros y los Indios. Lo que sí es seguro es que el pueblo de Puerto Rico está viendo cómo es que se debe comportar un atleta en el terreno de juego.
“Pero esto es más importante fuera del juego por la camaradería que hay entre los tres”, expresó Martínez, colocando la gran actitud deportiva de estos tres puertorriqueños en el total extremo de lo que se vivió el sábado pasado en el coliseo Roberto Clemente, de Hato Rey. Allí, tras finalizar el combate en el que Juan Manuel ‘Juanma’ López venció por nocaut a Wilfredo ‘Papito’ Vázquez, el vencedor se abalanzó encima del entrenador de Vázquez, Albert Rivera, en uno de los más bochornosos incidentes que ha visto el boxeo nacional en los últimos años y que, gracias a la magia del Internet, ya le ha dado la vuelta al mundo. Ayer, lunes, trascendió que la Comisión de Boxeo de Puerto Rico había suspendido a Rivera y a López por el incidente.
‘Juanma’ le metió las manos al entrenador de ‘Papito’ al finalizar el combate:
“Si la gente quiere un détox tras lo de Juanma y Papito, lo que tienen que hacer es ver cómo se comportan cada uno de los tres boricuas en la Serie Mundial, tanto dentro del terreno como afuera. No todos los atletas son iguales”, puntualizó Martínez.
De Clemente a Lindor: “Más allá” del détox
Sí, los tres boricuas en la Serie Mundial como détox del papelón de la pelea del sábado. “Tremenda analogía esa y yo la llevaría más allá que los propios jugadores puertorriqueños”, expresó el dirigente de la selección nacional que asistirá al Clásico Mundial de Béisbol en 2017, Edwin Rodríguez.
“Los dos equipos en béisbol se respetan mutuamente. La gerencia, los dirigentes, los jugadores, los mismos fanáticos, entre todos hay un respeto con respecto a lo que han logrado. Ambos equipos vienen de una sequía de campeonato bien extensa. Los Indios no ganan hace 68 años y los Cachorros hace 108. Aquí hay un respeto mutuo que incluso pudiese decirse que sale de un mismo sufrimiento deportivo”, agregó.
Bueno, pero en el caso específico del desenvolvimiento de los jugadores puertorriqueños –“que son tan a fuego entre ellos que se van a almorzar antes de un juego de Serie Mundial y luego siguen juntos hacia el Wrigley Field, como salió en ESPN” – Rodríguez entiende que hay un par de factores clave. Su comportamiento se da gracias a un gran trabajo de base que se hizo con ellos, además de que tienen tremendo ejemplo a seguir en la figura de Clemente.
“Uno rápido comienza a pensar en Clemente como una figura clave, especialmente en aquella Serie Mundial. Roberto Alomar, Iván Rodríguez y Lowell también son figuras claves para Puerto Rico en Serie Mundial, pero la campaña que en estos últimos años se ha hecho para educar sobre la figura de Clemente, para realzar sus proezas y buscar que se retire ese número creo que ha tenido un impacto especial en los jugadores más jóvenes que lo ven como algo mítico”, dijo Rodríguez, quien durante años trabajó con la organización de los Indios y vio de cerca el desarrollo de Lindor.
“Y lo buscan emular, lo que hace que todo Puerto Rico se goce a estos tres jugadores. Además, va más allá de cualquier sentimiento de nacionalismo que pudieran provocar porque son tres peloteros que le están dando cátedra de deportividad a todo fanático del juego”, añadió quien en 2013 guiara a Puerto Rico al subcampeonato del Clásico Mundial de Béisbol.
Pero entonces, ¿por qué estos tres muchachos comprenden tan bien el concepto de vergüenza deportiva, mientras que ‘Juanma’, ‘Papito’ y el entrenador Rivera han pasado el Niágara en bicicleta para hacer lo mismo? Había que preguntarle a alguien que siguió la riña entre ambos desde el principio y que el pasado sábado vio la debacle deportiva de cerca.
