Con una operación de guerra y el despliegue de 220,000 militares, Brasil responde a la conmoción nacional por el nacimiento de miles de niños con el cráneo reducido, pero el mosquito Aedes Aegypti impone batallas en muchos frentes, incluyendo el científico y farmacéutico.
Al virus zika, transmitido por ese mosquito al igual que el dengue y la chikungunya, se atribuye la epidemia de microcefalia, que atemoriza a los brasileños y que puede afectar la concurrencia a los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, que se celebrarán entre el 5 y el 21 de agosto.
Además, ha reactivado el debate sobre el derecho al aborto en Brasil, actualmente penalizado salvo que el embarazo ponga la vida de la madre en peligro o sea fruto de violación.
“Son indispensables medidas inmediatas para asistir a las madres de recién nacidos con microcefalia, que son casi todas pobres y están teniendo una sobrecarga de trabajo enorme, sin contar con ayuda doméstica”, clamó Silvia Camurça, coordinadora del SOS Cuerpo Instituto Feminista para la Democracia.
“Imagina una madre con más de un hijo, sin marido. Las guarderías no están preparadas para acoger niños microcéfalos, que ya son muchos y serán muchos más con los que están por nacer en los próximos meses. Es desesperador. La atención pública a sus familias es urgente”, detalló en diálogo con IPS.
La multiplicación de los abortos clandestinos, en condiciones precarias y riesgo de muerte, es “muy probable, ya que muchas mujeres saben que no contarán con políticas públicas para apoyarlas y ese cuadro se agrava por la crisis económica y el desempleo”, observó Camurça.
Pernambuco, el estado del Nordeste brasileño donde tiene sede su organización no gubernamental, ostenta el récord en casos de nacimientos con sospecha o confirmación de microcefalia.
Hasta el 23 de enero, el Ministerio de Salud había registrado 1,373 notificaciones en el estado, de los cuales 138 confirmadas, 110 descartadas y 1,125 aún en investigación.
En total, en Brasil ya eran 270 microcéfalos comprobados y 3,448 pendientes de exámenes. Hubo también 68 muertes de recién nacidos y fetos por malformación congénita, de las cuales 12 atribuidas al zika.
La infección por el virus, cuyos síntomas son fiebre moderada, erupciones en la piel, conjuntivitis y malestares que duran de tres a siete días, no tiene datos de su incidencia, muchos no se percatan que sufrieron esa enfermedad.
Brasil se convirtió en epicentro del debate sobre ese virus por concentrar la mayor cantidad de infectados y por haber identificado la relación entre el zika y la microcefalia, en el Instituto de Investigación Joaquim Amorim Neto, en la ciudad de Campina Grande, también en el Nordeste, la región más pobre de Brasil y la más afectada por esas enfermedades.
Propagación explosiva
El Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), reunido en Ginebra el 28 de enero, consideró que el virus se propaga “en forma explosiva” y divulgó previsiones de que Brasil podrá tener 1.5 millones de infectados este año y el continente americano en total entre tres y cuatro millones.
Aunque la OMS indica que “todavía no se ha establecido una relación causal entre la infección por el virus zika y las malformaciones congénitas y síndromes neurológicos”, en Brasil no hay dudas de que el Aedes Aegypti es el portador de la nueva tragedia nacional.
Además de Ejército, Marina y Fuerza Aérea, el gobierno está tratando de movilizar la población y funcionarios que visitan prácticamente todas las residencias, como los de las empresas de electricidad que leen mensualmente los medidores de consumo.
La misión es eliminar todos los criaderos del mosquito, como envases, neumáticos y otros contenedores de agua estancada en los 49.2 millones de domicilios brasileños.
Repelentes de mosquitos son distribuidos a las embarazadas. “Pero ese producto ya escasea en el mercado y los adecuados a las embarazadas son más caros”, menos accesibles a las mujeres pobres, señaló la socióloga Camurça.
Otro gran problema para la activista es la falta de información y conocimiento sobre las epidemias. En Pernambuco el dengue estaba bajo control, lo que incluye el mosquito Aedes, según las autoridades sanitarias, “pero de repente somos campeones de zika”, una contradicción aun no explicada, se quejó.
El primer infectado por el virus en Brasil se conoció en abril de 2015. La propagación a partir de entonces fue fulminante. La enfermedad ya está presente en 23 países de América, según la OMS.
Los epidemiólogos consideran insuficientes los datos sobre las enfermedades transmitidas por el Aedes Aegypti porque su notificación no era obligatoria, lo que provocaba muchas omisiones.
Ahora se notifica la microcefalia, no sus causas, y sin estadísticas confiables del pasado y de las infecciones asociadas, el conocimiento pierde una palanca.
La microcefalia tiene otras causas, como sífilis, toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes viral y distintas infecciones.
La ciencia es, sin embargo, otro frente de batalla que puede ser decisivo en esta guerra a mediano o largo plazo. En algunos años se espera que la población pueda disponer de una vacuna eficiente para neutralizar el zika, por lo menos en su efecto más traumático, la microcefalia.
Investigaciones avanzan
En ese campo cumple un papel central la Secretaria de Ciencia, Tecnología e Insumos Estratégicos del Ministerio de Salud, estimulando estudios en los principales centros de investigación sanitaria de Brasil.
Su titular, el médico epidemiólogo Eduardo Costa, cree que Brasil podrá desarrollar la vacuna, “pese a las dificultades burocráticas para importar material biológico, reactivos y otros insumos necesarios” a las investigaciones, demorándolas y encareciéndolas.
“Es una responsabilidad brasileña producirla y una deuda con África”, sostuvo a IPS.
Ya hay avances en centros especializados, como el Instituto Butantan, en la sureña metrópoli de São Paulo, que desarrolla una vacuna que ofrece 80 por ciento de protección contra los cuatro tipos del dengue y que podría extenderse al zika. “Faltan estudios clínicos” que cuestan caros y requieren tiempo, reconoció Costa.
También el Instituto Evandro Chagas, del norteño y amazónico estado de Pará, avanza en un medicamento que atenúa los efectos del zika. Y un laboratorio de la Universidad de São Paulo investiga posibilidades de ingeniería genética.
Estos centros brasileños están asociados con universidades o empresas farmacéuticas en el exterior y sus resultados podrán contar con producción netamente nacional, en Bio-Manguinhos, unidad industrial de inmunobiológicos de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), importante centro de investigaciones del Ministerio de Salud, destacó Costa.
Otras tecnologías a prueba en Brasil buscan controlar la reproducción del Aedes Aegypti. Un ejemplo es la bacteria wolbachia, que impide al mosquito transmitir el dengue. Fiocruz está soltando en un barrio de Río de Janeiro mosquitos con esa bacteria para infectar todos los Aedes locales.
Otra iniciativa busca, mediante mosquitos transgénicos, que los Aedes pierdan capacidad de reproducción. También se prueba el uso de piriproxifén, un inhibidor del crecimiento, para bloquear la maduración de las larvas e impedir que lleguen a insecto reproductor.
Hace falta también tipos de exámenes para comprobar si una mujer tiene el virus zika. Las pruebas que hay tienen que aplicarse en los tres supuestos días en que la infección está activa.
“Es necesario un examen eficaz en el post infección, que identifiquen los anticuerpos remanecientes y ofrezcan más informaciones sobre qué ocurre con el virus”, explicó el epidemiólogo.
Brasil ya erradicó una vez el Aedes Aegypti en 1954, para combatir la fiebre amarilla, la enfermedad que propagaba hasta entonces, recordó Costa. El mosquito volvió en brotes intermitentes en las décadas siguientes, pasando a transmitir el dengue.
Ahora, con un repertorio más amplio de virus y contando con ciudades mucho más pobladas y sin saneamiento, con mucha basura y envases abiertos por todas partes, erradicarlo nuevamente es imposible incluso para los 220,000 soldados. Pero la tecnología y la movilización social podrán controlar su población y su agresividad.