Lo “primal” del boxeo y una industria de “naturaleza comercial”
“Lo que pasa es que tú no juegas al boxeo. El boxeo no es un juego, la naturaleza de este deporte no es igual a los demás. El boxeo, como entretenimiento, solo sirve para los observadores. Nadie dice a mediodía ‘vente, vamos a entrarnos a puños’, como dirían ‘vente vamos a echar una cocinita de básquet’”, empezó a discernir el experimentado cronista de boxeo José A. Sánchez Fournier, de El Nuevo Día.
“No es lo mismo. Con Lindor, Báez y ‘Bebo’ tienes la mejor representación en el terreno de lo que es el enfrentamiento clásico, el duelo por el mejoramiento de dos equipos, el deporte a su máxima expresión. Acá no. El boxeo, por naturaleza, por ser una actividad que está tan cerca de los instintos primales de sobrevivencia, cuenta con reglas que son contra-intuitivas. O sea, el humano pelea como forma de defensa. Entonces, el instinto primal, el de pelear o correr, indica que si estás peleando por sobrevivir y tu rival está de espalda o en el piso, tú le vas a atacar. En el boxeo no puedes hacer eso y esas reglas son las que hacen que pase de ser un acto de brutalidad animal y se eleve, en menos veces que más, a un nivel de arte”, apuntó.
Agréguele a esto una industria que, “también por su naturaleza comercial y económica”, busca “en ocasiones, apelar al morbo”, una tendencia que no solo se remite a Puerto Rico sino a, vamos, todo sitio donde se practique el boxeo profesional y hasta callejero. “Como tal, uno no puede echarle la culpa a nadie, pues no es la primera vez que algo así pasa. La estructura de la industria permite todo esto”, dijo. El reconocido periodista recordó cómo en la conferencia de prensa tres días antes de la pelea hubo encontronazos entre ambos séquitos, y que “el empujón que pegó ‘Juanma’ vino durante una segunda ronda para fotografías, que parecía innecesaria”.
“Parecía lucha libre profesional, un espectáculo que apela al morbo, con la diferencia que en la lucha libre la gente entiende que los que están arriba del ring se protegen bien. Con ‘Papito’ y ‘Juanma’ nunca hubo eso, desde el principio. Siempre se apeló al morbo. Entonces, cuando tienes uno de los dos partidos que actúa de forma mezquina, que insulta y agrede de distintas maneras y en distintos foros, pues se fomenta aún más eso, al punto que la propia audiencia y algunos medios se envuelven en el drama y no debe sorprender que surja tal repercusión”, opinó Sánchez Fournier.
De nuevo, no es algo típico simplemente de la industria de boxeo en Puerto Rico. Sánchez Fournier recordó muy bien el caso de las riñas entre el polaco Andrew Golota y los golpes bajos que le propinara a Riddick Bowe, tanto en su primera pelea en Las Vegas, como en su revancha, en la Ciudad de Nueva York. “En una de las peleas, la propia esquina de Bowe, encarnada en la figura de Lou Duva, salió a defenderlo”, interpuso.
Tremendo motín que se formó al final de una de las peleas entre Riddick Bowe y Andrew Golota:
Rememoró además el nivel de intensidad dentro de la audiencia en aquel combate entre Mike Tyson y Bruce Seldon, en 1996, “dónde hubo peleas entre la audiencia, y se especula que pudo haber estado involucrado el rapero Tupac Shakur antes de ser fatalmente herido” seis días después, y del sanguinario duelo de 1997 entre Tyson y Evander Holyfield, donde supuestamente se soplaron varios tiros en las cercanías del lobby del MGM Grand.
“Entonces, cuando uno sabe que la cosa se puede salir de control, existe una capacidad para evitar eso, con multas, con acciones disciplinarias. Pero las comisiones no hacen nada. Ahí estuvo ‘Papito’ y su entrenador, desde semanas, meses, diciéndole de cucaracha para abajo a ‘Juanma’, en las redes sociales, en cada oportunidad que tuvo. Los promotores, auspiciadores o la Comisión tienen alguna capacidad para ponerle freno a esto, apelando a lo negativo de la situación, que es mucho. Y no pasó”, aseveró.
“Cuando tienes una antesala en la que ambos están insultándose antes de la pelea, la cosa se torna hipócrita, deshumanizante. Cuando deshumanizas a tu rival, no puedes pretender que se comporte como un humano, con civismo, con cortesía, cuando el boxeo, en su mejor expresión es capaz de hacer eso y mucho más”, prosiguió.
Sí, porque son más los casos, empero, en que en el boxeo ha brillado la humildad deportiva. Sánchez Fournier recordó el final de la revancha entre el estadounidense Floyd Patterson y el sueco Ingemar Johansson, en 1959, como uno de esos ejemplos.
“Patterson le metió un golpe, lo noqueó, ganó la pelea y empezó a celebrar. Entonces, se da cuenta que su rival está en el piso, con su pierna temblándole, que es señal de un posible paro cerebral, y fue a la lona de inmediato a ver cómo estaba. Ingemar salió bien y luego tuvieron una tercera pelea. O sea, no es que el boxeo, como tal, apele por diseño al morbo, pero cuando lo hace por error o por propósito se puede dar situaciones como las de la pelea del sábado”, explicó.
Aquí el último round de Patterson versus Johansson 2, en 1959. Al percatarse del estado de su rival tras el nocaut, Patterson intentó acercársele.
Asimismo, el estudioso del mundo de la fistiana citó un ejemplo en el que una comisión de boxeo logró controlar situaciones de excesos entre púgiles. En este caso, aludió a un suceso con “el más grande de todos”, el sin par Muhammad Ali.
“En el pesaje para su primera pelea con Sonny Liston, un joven Ali, conocido entonces como Cassius Clay, llegó alterado e histriónico, gritando y gesticulando hacia el entonces campeón. La comisión de Miami no lo toleró y a los pocos minutos le informó a Ali y a todos los presentes que lo multaban por $500, que entonces era una suma cuantiosa. Ali se calmó después de eso, algo que no sucedía a menudo”, dijo, sin evitar dejar salir una carcajada de nostalgia.
Más allá del cliché de “despertar pasiones”
Ahora, además de todo esto, hay otros factores que pueden propiciar que los propios atletas decidan echarlo todo por la borda. Para el psicólogo deportivo Fernando Aybar, “esto puede ir más allá del cliché ese de que el deporte despierta pasiones entre los puertorriqueños o cualquier otra nación”.
“Aparte de toda la publicidad que hicieron ambos púgiles, en especial ‘Papito’, que desvirtuó la competencia, estos boxeadores pelearon en el ocaso de su carrera, guiados meramente por el orgullo”, dijo Aybar.
“Se midieron en una etapa de salida, de transición, aquí tampoco hubo mucho coacheo psicológico. Se encuentran ambos en una etapa de transición difícil para cualquier atleta, que pasa en muchos deportes, cuando ves que atletas al borde del retiro se descarrilan. Y, pues, de alguna forma entendían todos que había que vender esta pelea. Así fue que entraron. El juego de ‘túmbame la pajita del hombro’ se tornó tan absurdo que hasta le entraron a leña limpia al de la esquina”, explicó el profesor del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
Con los tres peloteros en la Serie Mundial, el asunto de la competencia es distinto.
“Yo los veo como jóvenes bien llevados, bien asesorados. Hay mucho entusiasmo porque la carrera que empiezan a tener luce como una que será exitosa. Están tratando de ser un ejemplo. Y, sí, se sienten boricuas y que representan a su pueblo en un momento difícil”, acotó Aybar.
Así que usted, cuando vea a Lindor, a ‘Bebo’ y a Báez en lo que queda de la Serie Mundial, góceselo y siéntase boricua también. Y recuerde que lo que pasó entre ‘Juanma’, ‘Papito’ y el entrenador no es la norma en esto de la competencia entre puertorriqueños y puertorriqueñas.